27/03/2019, 22:36
(Última modificación: 27/03/2019, 22:37 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—Eh, Ayame, ¡espera! —escuchó a su espalda.
Y los pasos de Ayame se detuvo en seco, arrastrando varias briznas de hierba en su ímpetu, y se volvió hacia él con suma lentitud. La mirada de sus ojos era completamente opuesta a la habitual, ahora tan dura como el acero y chispeante e impestuosa como la tormenta de Amenokami. Además, había apretado las manos en sendos puños, que temblaban incontrolables junto a sus costados como si se estuviera concentrando para retenerlos y que no salieran disparados hacia aquel presuntuoso rostro que había aprendido a odiar a lo largo de tantos meses.
—¿Qué quieres, Uchiha? —le espetó, tan cortante como el filo de una katana recién afilada.
—Quería decirte que lo siento, Ayame. Por lo ocurrido en el examen del Chunin. De verdad.
Debía reconocerlo, si algo se le daba rematadamente bien a Datsue era sorprender y dejar sin palabras a su adversario. Ayame se había quedado en blanco de lo súbito e inesperado de la situación, y ahora le miraba con ojos abiertos como platos. Le observaba como si fuera la primera vez que le veía. Uchiha Datsue, ¿el causante de todos sus problemas, disculpándose de golpe y porrazo frente a ella? ¿Después de tantos meses de hacerle prácticamente la vida imposible? Se había jurado no volver a creer a Datsue aunque le estuviera prometiendo que el cielo sobre sus cabezas era azul, ¡pero jamás se habría esperado una patraña tan gorda como aquella!
—¿"Lo siento"? —repitió, en un peligroso siseo, mientras le miraba de arriba a abajo. Ayame se había cruzado de brazos y volviendo a entrecerrar los ojos. Sospecha, ira, las llamas del infierno en sus entrañas removían su interior empujándola hacia delante, al abismo—. Muy bien, Uchiha Datsue, esta vez te has currado la broma, te lo admito, no me la esperaba. Ahora, ¿qué nueva sorpresa tienes para mí? ¿Vas a sellarme algo nuevo? ¿O quizás me vas a ofrecer otro cigarrillo bajo la inofensiva apariencia de una tableta de chocolate? ¡No puedo esperar a saberlo!
Y los pasos de Ayame se detuvo en seco, arrastrando varias briznas de hierba en su ímpetu, y se volvió hacia él con suma lentitud. La mirada de sus ojos era completamente opuesta a la habitual, ahora tan dura como el acero y chispeante e impestuosa como la tormenta de Amenokami. Además, había apretado las manos en sendos puños, que temblaban incontrolables junto a sus costados como si se estuviera concentrando para retenerlos y que no salieran disparados hacia aquel presuntuoso rostro que había aprendido a odiar a lo largo de tantos meses.
—¿Qué quieres, Uchiha? —le espetó, tan cortante como el filo de una katana recién afilada.
—Quería decirte que lo siento, Ayame. Por lo ocurrido en el examen del Chunin. De verdad.
Debía reconocerlo, si algo se le daba rematadamente bien a Datsue era sorprender y dejar sin palabras a su adversario. Ayame se había quedado en blanco de lo súbito e inesperado de la situación, y ahora le miraba con ojos abiertos como platos. Le observaba como si fuera la primera vez que le veía. Uchiha Datsue, ¿el causante de todos sus problemas, disculpándose de golpe y porrazo frente a ella? ¿Después de tantos meses de hacerle prácticamente la vida imposible? Se había jurado no volver a creer a Datsue aunque le estuviera prometiendo que el cielo sobre sus cabezas era azul, ¡pero jamás se habría esperado una patraña tan gorda como aquella!
—¿"Lo siento"? —repitió, en un peligroso siseo, mientras le miraba de arriba a abajo. Ayame se había cruzado de brazos y volviendo a entrecerrar los ojos. Sospecha, ira, las llamas del infierno en sus entrañas removían su interior empujándola hacia delante, al abismo—. Muy bien, Uchiha Datsue, esta vez te has currado la broma, te lo admito, no me la esperaba. Ahora, ¿qué nueva sorpresa tienes para mí? ¿Vas a sellarme algo nuevo? ¿O quizás me vas a ofrecer otro cigarrillo bajo la inofensiva apariencia de una tableta de chocolate? ¡No puedo esperar a saberlo!