29/03/2019, 15:34
El jōnin siguió, diligente, a su maestro por las calles de Uzu hasta llegar a su destino. Cuando atravesaron las puertas que daban entrada al Edificio del Uzukage, Akame saludó a Uzumaki Goro con una inclinación de cabeza. El Uchiha siempre había tenido buena sintonía con aquel tipo; conocía su historia y su forma de ver el mundo ninja y en cierto modo ambos eran realmente parecidos. Los dos habían encontrado en la Villa una familia y un hogar en ausencia de uno propio —aunque, de puertas para afuera, Akame fuese el hijo de un comerciante de Tanzaku Gai—, y por consiguiente amaban a su tierra con fervor. Además, Uzumaki y Uchiha eran muy parecidos en su forma de afrontar los problemas; directos, exigentes y disciplinados.
El recepcionista le devolvió un silencio tenso y una mirada férrea que le persiguió hasta perderse por las escaleras.
Luego Akame esperó, paciente, a que el Uzukage les diera paso. Cuando éste lo hizo, el jōnin entró tras Raito y se encontró con Sarutobi Hanabi y Akimichi Katsudon. Casi podría decirse que la plana mayor de la Aldea estaba allí —excluyendo al famosísimo Consejo de Sabios Uzumaki, a los que Akame no había visto en su vida— mirándole con cara de pocos amigos. El jōnin había vivido lo suficiente para que aquella actitud, unida a la de su mentor, le pusiera los vellos de punta.
«¿Qué demonios está pasando aquí?»
Akame caminó unos cuantos pasos indecisos hacia el escritorio del Uzukage. Cuando éste le pidió tomar asiento, el Uchiha bajó la mirada hacia la silla; era una silla normal y corriente, la misma en la que se había sentado miles de veces, que llevaba en aquel despacho desde... Bueno, desde siempre, que Akame pudiera recordar. Y sin embargo, aquella vez había algo raro. Algo que no le encajaba. ¿O no era por la silla?
—Creo que estoy bien así, Uzukage-sama. Gracias.
¿Uchiha Akame, El Profesional, rechazando una invitación del máximo mandatario de Uzushiogakure? En circunstancias normales aquello nunca habría pasado, pero es que esa tarde... Esa tarde algo andaba realmente mal. Y Akame no sabía el qué...
Aunque estaba empezando a hacerse una idea.
Giró ligeramente el rostro e intentó ver a Raito con el rabillo de su ojo derecho.
El recepcionista le devolvió un silencio tenso y una mirada férrea que le persiguió hasta perderse por las escaleras.
Luego Akame esperó, paciente, a que el Uzukage les diera paso. Cuando éste lo hizo, el jōnin entró tras Raito y se encontró con Sarutobi Hanabi y Akimichi Katsudon. Casi podría decirse que la plana mayor de la Aldea estaba allí —excluyendo al famosísimo Consejo de Sabios Uzumaki, a los que Akame no había visto en su vida— mirándole con cara de pocos amigos. El jōnin había vivido lo suficiente para que aquella actitud, unida a la de su mentor, le pusiera los vellos de punta.
«¿Qué demonios está pasando aquí?»
Akame caminó unos cuantos pasos indecisos hacia el escritorio del Uzukage. Cuando éste le pidió tomar asiento, el Uchiha bajó la mirada hacia la silla; era una silla normal y corriente, la misma en la que se había sentado miles de veces, que llevaba en aquel despacho desde... Bueno, desde siempre, que Akame pudiera recordar. Y sin embargo, aquella vez había algo raro. Algo que no le encajaba. ¿O no era por la silla?
—Creo que estoy bien así, Uzukage-sama. Gracias.
¿Uchiha Akame, El Profesional, rechazando una invitación del máximo mandatario de Uzushiogakure? En circunstancias normales aquello nunca habría pasado, pero es que esa tarde... Esa tarde algo andaba realmente mal. Y Akame no sabía el qué...
Aunque estaba empezando a hacerse una idea.
Giró ligeramente el rostro e intentó ver a Raito con el rabillo de su ojo derecho.