19/03/2019, 23:21
Daruu abrió entonces los ojos. ¿Qué había sido de su oponente? Oteó un bulto borroso a algunos metros de distancia. Por todos los dioses, si estaba sangrando más que él. Rugió dentro del agua, emitiendo un cúmulo de burbujas, y todavía sujetándose el abdomen, se impulsó nadando para llegar hasta él.
Nadie podría decir que Daruu no odiaba a Datsue por todo lo que había hecho. Pero tampoco nadie podría negar otras dos cosas: la primera, que ambos mantenían un vínculo especial, que se habían contado secretos que a nadie más habían hecho. Que quizás, no sólo se odiaban mutuamente, sino que también a los dos les jodía tener que hacerlo. Uno, por Ayame. El otro, por Akame, por Keisuke. La segunda, que ambos sabían que ante las fauces de Kurama, acechantes, la única esperanza era mantener aquella Alianza bien fortalecida. Y que eso también les jodía.
Por eso Daruu nadó hasta Datsue, y abrazó su moribundo cuerpo, que se ahogaba. Tras rodearlo con los brazos, juntó las manos en seis humildes y lánguidos sellos.
«No puedo dejarte morir, cabronazo. No puedo...»
La sangre en el río brilló una última vez más, firmando un breve armisticio.
Muy lejos, en la cabaña de vacaciones de la familia Amedama en Yachi —o más bien ya tristemente el lugar de paso de Chishio Kuchiyose de la familia Amedama—, un alarmado Daruu trataba de taponar la herida de Uchiha Datsue, que seguía sangrando sin remedio. Él mismo había conseguido practicarse los primeros auxilios de forma algo lamentable, y sus manos seguían sangrando por heridas a medio cerrar.
Se había cargado a Datsue. Joder, tenía el pulso débil. Joder, la Alianza. Estaba jodido.
Estaba jodidísimo.
Si es que sabía que no se iba a poder controlar. Que si se encontraba con la sucia rata esa iba a lanzarse a morderle el cuello. Que los discursos de Kori-sensei jamás aplicarían para alguien como él.
Y aún así, se sorprendía a sí mismo intentando salvarle la vida.
¿...sólo por la Alianza?
Nadie podría decir que Daruu no odiaba a Datsue por todo lo que había hecho. Pero tampoco nadie podría negar otras dos cosas: la primera, que ambos mantenían un vínculo especial, que se habían contado secretos que a nadie más habían hecho. Que quizás, no sólo se odiaban mutuamente, sino que también a los dos les jodía tener que hacerlo. Uno, por Ayame. El otro, por Akame, por Keisuke. La segunda, que ambos sabían que ante las fauces de Kurama, acechantes, la única esperanza era mantener aquella Alianza bien fortalecida. Y que eso también les jodía.
Por eso Daruu nadó hasta Datsue, y abrazó su moribundo cuerpo, que se ahogaba. Tras rodearlo con los brazos, juntó las manos en seis humildes y lánguidos sellos.
«No puedo dejarte morir, cabronazo. No puedo...»
La sangre en el río brilló una última vez más, firmando un breve armisticio.
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Muy lejos, en la cabaña de vacaciones de la familia Amedama en Yachi —o más bien ya tristemente el lugar de paso de Chishio Kuchiyose de la familia Amedama—, un alarmado Daruu trataba de taponar la herida de Uchiha Datsue, que seguía sangrando sin remedio. Él mismo había conseguido practicarse los primeros auxilios de forma algo lamentable, y sus manos seguían sangrando por heridas a medio cerrar.
Se había cargado a Datsue. Joder, tenía el pulso débil. Joder, la Alianza. Estaba jodido.
Estaba jodidísimo.
Si es que sabía que no se iba a poder controlar. Que si se encontraba con la sucia rata esa iba a lanzarse a morderle el cuello. Que los discursos de Kori-sensei jamás aplicarían para alguien como él.
Y aún así, se sorprendía a sí mismo intentando salvarle la vida.
¿...sólo por la Alianza?