29/03/2019, 18:43
Peligro.
Peligro.
Peligro.
Por encima de aquella palabra de alarma que se repetía como un soniquete, amenazando con colapsar su cabeza completamente, Akame trataba de pensar. «Me han investigado», fue consciente Akame, y aquello sólo le generaba más preguntas. «¿Por qué? ¿Por qué a mí? ¿Y por qué ahora? ¿Acaso no he sido un buen shinobi?» Pese a que aquel joven ninja era famoso por mantener la calma, en semejante situación se le estaba antojando sumamente difícil. No importaba cuántas veces se hubiera preparado para ese momento. No importaba cuántas veces hubiera ensayado su coartada, cuántas vueltas le diese. Aquella vez no era un simulacro... Y él no estaba preparado. No para eso, no para una investigación concienzuda de su pasado.
«Pero... Kunie-sensei debía haberlo dispuesto todo, todo estaba ahí, las pruebas, la fals...»
Se detuvo a mitad de aquel razonamiento; y quiso reír, reír como un loco desesperado y dejar que Hanabi, Raito y Katsudon se preguntaran si finalmente había perdido el juicio. Porque fue en ese momento que entendió las palabras de su maestra el día que él decidió darle la espalda a Tengu. Había renunciado a cumplir con el deber impuesto por Kunie, y ella a cambio le había retirado el arma que un día le legase... Y su protección. Los sucesos posteriores —la traición de Zoku, el bijuu, el Examen— habían mantenido las aguas lo suficientemente revueltas como para que nadie tuviera la ocurrencia de ponerse a escarbar en el pasado de aquel prometedor muchacho. «Pero entonces, ¿por qué ahora...?»
El jōnin se pasó la lengua por los labios, resecos. Tenía la boca como una alpargata. Sabía que sus opciones eran escasas y que sobre su cabeza pendía un reloj de arena cuyo vaso inferior se estaba llenando a una velocidad peligrosamente rápida. Se quedaba sin tiempo.
—¿Qué... Qué significa esto, Hanabi-sama? —preguntó, entre perplejo y aterrorizado—. ¿A qué viene esto? ¿Acaso no he sido un shinobi ejemplar? ¿No he sido un buen jinchuuriki? —la voz se le iba quebrando conforme hablaba, e incluso aunque aquello significaba que estaba admitiendo su farsa, a Akame empezó a darle igual—. Yo soy el jinchuuriki del Ichibi... Yo... Yo detuve a Datsue cuando se descontroló, yo alejé a la jinchuuriki de Ame del Estadio... Yo... Yo...
Akame apretaba los puños con fuerza.
—¡¡Yo lo he dado todo por esta Villa!! —se desahogó—. ¿Acaso eso no es suficiente?
Peligro.
Peligro.
Por encima de aquella palabra de alarma que se repetía como un soniquete, amenazando con colapsar su cabeza completamente, Akame trataba de pensar. «Me han investigado», fue consciente Akame, y aquello sólo le generaba más preguntas. «¿Por qué? ¿Por qué a mí? ¿Y por qué ahora? ¿Acaso no he sido un buen shinobi?» Pese a que aquel joven ninja era famoso por mantener la calma, en semejante situación se le estaba antojando sumamente difícil. No importaba cuántas veces se hubiera preparado para ese momento. No importaba cuántas veces hubiera ensayado su coartada, cuántas vueltas le diese. Aquella vez no era un simulacro... Y él no estaba preparado. No para eso, no para una investigación concienzuda de su pasado.
«Pero... Kunie-sensei debía haberlo dispuesto todo, todo estaba ahí, las pruebas, la fals...»
Se detuvo a mitad de aquel razonamiento; y quiso reír, reír como un loco desesperado y dejar que Hanabi, Raito y Katsudon se preguntaran si finalmente había perdido el juicio. Porque fue en ese momento que entendió las palabras de su maestra el día que él decidió darle la espalda a Tengu. Había renunciado a cumplir con el deber impuesto por Kunie, y ella a cambio le había retirado el arma que un día le legase... Y su protección. Los sucesos posteriores —la traición de Zoku, el bijuu, el Examen— habían mantenido las aguas lo suficientemente revueltas como para que nadie tuviera la ocurrencia de ponerse a escarbar en el pasado de aquel prometedor muchacho. «Pero entonces, ¿por qué ahora...?»
El jōnin se pasó la lengua por los labios, resecos. Tenía la boca como una alpargata. Sabía que sus opciones eran escasas y que sobre su cabeza pendía un reloj de arena cuyo vaso inferior se estaba llenando a una velocidad peligrosamente rápida. Se quedaba sin tiempo.
—¿Qué... Qué significa esto, Hanabi-sama? —preguntó, entre perplejo y aterrorizado—. ¿A qué viene esto? ¿Acaso no he sido un shinobi ejemplar? ¿No he sido un buen jinchuuriki? —la voz se le iba quebrando conforme hablaba, e incluso aunque aquello significaba que estaba admitiendo su farsa, a Akame empezó a darle igual—. Yo soy el jinchuuriki del Ichibi... Yo... Yo detuve a Datsue cuando se descontroló, yo alejé a la jinchuuriki de Ame del Estadio... Yo... Yo...
Akame apretaba los puños con fuerza.
—¡¡Yo lo he dado todo por esta Villa!! —se desahogó—. ¿Acaso eso no es suficiente?