21/10/2015, 22:42
Por suerte, Blame cedió con facilidad a su deseo, y Ayame salió prácticamente disparada hacia las escaleras. No tardó en subirlas más que unos pocos segundos, y terminó por atravesar el portón con la misma rapidez mientras esquivaba a las personas que pasaban por allí.
Tras la recepción se encontraron en una nueva sala, más fastuosa aún si cabía. La luz de las lámparas arrancaba cegadores destellos del dorado y los metales que inundaban la habitación. Más columnas de marmol sujetaban el alto techo abovedado y por doquier la exhibición se abría con diversas muestras de un poderío militar difícilmente abarcable por la imaginación.
—Vaya... —murmuró Ayame, fascinada.
Sin embargo, aquel lugar también estaba atestado de más personas como ellos. Se hacía muy difícil caminar en aquel lugar, y aún más difícil era acercarse a las vitrinas de exhibición. Sin embargo, obstinada como sólo ella podía ser, Ayame se acercó a la más cercana y se puso de puntillas tratando de ver algo. Tan sólo llegó a atisbar, entre las decenas de cabezas más altas que ella, un pedacito de lo que parecía ser un arco compuesto por cristales de hielo y superficie de zafiro.
—¡Jo! ¡Quiero verlo!
A unos pocos metros de ellos, una figura blanca como la nieve traspasó la puerta de la derecha...
Tras la recepción se encontraron en una nueva sala, más fastuosa aún si cabía. La luz de las lámparas arrancaba cegadores destellos del dorado y los metales que inundaban la habitación. Más columnas de marmol sujetaban el alto techo abovedado y por doquier la exhibición se abría con diversas muestras de un poderío militar difícilmente abarcable por la imaginación.
—Vaya... —murmuró Ayame, fascinada.
Sin embargo, aquel lugar también estaba atestado de más personas como ellos. Se hacía muy difícil caminar en aquel lugar, y aún más difícil era acercarse a las vitrinas de exhibición. Sin embargo, obstinada como sólo ella podía ser, Ayame se acercó a la más cercana y se puso de puntillas tratando de ver algo. Tan sólo llegó a atisbar, entre las decenas de cabezas más altas que ella, un pedacito de lo que parecía ser un arco compuesto por cristales de hielo y superficie de zafiro.
—¡Jo! ¡Quiero verlo!
A unos pocos metros de ellos, una figura blanca como la nieve traspasó la puerta de la derecha...