19/03/2019, 20:18
—¡La madre que te parió! —protestó. chasqueando la lengua—. ¡Dijimos que hoy no hablaríamos más de cosas de ninja! ¡Y me da igual lo que digas, "mañana" para mi es cuando me despierto al día siguiente no aho...!
Pero Daruu tuvo que interrumpirse a mitad de frase, cuando Ayame volvió la cabeza hacia él y le miró con ojos grandes, penetrantes y brillantes como los de un cachorrito.
—¡Aagggh! Está bien... está bien —accedió finalmente, apartando la mirada.
Y ella esbozó una radiante sonrisa, sabiéndose victoriosa. Había veces que no necesitaba hacer uso de sus ilusiones para que Daruu accediera a sus deseos. Una pequeño puchero, una simple mirada, y era suyo para que comiera en la palma de su mano.
—Cuando mi madre perdió los ojos, tú le enseñaste una técnica que le cambió la vida. Hablo de tu ecolocación, claro —comenzó a explicar, y ella le escuchó con atención—. A partir de entonces volvió... a ser ella misma. Le permitió seguir horneando, aunque fuese en casa. Desenvolverse en el día a día. La ayudaste muchísimo, Ayame. Y yo pensé que era genial que el Ninjutsu sirviese para ayudar así a los seres queridos...
—No fue para tanto... —dijo ella, con las mejillas arreboladas—. Quería ayudarla de alguna manera, y fue lo único que se me ocurrió.
Pero él no había terminado de hablar.
—Luego, cuando los Generales te interceptaron y estuviste tanto tiempo en el calabozo con el sello revertido... no pude dejar de pensar, continuamente, en qué habría pasado si tú también hubieses conocido una técnica suya... podrías haber salido de allí en un instante. Podrías haber huido. Podrías haberte librado de todo este calvario, Ayame. Y pensé que entre compañeros, tanto secretismo con las técnicas es inútil. Podemos ayudarnos, como tú hiciste con mi madre —Daruu hizo una pausa de varios segundos, y Ayame le miró con la cabeza ladeada. ¿Acaso estaba sugiriendo...?—. Te enseñaré el Chiishio Kuchiyose, Ayame. Así no tendrás que tener miedo cada vez que salgas de la aldea. Estarás siempre a unos breves segundos de volver a tu casa, sana y salva, con tu familia... o conmigo. Siempre.
La revelación cayó sobre ella como un pesado mazo. Ayame se quedó boquiabierta, sin saber muy bien qué decir, qué pensar o como reaccionar. Y se quedó así durante varios largos segundos, absolutamente petrificada.
—D... ¿De verdad? Pero... ¿Estás seguro de querer enseñarme una técnica tan importante para vosotros? —balbuceó, con un débil hilo de voz—. Además, conociendo su poder... puede que ni eso fuera suficiente. ¡Yo intenté huir! Pero mis alas de agua no sirvieron... Me abatió en el aire con un solo golpe...
Pero Daruu tuvo que interrumpirse a mitad de frase, cuando Ayame volvió la cabeza hacia él y le miró con ojos grandes, penetrantes y brillantes como los de un cachorrito.
—¡Aagggh! Está bien... está bien —accedió finalmente, apartando la mirada.
Y ella esbozó una radiante sonrisa, sabiéndose victoriosa. Había veces que no necesitaba hacer uso de sus ilusiones para que Daruu accediera a sus deseos. Una pequeño puchero, una simple mirada, y era suyo para que comiera en la palma de su mano.
—Cuando mi madre perdió los ojos, tú le enseñaste una técnica que le cambió la vida. Hablo de tu ecolocación, claro —comenzó a explicar, y ella le escuchó con atención—. A partir de entonces volvió... a ser ella misma. Le permitió seguir horneando, aunque fuese en casa. Desenvolverse en el día a día. La ayudaste muchísimo, Ayame. Y yo pensé que era genial que el Ninjutsu sirviese para ayudar así a los seres queridos...
—No fue para tanto... —dijo ella, con las mejillas arreboladas—. Quería ayudarla de alguna manera, y fue lo único que se me ocurrió.
Pero él no había terminado de hablar.
—Luego, cuando los Generales te interceptaron y estuviste tanto tiempo en el calabozo con el sello revertido... no pude dejar de pensar, continuamente, en qué habría pasado si tú también hubieses conocido una técnica suya... podrías haber salido de allí en un instante. Podrías haber huido. Podrías haberte librado de todo este calvario, Ayame. Y pensé que entre compañeros, tanto secretismo con las técnicas es inútil. Podemos ayudarnos, como tú hiciste con mi madre —Daruu hizo una pausa de varios segundos, y Ayame le miró con la cabeza ladeada. ¿Acaso estaba sugiriendo...?—. Te enseñaré el Chiishio Kuchiyose, Ayame. Así no tendrás que tener miedo cada vez que salgas de la aldea. Estarás siempre a unos breves segundos de volver a tu casa, sana y salva, con tu familia... o conmigo. Siempre.
La revelación cayó sobre ella como un pesado mazo. Ayame se quedó boquiabierta, sin saber muy bien qué decir, qué pensar o como reaccionar. Y se quedó así durante varios largos segundos, absolutamente petrificada.
—D... ¿De verdad? Pero... ¿Estás seguro de querer enseñarme una técnica tan importante para vosotros? —balbuceó, con un débil hilo de voz—. Además, conociendo su poder... puede que ni eso fuera suficiente. ¡Yo intenté huir! Pero mis alas de agua no sirvieron... Me abatió en el aire con un solo golpe...