22/03/2019, 05:04
—En verdad espero que sea cómo dices— contestó seco. —Pero volviendo a lo que nos incumbe ahora, ¿alguna noción de dónde pueda estar Asobu? La pelirroja me dijo que el princeso cuando no está ayudando al doctor suele venir al hotel a pasar el rato cantando en las tardes musicales. Si no está ni aquí ni en la clínica, nuestros sitios para buscar se agrandan pero se reducen nuestras probabilidades de encontrarlo a tiempo.
Una gota de sudor frío resbalaba por su cabeza, ¿en verdad no iba a poder ayudar cuando realmente le necesitaban? Pensó entonces, ¿que haría su abuelo en su lugar? "Maldecir a medio mundo cómo un puto paranoico malhumorado... Creo que mejor sigo el ejemplo de mamá." Y entonces en lugar de maldecir, empezaría a sospechar.
—¿Y si no falta ninguna pieza?— Volteó a verlo de reojo. —Quizás, estamos encajando mal todo—. Nunca se habían sentado a trabajar concienzudamente, cada quién se fue por su camino cómo mejor le convenía y quiera que no, ciertos detalles que podrían ser útiles. —Mucha mala suerte es que la única persona capaz de ayudarlo haya desaparecido en un momento crítico... Intentaré irme por otro rumbo y si lo encuentro antes que tú le informaré de lo que está sucediendo para que vaya a auxiliar al señor Hayashi.
Si no le detenían, saldría del hotel y se separaría, tratando así de cubrir más terreno al dividirse.
Utage corría a toda la velocidad que sus piernas de oficinista pueblerino le permitían, siendo que a medio camino ya estaba jadeando cómo un perro encadenado. Imagínense si de verdad el camino hubiese largo, el pobre se desmayaba del esfuerzo. Eso sí, en cuanto estuviesen a apenas unos cuatro metros del complejo habitacional encontrarían a una chica. Conocida sí, con cara de preocupación, sí. Pero no era la chica a la que ellos buscaban.
—¿Nee-san?— Exclamaría con los ojos cómo huevos.
—¿Y ustedes qué hacen aquí?— No sonaba agresiva cómo de costumbre, sino que estaba seria.
Cualquier persona con mínimo conocimiento de lo que implicaba un paro cardiorespiratorio haría lo mismo que el Uchiha, pero a la inversa. Todo, absolutamente todo, todo su proceder estaba al revés, desde el inicio.
Los presentes no podían sino cuchichear, mientras otros empezaban a rezar a su piadoso dios de Shirotora para que no les arrancase a aquella persona tan benevolente que tantas alegrías les había dado. Pero parece que la deidad estaba molesta, pues aquellos que le rezaban habían olvidado su nombre y sólo le invocaban en las penurias. Nunca le dieron las gracias cuando debieron.
Una gota de sudor frío resbalaba por su cabeza, ¿en verdad no iba a poder ayudar cuando realmente le necesitaban? Pensó entonces, ¿que haría su abuelo en su lugar? "Maldecir a medio mundo cómo un puto paranoico malhumorado... Creo que mejor sigo el ejemplo de mamá." Y entonces en lugar de maldecir, empezaría a sospechar.
—¿Y si no falta ninguna pieza?— Volteó a verlo de reojo. —Quizás, estamos encajando mal todo—. Nunca se habían sentado a trabajar concienzudamente, cada quién se fue por su camino cómo mejor le convenía y quiera que no, ciertos detalles que podrían ser útiles. —Mucha mala suerte es que la única persona capaz de ayudarlo haya desaparecido en un momento crítico... Intentaré irme por otro rumbo y si lo encuentro antes que tú le informaré de lo que está sucediendo para que vaya a auxiliar al señor Hayashi.
Si no le detenían, saldría del hotel y se separaría, tratando así de cubrir más terreno al dividirse.
***
Utage corría a toda la velocidad que sus piernas de oficinista pueblerino le permitían, siendo que a medio camino ya estaba jadeando cómo un perro encadenado. Imagínense si de verdad el camino hubiese largo, el pobre se desmayaba del esfuerzo. Eso sí, en cuanto estuviesen a apenas unos cuatro metros del complejo habitacional encontrarían a una chica. Conocida sí, con cara de preocupación, sí. Pero no era la chica a la que ellos buscaban.
—¿Nee-san?— Exclamaría con los ojos cómo huevos.
—¿Y ustedes qué hacen aquí?— No sonaba agresiva cómo de costumbre, sino que estaba seria.
***
Cualquier persona con mínimo conocimiento de lo que implicaba un paro cardiorespiratorio haría lo mismo que el Uchiha, pero a la inversa. Todo, absolutamente todo, todo su proceder estaba al revés, desde el inicio.
Los presentes no podían sino cuchichear, mientras otros empezaban a rezar a su piadoso dios de Shirotora para que no les arrancase a aquella persona tan benevolente que tantas alegrías les había dado. Pero parece que la deidad estaba molesta, pues aquellos que le rezaban habían olvidado su nombre y sólo le invocaban en las penurias. Nunca le dieron las gracias cuando debieron.