25/03/2019, 17:34
Se dice que toda historia tiene un principio, un nudo y un desenlace. Todo el mundo tiene claro dónde debe estar el final de una historia bien contada. Allí dónde el héroe se alza al fin sobre sus enemigos. O, en un giro imprevisto, donde sucumbe finalmente ante ellos. El nudo puede tener más o menos relleno, pero de igual modo la mayoría coincide en los puntos importantes que no pueden faltar. Pero el comienzo de una historia… Oh, eso era cosa de otro cantar.
Por ejemplo, ¿dónde había empezado aquella historia para Hōzuki Chokichi? ¿Había sido en la Academia, cuando ni sus propios compañeros le tomaban en serio y era tan decepcionante como ninja que repitió curso? ¿Había sido cuando tomó esa primera fotografía de Akame y Koko besándose? ¿Cuándo sintió —y disfrutó— de ese breve momento de poder infinito? ¿O había sido más tarde, cuando publicó una revista incendiaria y reveladora sobre los Hermanos del Desierto?
Quizá, para esta historia concreta, la entrada en escena de Hōzuki Chokichi podía darse tan solo tres meses atrás, cuando Akame descubrió que Chokichi poseía fotografías comprometedoras sobre su persona y, tras robárselas y torturarle —con un Genjutsu—, decidió que lo mejor era tomarle como pupilo. Tratar de transmitirle algo de… patriotismo. ¿Saben lo que Chokichi pensó exactamente, cuando le hizo semejante propuesta?
Estos fueron exactamente sus pensamientos:
Akame tenía razón. Sí, vaya que si la tenía. Y supo que tenía que aceptar su propuesta, con una claridad abrumadora. Porque su momento había llegado. Ese que tanto había estado esperando. Ese por el que tanto se había roto la cabeza. Una oportunidad, única en la vida, de…
… de descubrir quién era Akame realmente. Y de hundirle, de una vez por todas, junto a Datsue. Pero tenía que jugar sus cartas con extrema cautela. Uchiha Datsue tenía más labia, más desparpajo y mayor convicción que él. Y, aún así, ya casi no había una sola persona en Oonindo que le creyese ni una sola palabra. Porque se había venido demasiado arriba. Porque se había creído más listo que nadie. Porque había abusado de su don. Y, eso, había sido su perdición.
Él no sería así. Jugaría su papel de chico débil deseoso de una nueva oportunidad. De la oportunidad que Uchiha Akame le brindaba de ser alguien importante. Sería sumiso, diligente. Aprovecharía sus lecciones y trataría de aprender. Pero, en el fondo, en el poso de su alma, una semilla. Tan pequeña e invisible como una mota de polvo. No haría preguntas extrañas. No investigaría el pasado de Akame. Ni le vigilaría para sacar fotos comprometedoras.
No, simplemente esperaría, como un pez raya bajo la arena. Esperando...
Esperando...
Esperando.
—Buenas noches, Chokichi-san.
El pez raya asomó los ojos fuera de la arena…
—¿Estás decidido a hacerlo?
…y la semilla que había dejado enterrada en lo más profundo de su alma floreció al fin en una preciosa flor de cerezo carmesí.
—Lo estoy. —Oh, sí. Quizá su historia se iniciaba tres meses atrás. Pero, para Uchiha Akame, para la historia de su caída, no había mejor momento para empezarla que aquel preciso instante. Aquel glorioso y orgásmico instante.
Por ejemplo, ¿dónde había empezado aquella historia para Hōzuki Chokichi? ¿Había sido en la Academia, cuando ni sus propios compañeros le tomaban en serio y era tan decepcionante como ninja que repitió curso? ¿Había sido cuando tomó esa primera fotografía de Akame y Koko besándose? ¿Cuándo sintió —y disfrutó— de ese breve momento de poder infinito? ¿O había sido más tarde, cuando publicó una revista incendiaria y reveladora sobre los Hermanos del Desierto?
Quizá, para esta historia concreta, la entrada en escena de Hōzuki Chokichi podía darse tan solo tres meses atrás, cuando Akame descubrió que Chokichi poseía fotografías comprometedoras sobre su persona y, tras robárselas y torturarle —con un Genjutsu—, decidió que lo mejor era tomarle como pupilo. Tratar de transmitirle algo de… patriotismo. ¿Saben lo que Chokichi pensó exactamente, cuando le hizo semejante propuesta?
Estos fueron exactamente sus pensamientos:
Akame tenía razón. Sí, vaya que si la tenía. Y supo que tenía que aceptar su propuesta, con una claridad abrumadora. Porque su momento había llegado. Ese que tanto había estado esperando. Ese por el que tanto se había roto la cabeza. Una oportunidad, única en la vida, de…
… de descubrir quién era Akame realmente. Y de hundirle, de una vez por todas, junto a Datsue. Pero tenía que jugar sus cartas con extrema cautela. Uchiha Datsue tenía más labia, más desparpajo y mayor convicción que él. Y, aún así, ya casi no había una sola persona en Oonindo que le creyese ni una sola palabra. Porque se había venido demasiado arriba. Porque se había creído más listo que nadie. Porque había abusado de su don. Y, eso, había sido su perdición.
Él no sería así. Jugaría su papel de chico débil deseoso de una nueva oportunidad. De la oportunidad que Uchiha Akame le brindaba de ser alguien importante. Sería sumiso, diligente. Aprovecharía sus lecciones y trataría de aprender. Pero, en el fondo, en el poso de su alma, una semilla. Tan pequeña e invisible como una mota de polvo. No haría preguntas extrañas. No investigaría el pasado de Akame. Ni le vigilaría para sacar fotos comprometedoras.
No, simplemente esperaría, como un pez raya bajo la arena. Esperando...
Esperando...
Esperando.
—Buenas noches, Chokichi-san.
El pez raya asomó los ojos fuera de la arena…
—¿Estás decidido a hacerlo?
…y la semilla que había dejado enterrada en lo más profundo de su alma floreció al fin en una preciosa flor de cerezo carmesí.
—Lo estoy. —Oh, sí. Quizá su historia se iniciaba tres meses atrás. Pero, para Uchiha Akame, para la historia de su caída, no había mejor momento para empezarla que aquel preciso instante. Aquel glorioso y orgásmico instante.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado