19/03/2019, 14:22
—¡Escúchame!
Oh, sí, Datsue le escuchó. Nadie podía decir que el Uchiha no fuese un buen oyente. Incluso los senseis de su Academia tenían que reconocerlo, más allá de que, mientras daban la lección, se entretuviese pintarrajeando el pupitre o lanzando notitas a sus compañeros de clase. En aquel caso, lo que Datsue hizo fue mover un dedo. El meñique de la mano izquierda.
Porque sí, quizá Daruu había perdido sus ojos, pero seguía conservando su visión. Esa con la que uno nace o no nace, y que es imposible de robar, como la propia alma. En efecto, el shuriken lanzado por Datsue llevaba un hilo atado, y cuando ya había recorrido suficiente distancia, el Uchiha creyó conveniente hacerle cambiar de rumbo.
Mientras tanto, sus voluntades entrechocaron en un sonoro estallido metálico. Cada uno con sus propias motivaciones. Cada uno con sus propios sentimientos alimentando la fuerza de sus aceros. Y el de Daruu… El de Daruu empezó a atravesar el filo de Datsue como si se tratase de mantequilla.
El shuriken seguía dando vueltas, en círculos cada vez más pequeños cuyo centro eran ellos dos. Envolviéndolos. Enredándolos en un abrazo mortal.
Si no se apartaba ahora, iba a estar en problemas. En problemas serios. Pero se negaba a hacerlo. ¡Se negaba! Porque hacerlo, sería admitir que la determinación de Daruu era mayor. Que, quizá, hasta llevaba razón. Y no podía aceptar eso. Aunque aquello le costase la vida, no podía.
No, esta vez no iba a rendirse. No iba a huir. No, no iba a hacerlo. ¡No iba a hacerlo! ¡¡¡No iba a hacerlo!!!
—¡¡¡AAAAAAAAAHHHHHHHHHHH!!!
Desquiciado, se tiró hacia adelante y tomó el hombro derecho de Daruu con su mano izquierda, atrayéndole hacia él. El filo de su ninjatō se partió en dos, y él siguió hacia adelante, sin importarle que el acero de Daruu lamiese su piel. Sin importarle que, con ello, firmase su propia sentencia de muerte. Avanzó cual kamikaze, rajando el abdomen de Daruu con la hoja rota.
El shuriken finalmente se enganchó a un costado de Daruu, y el Uchiha terminó por soltar el ninjatō y abrazarse a él con ambas manos. Su mejilla derecha pegada a la mejilla izquierda de él.
—No fue por egoísmo —le susurró al oído, mientras sentía cómo la vida se le escapaba entre los dedos, entumecidos—. Podía haber fingido, podía haber hecho como que ya había olvidado todo y hacer las paces con ella. Pero eso hubiese sido vendar una herida infectada. Por fuera, aparentemente curada. Por dentro, sigue pudriéndose y matándote.
»Yo le eché alcohol —se esforzó por continuar. Tenía frío. Mucho frío—. Sí, duele más al principio, ¡pero era la única forma de arreglarlo de verdad! Así hice con mi Hermano, cuando le jodí con aquella revista en el torneo. Así hice con Kaido, como te prometí. Y así iba a hacer con ella. Cómo coño iba a saber yo que era la jodida Jinchuuriki, ¿eh?
Datsue se abrazó con todavía más fuerza a él, como si fuese un viejo amante al que no quería dejar escapar.
—Al final conseguiste herir a un Hermano del Desierto con una de esas, ¿huh? —Al Hermano pequeño. Al Hermano débil—. Pero no te voy a dar la satisfacción de que me mates… —masculló con rabia. Él era el Intrépido. El Matakages. Incluso en sus últimos momentos, tenía una reputación que mantener—. Si voy a morir…
Daruu notó como las manos de él se entrelazaban tras su espalda. Serpiente. Dragón. Liebre. Tigre.
—¡¡¡Lo haré bajo mis propios términos!!! —Se llevó la zurda a la boca, y el hilo que les envolvía se volvió rojo, como el hilo rojo del destino. El fuego abrazó a ambos por igual, como un padre a sus dos retoños, antes de que el estallido les separase, quizá, por última vez.
El cuerpo de Datsue salió disparado hacia atrás, cayendo sobre la superficie del río como un peso muerto. Sus ojos perdieron el rojo del Sharingan. También el brillo zorruno que tanto le caracterizaban. Se hundía, y así lo hacía también su mente, sumergiéndose en un abismo de oscuridad. Había recibido demasiadas heridas. Su cuerpo había alcanzado su límite. Iba a morir, pero iba a morir bajo su propio fuego.
Arriba, en el cielo, las nubes formaron un remolino y un rayo de sol salió disparado hacia él.
Esbozó una sonrisa triste. Su último pensamiento no fue para Aiko. Ni para Eri. O Nabi. Su último pensamiento fue para Akame.
