29/03/2019, 17:08
—Mucho de lo que dices es cierto… Estaba en una época muy jodida y frustrada. Por Shukaku, por lo de Aiko… Y creo, creo que focalicé todo el rencor que tenía de Ame en ti. —respondió, torciendo visiblemente el gesto—. ¿Sabes? No debería estar justificándome y soltando excusas. Sí, obré mal, lo sé. Pero… Pero me las devolviste, ¿hmm?
Ayame alzó una ceja, en un gesto cargado de escepticismo.
—La bolita de fuego, no me digas que te dio algo más que el susto, porque era más pequeña que la lista de misiones cumplidas con éxito de un kusareño.
Si se hubiese tratado de otra persona, si hubiera escuchado aquella expresión en cualquier otra situación, Ayame podría haber llegado a reírse incluso. Pero no lo hacía, la sombra de la ira era demasiado poderosa y eclipsaba cualquier otra sensación.
—¿Y el Henge? Bueno, el karma y tu Arashikage se encargó de devolvérmela. ¿No te contaron que mandó una carta a Hanabi, y que en cuanto yo la toqué, estalló en un tsunami que nos dio a los dos? Degradación inmediata a Gennin, claro.
Algo le había parecido oír, sí. Y no podía decir que no pensara que se lo mereciera.
—¿Lo del hilo? Lo del hilo podría negártelo. Porque decirte que simplemente rompió, y no tendrías pruebas para demostrar lo contrario —aparte de un corte perfectamente limpio en un hilo de alambre en perfecto estado—. Pero para que veas que soy sincero… Sí, corté el hilo para que no descubrieses lo del brick con el humo. ¡Pero porque sabía que no te haría daño! Luché codo a codo con Kaido, y te había visto usar su mismo poder en nuestro primer encuentro. ¡Sabía que te harías agua y no tendrías ni un rasguño! Ah, pero cuando me cortaste el hilo a mí… Yo no tenía seguro de vida.
—Jumph —refunfuñó Ayame, cruzándose de brazos y desviando la mirada a un lado. Sí. Reconocía que se había dejado llevar en aquella situación, pero no se arrepentía de ello. Además, esos malditos Uchiha siempre tenían seguro de vida. Seguro que de no haber sido un clon se habría salvado igual de cualquier manera.
—Te puedo aceptar todas esas, sí, pero no lo último —concluyó, firme como una caña de bambú—. ¡Vamos, Ayame! ¡Me conoces un poco! ¡Sabes que soy un liante! Si de verdad quería que te quedases encerrada dentro de Kokuō para siempre, ¿para qué volví? ¿Para qué me jugué el pellejo enfrentándome a Kokuō y sus jodidas bijūdamas?
Odiaba reconocerlo, pero no era capaz de responder a aquella pregunta con una respuesta lógica. Hasta el momento, el Uchiha le había estado lanzando un argumento tras otro y Ayame se esforzaba por bloquearlos, esquivarlos y después devolverle el golpe. Pero a cada momento que había pasado, sus golpes se habían vuelto más contundentes y las defensas de Ayame cada vez flaqueaban más...
Comenzó a tamborilear el pie contra el suelo.
«¡No te dejes seducir por su lengua de plata!»
—No lo sé —admitió al fin, mirándole de nuevo con el ceño fruncido. Y contraatacó—. Dímelo tú, ¡sorpréndeme! O, mejor, déjame adivinar: ¿pretendías capturarnos y colgarte la medalla de Héroe de Uzushiogakure o algo así?
Ayame alzó una ceja, en un gesto cargado de escepticismo.
—La bolita de fuego, no me digas que te dio algo más que el susto, porque era más pequeña que la lista de misiones cumplidas con éxito de un kusareño.
Si se hubiese tratado de otra persona, si hubiera escuchado aquella expresión en cualquier otra situación, Ayame podría haber llegado a reírse incluso. Pero no lo hacía, la sombra de la ira era demasiado poderosa y eclipsaba cualquier otra sensación.
—¿Y el Henge? Bueno, el karma y tu Arashikage se encargó de devolvérmela. ¿No te contaron que mandó una carta a Hanabi, y que en cuanto yo la toqué, estalló en un tsunami que nos dio a los dos? Degradación inmediata a Gennin, claro.
Algo le había parecido oír, sí. Y no podía decir que no pensara que se lo mereciera.
—¿Lo del hilo? Lo del hilo podría negártelo. Porque decirte que simplemente rompió, y no tendrías pruebas para demostrar lo contrario —aparte de un corte perfectamente limpio en un hilo de alambre en perfecto estado—. Pero para que veas que soy sincero… Sí, corté el hilo para que no descubrieses lo del brick con el humo. ¡Pero porque sabía que no te haría daño! Luché codo a codo con Kaido, y te había visto usar su mismo poder en nuestro primer encuentro. ¡Sabía que te harías agua y no tendrías ni un rasguño! Ah, pero cuando me cortaste el hilo a mí… Yo no tenía seguro de vida.
—Jumph —refunfuñó Ayame, cruzándose de brazos y desviando la mirada a un lado. Sí. Reconocía que se había dejado llevar en aquella situación, pero no se arrepentía de ello. Además, esos malditos Uchiha siempre tenían seguro de vida. Seguro que de no haber sido un clon se habría salvado igual de cualquier manera.
—Te puedo aceptar todas esas, sí, pero no lo último —concluyó, firme como una caña de bambú—. ¡Vamos, Ayame! ¡Me conoces un poco! ¡Sabes que soy un liante! Si de verdad quería que te quedases encerrada dentro de Kokuō para siempre, ¿para qué volví? ¿Para qué me jugué el pellejo enfrentándome a Kokuō y sus jodidas bijūdamas?
Odiaba reconocerlo, pero no era capaz de responder a aquella pregunta con una respuesta lógica. Hasta el momento, el Uchiha le había estado lanzando un argumento tras otro y Ayame se esforzaba por bloquearlos, esquivarlos y después devolverle el golpe. Pero a cada momento que había pasado, sus golpes se habían vuelto más contundentes y las defensas de Ayame cada vez flaqueaban más...
Comenzó a tamborilear el pie contra el suelo.
«¡No te dejes seducir por su lengua de plata!»
—No lo sé —admitió al fin, mirándole de nuevo con el ceño fruncido. Y contraatacó—. Dímelo tú, ¡sorpréndeme! O, mejor, déjame adivinar: ¿pretendías capturarnos y colgarte la medalla de Héroe de Uzushiogakure o algo así?