25/03/2019, 18:53
La mujer conocida, entre otros nombres, como Kunie sonrió debajo de su capucha. Aquel muchachito rencoroso, frustrado y acomplejado era cuanto necesitaba para conseguir su objetivo más inmediato; una herramienta para hacer llegar la información que tenía a los ojos y oídos adecuados. ¡Y lo mejor era que ni siquiera había tenido que molestarse más que en sustraerle aquellas fotos a su pupilo! Cosa que, para ella, había resultado sencillo. «Además, quien roba a un ladrón, ya se sabe...» La respuesta de Chokichi fue exactamente la que ella había esperado; Kunie ni siquiera había tenido que barajar a otros candidatos. Desde el momento en el que Akame había descubierto aquellas fotos comprometedoras en poder del Hozuki, la misteriosa mujer de ojos de ámbar había sabido que Chokichi sería su carruaje hacia el siguiente punto de una intrincada y larguísima hoja de ruta. Casi podía oler su ambición en el aire, sus ansias de venganza, el rencor que supuraba por cada poro de su piel. A ojos de Kunie, las Aldeas ninja eran una máquina de fabricar frustrados como aquel jovencito que se convertían —en el mejor de los casos— en almas en pena que nunca llegarían a nada, o —en el peor— en bombas de relojería andantes.
En aquel caso, por fortuna, Hozuki Chokichi estaba muy, muy cerca de detonar.
Kunie se acercó con un par de gráciles pasos y le ofreció el sobre a su contacto. Al joven chuunin que estaba a punto de destruir la carrera de uno de los shinobi más prolíficos del Remolino. Aunque, para ella, lo que Chokichi —y por extensión, ella misma— estaba haciendo no era destrozar nada; no se trataba de arrasar con nadie. Sino de abrirle los ojos a un muchacho demasiado soñador que había perdido el Norte y a su verdadero propósito por el camino. Era hora de recordarle para qué existía, para qué había sido concebido Uchiha Akame.
—Guárdalas bien, sería una verdadera lástima que las perdieses de nuevo —canturreó Kunie—. Dentro de un par de días, cuando el paquete se haya enfriado, podrás filtrarlas... Estoy segura de que te harán jōnin si Hanabi-sama sabe valorar tus imprescindibles contribuciones a la Aldea, Chokichi-san.
Claro que, aquel pobre diablo no tenía ni idea de con quién estaba tratando. La versión que había montado Kunie sugería que todo era un golpe orquestado desde dentro, de compañeros descontentos y enemigos que querían ver caer a los Hermanos del Desierto. Y aquella historia tenía tanto gancho, porque Hōzuki Chokichi podía contarse a sí mismo fácilmente entre los miembros de aquella insigne asociación.
—Ah, y, Chokichi-san... Yo en tu lugar tendría cuidado de acercarme demasiado a cierto Uchiha durante estos días. Dudo que se dé cuenta de que algo va mal, pero un ninja nunca es demasiado precavido, ¿verdad?
En aquel caso, por fortuna, Hozuki Chokichi estaba muy, muy cerca de detonar.
Kunie se acercó con un par de gráciles pasos y le ofreció el sobre a su contacto. Al joven chuunin que estaba a punto de destruir la carrera de uno de los shinobi más prolíficos del Remolino. Aunque, para ella, lo que Chokichi —y por extensión, ella misma— estaba haciendo no era destrozar nada; no se trataba de arrasar con nadie. Sino de abrirle los ojos a un muchacho demasiado soñador que había perdido el Norte y a su verdadero propósito por el camino. Era hora de recordarle para qué existía, para qué había sido concebido Uchiha Akame.
—Guárdalas bien, sería una verdadera lástima que las perdieses de nuevo —canturreó Kunie—. Dentro de un par de días, cuando el paquete se haya enfriado, podrás filtrarlas... Estoy segura de que te harán jōnin si Hanabi-sama sabe valorar tus imprescindibles contribuciones a la Aldea, Chokichi-san.
Claro que, aquel pobre diablo no tenía ni idea de con quién estaba tratando. La versión que había montado Kunie sugería que todo era un golpe orquestado desde dentro, de compañeros descontentos y enemigos que querían ver caer a los Hermanos del Desierto. Y aquella historia tenía tanto gancho, porque Hōzuki Chokichi podía contarse a sí mismo fácilmente entre los miembros de aquella insigne asociación.
—Ah, y, Chokichi-san... Yo en tu lugar tendría cuidado de acercarme demasiado a cierto Uchiha durante estos días. Dudo que se dé cuenta de que algo va mal, pero un ninja nunca es demasiado precavido, ¿verdad?