«Perdóname, Hermano…»
1 AO mantenida
1 AO nueva
1 AO revelada: En el post anterior, el shuriken llevaba un hilo metálico atado.
Oh, sí, Datsue le escuchó. Nadie podía decir que el Uchiha no fuese un buen oyente. Incluso los senseis de su Academia tenían que reconocerlo, más allá de que, mientras daban la lección, se entretuviese pintarrajeando el pupitre o lanzando notitas a sus compañeros de clase. En aquel caso, lo que Datsue hizo fue mover un dedo. El meñique de la mano izquierda.
Porque sí, quizá Daruu había perdido sus ojos, pero seguía conservando su visión. Esa con la que uno nace o no nace, y que es imposible de robar, como la propia alma. En efecto, el shuriken lanzado por Datsue llevaba un hilo atado, y cuando ya había recorrido suficiente distancia, el Uchiha creyó conveniente hacerle cambiar de rumbo.
Mientras tanto, sus voluntades entrechocaron en un sonoro estallido metálico. Cada uno con sus propias motivaciones. Cada uno con sus propios sentimientos alimentando la fuerza de sus aceros. Y el de Daruu… El de Daruu empezó a atravesar el filo de Datsue como si se tratase de mantequilla.
El shuriken seguía dando vueltas, en círculos cada vez más pequeños cuyo centro eran ellos dos. Envolviéndolos. Enredándolos en un abrazo mortal.
Si no se apartaba ahora, iba a estar en problemas. En problemas serios. Pero se negaba a hacerlo. ¡Se negaba! Porque hacerlo, sería admitir que la determinación de Daruu era mayor. Que, quizá, hasta llevaba razón. Y no podía aceptar eso. Aunque aquello le costase la vida, no podía.
No, esta vez no iba a rendirse. No iba a huir. No, no iba a hacerlo. ¡No iba a hacerlo! ¡¡¡No iba a hacerlo!!!
—¡¡¡AAAAAAAAAHHHHHHHHHHH!!!
Desquiciado, se tiró hacia adelante y tomó el hombro derecho de Daruu con su mano izquierda, atrayéndole hacia él. El filo de su ninjatō se partió en dos, y él siguió hacia adelante, sin importarle que el acero de Daruu lamiese su piel. Sin importarle que, con ello, firmase su propia sentencia de muerte. Avanzó cual kamikaze, rajando el abdomen de Daruu con la hoja rota.
El shuriken finalmente se enganchó a un costado de Daruu, y el Uchiha terminó por soltar el ninjatō y abrazarse a él con ambas manos. Su mejilla derecha pegada a la mejilla izquierda de él.
—No fue por egoísmo —le susurró al oído, mientras sentía cómo la vida se le escapaba entre los dedos, entumecidos—. Podía haber fingido, podía haber hecho como que ya había olvidado todo y hacer las paces con ella. Pero eso hubiese sido vendar una herida infectada. Por fuera, aparentemente curada. Por dentro, sigue pudriéndose y matándote.
»Yo le eché alcohol —se esforzó por continuar. Tenía frío. Mucho frío—. Sí, duele más al principio, ¡pero era la única forma de arreglarlo de verdad! Así hice con mi Hermano, cuando le jodí con aquella revista en el torneo. Así hice con Kaido, como te prometí. Y así iba a hacer con ella. Cómo coño iba a saber yo que era la jodida Jinchuuriki, ¿eh?
Datsue se abrazó con todavía más fuerza a él, como si fuese un viejo amante al que no quería dejar escapar.
—Al final conseguiste herir a un Hermano del Desierto con una de esas, ¿huh? —Al Hermano pequeño. Al Hermano débil—. Pero no te voy a dar la satisfacción de que me mates… —masculló con rabia. Él era el Intrépido. El Matakages. Incluso en sus últimos momentos, tenía una reputación que mantener—. Si voy a morir…
Daruu notó como las manos de él se entrelazaban tras su espalda. Serpiente. Dragón. Liebre. Tigre.
—¡¡¡Lo haré bajo mis propios términos!!! —Se llevó la zurda a la boca, y el hilo que les envolvía se volvió rojo, como el hilo rojo del destino. El fuego abrazó a ambos por igual, como un padre a sus dos retoños, antes de que el estallido les separase, quizá, por última vez.
El cuerpo de Datsue salió disparado hacia atrás, cayendo sobre la superficie del río como un peso muerto. Sus ojos perdieron el rojo del Sharingan. También el brillo zorruno que tanto le caracterizaban. Se hundía, y así lo hacía también su mente, sumergiéndose en un abismo de oscuridad. Había recibido demasiadas heridas. Su cuerpo había alcanzado su límite. Iba a morir, pero iba a morir bajo su propio fuego.
Arriba, en el cielo, las nubes formaron un remolino y un rayo de sol salió disparado hacia él.
Esbozó una sonrisa triste. Su último pensamiento no fue para Aiko. Ni para Eri. O Nabi. Su último pensamiento fue para Akame.
«Perdóname, Hermano…»
1 AO mantenida
1 AO nueva
1 AO revelada: En el post anterior, el shuriken llevaba un hilo metálico atado.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado