30/01/2019, 13:21
(Última modificación: 30/01/2019, 13:25 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Escuchaba voces a su alrededor, pero sonaban lejanas, embotadas en sus oídos. No entendía lo que decían y le daba igual. Le daba igual porque estaba sintiendo la fresca brisa primaveral acariciando su rostro, revolviendo sus cabellos, estaba sintiendo el tacto de la piedra bajo su cuerpo, estaba escuchando el canto de los pájaros desde más allá. Un águila chilló desde el cielo.
Y los labios de Ayame se curvaron en una fugaz y tenue sonrisa. Volvía a sentirse viva.
Ayame entreabrió los ojos y la luz incidió de nuevo sobre sus iris, ahora castaños, como siempre debieron ser. Y los colores y las sombras comenzaron a tomar forma frente a sus ojos. Aún así, le costó varios segundos despertar a su cerebro para asimilar lo que estaba ocurriendo. Tres ancianos, completamente desconocidos, hablaban entre sí y con otra figura que se encontraba junto a ella. Una figura a la que sí conocía. La conocía muy bien. La visión no duró mucho tiempo, las lágrimas no tardaron en empañar su vista de nuevo. Pero sí se dio cuenta de que las tres figuras comenzaban a alejarse.
—Gr... grac... gracias... —sollozó, terriblemente debilitada.
Si sus agradecimientos habían sido o no escuchados sería algo que nunca sabría. Los ancianos se marchaban, y una mano suave y cálida acarició sus cabellos.
—Ayame, Ayame. Eh. Ya está. Todo está bien. ¿Ves como eras más que un jarrón para nosotros? Ya está. Bienvenida de vuelta.
—Shanise...-senpai. Lo... lo siento... —pronunció, y sus hombros se convulsionaron cuando rompió a llorar de nuevo. Se avergonzaba de hacerlo, pero no podía hacer nada por evitarlo. Quiso reincorporarse, pero tal y como estaba le resultó imposible—. Mis... mis manos... —suplicó.
Y los labios de Ayame se curvaron en una fugaz y tenue sonrisa. Volvía a sentirse viva.
Ayame entreabrió los ojos y la luz incidió de nuevo sobre sus iris, ahora castaños, como siempre debieron ser. Y los colores y las sombras comenzaron a tomar forma frente a sus ojos. Aún así, le costó varios segundos despertar a su cerebro para asimilar lo que estaba ocurriendo. Tres ancianos, completamente desconocidos, hablaban entre sí y con otra figura que se encontraba junto a ella. Una figura a la que sí conocía. La conocía muy bien. La visión no duró mucho tiempo, las lágrimas no tardaron en empañar su vista de nuevo. Pero sí se dio cuenta de que las tres figuras comenzaban a alejarse.
—Gr... grac... gracias... —sollozó, terriblemente debilitada.
Si sus agradecimientos habían sido o no escuchados sería algo que nunca sabría. Los ancianos se marchaban, y una mano suave y cálida acarició sus cabellos.
—Ayame, Ayame. Eh. Ya está. Todo está bien. ¿Ves como eras más que un jarrón para nosotros? Ya está. Bienvenida de vuelta.
—Shanise...-senpai. Lo... lo siento... —pronunció, y sus hombros se convulsionaron cuando rompió a llorar de nuevo. Se avergonzaba de hacerlo, pero no podía hacer nada por evitarlo. Quiso reincorporarse, pero tal y como estaba le resultó imposible—. Mis... mis manos... —suplicó.