28/03/2019, 17:17
Calabaza arrugó los labios en una mueca que oscilaba entre el miedo y el desagrado cuando Kaido le llamó por el nombre de "Comadreja". Meneando la cabeza, el yonki escupió casi sin quererlo.
—Calabaza.
Lo que vino a continuación fue un dardo certero y envenenado al orgullo —inexistente en aquellos días— del anteriormente conocido como Uchiha Akame. Él había sido un ninja de gran prestigio y orgullo profesional, que se tomaba realmente en serio su trabajo y nunca habría tolerado que alguien quisiera enmierdarlo. Sin embargo, el que se alzaba tembloroso y torpe ante Kaido no era un jōnin de Uzushiogakure, sino un muchacho consumido por la culpa, la vergüenza, el rencor y la magia azul. Además, llevaba unos cuantos tragos de aquel whisky tan malo que servían en El Club de la Trucha.
—No... No me importa lo que digas... —replicó Calabaza con aire inferior, como el chico abusado de la clase que trata de negar la ofensa cuando sus compañeros le insultan—. Pelea... Pelea, venga...
Viendo que su antiguo amigo, enemigo, y conocido no tomaba la iniciativa, Akame decidió hacerlo. No porque tuviese intención alguna de ganar el encuentro —creía firmemente que aquello era cosa imposible, y su interés era puramente conseguir otro puñado de billetes que le costearan la magia azul esa noche—, sino porque era consciente de que a los clientes de El Club de la Trucha no le gustaban las peleas paraditas; y, por consiguiente, al Sargento tampoco. Y si al Sargento no le gustaba lo que hacías, entonces no le gustabas tú...
—¡Argh!
Con un gruñido de esfuerzo y dolor —todavía tenía varios moratones de la pelea anterior— Calabaza se abalanzó sobre El Tiburón. Sus brazos flacuchos y fibrosos se movieron con menos destreza y rapidez de la que Kaido habría esperado, dirigiéndole un torpe puñetazo a la mandíbula con la diestra y un directo de zurda a la nariz. Pese a que se podía intuir cierta técnica innata, casi natural, en aquellos movimientos, su cadencia y velocidad eran paupérrimas. Nada que un shinobi —o ex-shinobi— bien entrenado como Kaido no pudiera evadir.
—Calabaza.
Lo que vino a continuación fue un dardo certero y envenenado al orgullo —inexistente en aquellos días— del anteriormente conocido como Uchiha Akame. Él había sido un ninja de gran prestigio y orgullo profesional, que se tomaba realmente en serio su trabajo y nunca habría tolerado que alguien quisiera enmierdarlo. Sin embargo, el que se alzaba tembloroso y torpe ante Kaido no era un jōnin de Uzushiogakure, sino un muchacho consumido por la culpa, la vergüenza, el rencor y la magia azul. Además, llevaba unos cuantos tragos de aquel whisky tan malo que servían en El Club de la Trucha.
—No... No me importa lo que digas... —replicó Calabaza con aire inferior, como el chico abusado de la clase que trata de negar la ofensa cuando sus compañeros le insultan—. Pelea... Pelea, venga...
Viendo que su antiguo amigo, enemigo, y conocido no tomaba la iniciativa, Akame decidió hacerlo. No porque tuviese intención alguna de ganar el encuentro —creía firmemente que aquello era cosa imposible, y su interés era puramente conseguir otro puñado de billetes que le costearan la magia azul esa noche—, sino porque era consciente de que a los clientes de El Club de la Trucha no le gustaban las peleas paraditas; y, por consiguiente, al Sargento tampoco. Y si al Sargento no le gustaba lo que hacías, entonces no le gustabas tú...
—¡Argh!
Con un gruñido de esfuerzo y dolor —todavía tenía varios moratones de la pelea anterior— Calabaza se abalanzó sobre El Tiburón. Sus brazos flacuchos y fibrosos se movieron con menos destreza y rapidez de la que Kaido habría esperado, dirigiéndole un torpe puñetazo a la mandíbula con la diestra y un directo de zurda a la nariz. Pese a que se podía intuir cierta técnica innata, casi natural, en aquellos movimientos, su cadencia y velocidad eran paupérrimas. Nada que un shinobi —o ex-shinobi— bien entrenado como Kaido no pudiera evadir.