26/03/2019, 20:22
El jōnin se limitó a sonreír, jocoso, mientras hacia una leve inclinación de cabeza. Aunque ahora ambos estaban a pares en cuestión de rango, para Akame aquel jōnin seguía siendo su maestro y alguien de quien aprender. Raito era un shinobi bregado en mil batallas —que sus cicatrices atestiguaban—, sereno, leal a la Villa, disciplinado y muy inteligente. Era diestro en múltiples formas de combate y controlaba su poder con una precisión tal que, en combate, difícilmente se le veía malgastando su tiempo o energía en un movimiento que no fuese totalmente óptimo. En resumen, Raito era todo aquello en lo que el joven Profesional aspiraba a convertirse; una imagen que le arrojaba el espejo de la ambición cuando se miraba en él, de cara al futuro. Un maestro y un modelo a seguir. Para alguien tan desarraigado como Akame, que había encontrado en Uzu su hogar, una figura como la del veterano jōnin era naturalmente vital.
—Claro que no —respondió a la pregunta retórica de Raito. El jōnin se encendió un pitillo y Akame hizo lo propio sacando una tabaquera de uno de los bolsillos de su chaleco y prendiéndola con su fiel mechero zippo como respuesta cuando Raito le ofreció uno. «Supongo que esto también se me pego de usted, ¿eh, Raito-sensei?»
Los Uchiha fumaron tranquilamente durante unos silenciosos momentos, hasta que el mayor habló.
—Por supuesto, Raito-sensei. Usted... Tú —se corrigió al momento—, has sido un gran maestro para mí. Aquel día yo... Yo estaba perdido, pero con tu ayuda fui capaz de encontrar el camino a casa.
Akame dio otra pitada a su cigarrillo mientras la mención de aquel día evocaba las imágenes de su encuentro con Raito, y los sucesos anteriores. Los Hermanos del Desierto habían peleado casi hasta matarse, teniendo que ser hospitalizados; Akame no había perdonado la chiquillada de Datsue de sacar una revista aprovechándose de su intimidad, y henchido de orgullo por haberse coronado como Campeón del Torneo de los Dojos, se había enfrentado a su compañero.
—¿Qué tal le va a Datsue-kun, Raito-sensei? Hace varios días que no le veo por el campo de entrenamiento.
—Claro que no —respondió a la pregunta retórica de Raito. El jōnin se encendió un pitillo y Akame hizo lo propio sacando una tabaquera de uno de los bolsillos de su chaleco y prendiéndola con su fiel mechero zippo como respuesta cuando Raito le ofreció uno. «Supongo que esto también se me pego de usted, ¿eh, Raito-sensei?»
Los Uchiha fumaron tranquilamente durante unos silenciosos momentos, hasta que el mayor habló.
—Por supuesto, Raito-sensei. Usted... Tú —se corrigió al momento—, has sido un gran maestro para mí. Aquel día yo... Yo estaba perdido, pero con tu ayuda fui capaz de encontrar el camino a casa.
Akame dio otra pitada a su cigarrillo mientras la mención de aquel día evocaba las imágenes de su encuentro con Raito, y los sucesos anteriores. Los Hermanos del Desierto habían peleado casi hasta matarse, teniendo que ser hospitalizados; Akame no había perdonado la chiquillada de Datsue de sacar una revista aprovechándose de su intimidad, y henchido de orgullo por haberse coronado como Campeón del Torneo de los Dojos, se había enfrentado a su compañero.
—¿Qué tal le va a Datsue-kun, Raito-sensei? Hace varios días que no le veo por el campo de entrenamiento.