30/01/2019, 20:01
—¿Crees que a Yuyu le hizo mucha gracia la idea? —se rio Shanise, al percibir el rencor que invadía a la muchacha—. Cuando acabó el examen de chuunin, Amedama Daruu visitó el despacho de la Arashikage para sugerir sellar una gran cantidad de sellos explosivos junto a Aiko por si Datsue intentaba recuperarla. ¿Sabes cuántos sellos metió ahí Yui? ¿Sabes cuánto le gustó la idea? Sólo te digo que hemos tenido que tener mucho cuidado para sacarla. Tanta polvora podría haber creado un puto tsunami en el lago de Amegakure.
—Ex... ¿Explosivos? —repitió ella, absolutamente horrorizada. Comprendía por qué Aiko había sido castigada de aquella manera tan terrorífica, pero utilizar sellos explosivos para asegurar el cautiverio de la joven le parecía del todo horrible.
Sobre todo ahora que ella había pasado por una situación similar, y aún así incomparable. Pero, nuevamente, no era quién para discutir dichas decisiones...
Fue entonces cuando atravesaron el torii carmesí y salieron del bosque sagrado. Al otro lado de la verja, el espacio se abrió de repente y Ayame se detuvo de golpe, maravillada. Olvidándose de su lacerante debilidad, la muchacha se soltó de Shanise y se separó de ella, avanzando unos pasos. Extendió los brazos y respiró hondo el aire que la recibió. Un aire rebosante de una libertad prometida. Se dejó inundar por los múltiples olores que le llegaron. Se dejó deleitar por la visión de las flores que crecían aquí y allá, creando parches de color sobre la alfombra de hierba. Más allá, sus ojos divisaron las difusas siluetas de las diferentes construcciones que completaban el Valle de los Dojos, cada una de ellas cargada de recuerdos y de sentimientos lejanos.
Ayame dejó caer los brazos al recordar algo.
—Shanise-senpai, ¿Yui-sama está muy enfadada conmigo? —preguntó, sin poder reprimir un escalofrío.
—Ex... ¿Explosivos? —repitió ella, absolutamente horrorizada. Comprendía por qué Aiko había sido castigada de aquella manera tan terrorífica, pero utilizar sellos explosivos para asegurar el cautiverio de la joven le parecía del todo horrible.
Sobre todo ahora que ella había pasado por una situación similar, y aún así incomparable. Pero, nuevamente, no era quién para discutir dichas decisiones...
Fue entonces cuando atravesaron el torii carmesí y salieron del bosque sagrado. Al otro lado de la verja, el espacio se abrió de repente y Ayame se detuvo de golpe, maravillada. Olvidándose de su lacerante debilidad, la muchacha se soltó de Shanise y se separó de ella, avanzando unos pasos. Extendió los brazos y respiró hondo el aire que la recibió. Un aire rebosante de una libertad prometida. Se dejó inundar por los múltiples olores que le llegaron. Se dejó deleitar por la visión de las flores que crecían aquí y allá, creando parches de color sobre la alfombra de hierba. Más allá, sus ojos divisaron las difusas siluetas de las diferentes construcciones que completaban el Valle de los Dojos, cada una de ellas cargada de recuerdos y de sentimientos lejanos.
Ayame dejó caer los brazos al recordar algo.
—Shanise-senpai, ¿Yui-sama está muy enfadada conmigo? —preguntó, sin poder reprimir un escalofrío.