22/01/2019, 23:29
(Última modificación: 22/01/2019, 23:30 por Uzumaki Eri.)
Parecía que la culpa total de todo eso era suya, ya fuese por no enterarse del jutsu de comunicación que había ideado Datsue por su cuenta —y que le fascinaba, pero no era el momento ni el lugar para verlo con sus propios ojos—, o quizá porque no le sentaba del todo bien que aquel chico que siempre había estado de broma ahora le contestaba de la forma más ordinaria del mundo.
Sin embargo la mejor parte vino después, cuando preguntó con palabras malsonantes que qué pasaba. el Uchiha pareció cansado por su reacción.
—Se refiere a Kurama y los Generales, Eri. Supongo que ya estarás enterada.
Ella se encogió de hombros, pero asintió, desviando la mirada. A veces podía llegar a ser una cría solo por esas acciones.
—Sí, pero no por ello se acaba el mundo... —con aquello daba a entender que lo que la desconcertaba no era lo que estuviera ocurriendo en aquel mismo momento, sino las palabras de Nabi.
Que, por cierto, no tardó en lanzar una nabinada, y tras un montón de verborrea sin sentido, le lanzó la pregunta.
— ¿Y tú qué tal, Eri? ¿Como llevas que Ayame se haya vuelto un bijuu con patas?
Aquello había sido un golpe bajo, tanto que sintió que hasta le dolía la patada que acababa de recibir. ¿Es que acaso en esos momentos de tensión no podía reservarse su odio injustificado a Ayame? Bufó, molesta, acercándose a la mesa para coger su taza de té y apurarla de un trago.
«Déjame en paz, Nabi.»
—Bien.
Sin embargo la mejor parte vino después, cuando preguntó con palabras malsonantes que qué pasaba. el Uchiha pareció cansado por su reacción.
—Se refiere a Kurama y los Generales, Eri. Supongo que ya estarás enterada.
Ella se encogió de hombros, pero asintió, desviando la mirada. A veces podía llegar a ser una cría solo por esas acciones.
—Sí, pero no por ello se acaba el mundo... —con aquello daba a entender que lo que la desconcertaba no era lo que estuviera ocurriendo en aquel mismo momento, sino las palabras de Nabi.
Que, por cierto, no tardó en lanzar una nabinada, y tras un montón de verborrea sin sentido, le lanzó la pregunta.
— ¿Y tú qué tal, Eri? ¿Como llevas que Ayame se haya vuelto un bijuu con patas?
Aquello había sido un golpe bajo, tanto que sintió que hasta le dolía la patada que acababa de recibir. ¿Es que acaso en esos momentos de tensión no podía reservarse su odio injustificado a Ayame? Bufó, molesta, acercándose a la mesa para coger su taza de té y apurarla de un trago.
«Déjame en paz, Nabi.»
—Bien.