29/03/2019, 20:09
Uchiha Raito no daba crédito a lo que escuchaba. Bueno, ni Raito, ni Hanabi, ni Katsudon. Pero especialmente Raito.
Porque, sí, él conocía las pruebas que tenía Hanabi contra su pupilo. El pasado falso, las fotografías… y más. Muchas más cosas que por el momento no se habían revelado, y que Hanabi estaba suministrando a cuentagotas. Pero, a diferencia de lo que Akame estaba pensando, Raito nunca había dejado de confiar en su discípulo. Sí, se había unido a aquella treta para conducirle mansamente hasta el despacho, pero porque así lo había propuesto él. Porque había convencido al Uzukage para dejar que Akame se explicase y no mandarlo directamente al calabozo. Porque había creído que tendría una explicación para todo.
Y, en su lugar, se encontraba con…
—¡Maldito bastardo! —exclamó, sin poder contenerse más, cogiéndolo por el cuello del chaleco—. ¡Di la cara por ti! ¡Te avalé frente a Hanabi-sama, aun con toda la mierda que tenían sobre ti! ¿Qué significa esto, eh? ¿¡Qué coño estás haciendo!? ¿¡A qué juegas!? —rugió, fuera de sí, estampándole contra la pared.
Katsudon hizo amago de intervenir, pero Hanabi le detuvo con un movimiento de mano. Esposarle, interrogarle, rebuscar en su cerebro… Habría tiempo para todo eso. Pero en ese momento, Akame ya empezaría a pensar con la cabeza fría, y estaba convencido de que habría obstáculos serios para visualizar sus recuerdos. En cambio, ahora, estaba vulnerable. Y el único capaz de jugar la carta emocional en aquellos momentos, era Uchiha Raito.
El Uzukage iba a dejar que esa carta se jugase… y observar los resultados.
—¡Si eres inocente, dilo de una puta vez! —le espetó Raito, tirando de Akame hacia él para estamparle de nuevo contra la pared—. ¡Di quiénes son tus jodidos padres! ¡Di que no te envió esa zorra de Kunie! ¡Di que jamás trabajaste ni espiaste para Tengu! —Su voz, ronca por el tabaco, le gritaba a centímetros de su rostro. Era una voz teñida por la furia y la rabia más absoluta, pero también con una nota… implorante. Imploraba que Akame no fuese realmente quien estaba demostrando ser. Que a pesar de todas las evidencias, fuese inocente. Porque Akame había sido mucho más para él que un simple alumno, o que un Hermano del Desierto. No, había sido su orgullo. Había sido el reflejo de sí mismo de pequeño pero haciendo las cosas bien, y mejor. Había sido…
... el hijo que nunca tuvo.
—¡¡¡Solo dilo, pedazo de bastardo!!! ¡¡¡DILO!!!
Porque, sí, él conocía las pruebas que tenía Hanabi contra su pupilo. El pasado falso, las fotografías… y más. Muchas más cosas que por el momento no se habían revelado, y que Hanabi estaba suministrando a cuentagotas. Pero, a diferencia de lo que Akame estaba pensando, Raito nunca había dejado de confiar en su discípulo. Sí, se había unido a aquella treta para conducirle mansamente hasta el despacho, pero porque así lo había propuesto él. Porque había convencido al Uzukage para dejar que Akame se explicase y no mandarlo directamente al calabozo. Porque había creído que tendría una explicación para todo.
Y, en su lugar, se encontraba con…
—¡Maldito bastardo! —exclamó, sin poder contenerse más, cogiéndolo por el cuello del chaleco—. ¡Di la cara por ti! ¡Te avalé frente a Hanabi-sama, aun con toda la mierda que tenían sobre ti! ¿Qué significa esto, eh? ¿¡Qué coño estás haciendo!? ¿¡A qué juegas!? —rugió, fuera de sí, estampándole contra la pared.
Katsudon hizo amago de intervenir, pero Hanabi le detuvo con un movimiento de mano. Esposarle, interrogarle, rebuscar en su cerebro… Habría tiempo para todo eso. Pero en ese momento, Akame ya empezaría a pensar con la cabeza fría, y estaba convencido de que habría obstáculos serios para visualizar sus recuerdos. En cambio, ahora, estaba vulnerable. Y el único capaz de jugar la carta emocional en aquellos momentos, era Uchiha Raito.
El Uzukage iba a dejar que esa carta se jugase… y observar los resultados.
—¡Si eres inocente, dilo de una puta vez! —le espetó Raito, tirando de Akame hacia él para estamparle de nuevo contra la pared—. ¡Di quiénes son tus jodidos padres! ¡Di que no te envió esa zorra de Kunie! ¡Di que jamás trabajaste ni espiaste para Tengu! —Su voz, ronca por el tabaco, le gritaba a centímetros de su rostro. Era una voz teñida por la furia y la rabia más absoluta, pero también con una nota… implorante. Imploraba que Akame no fuese realmente quien estaba demostrando ser. Que a pesar de todas las evidencias, fuese inocente. Porque Akame había sido mucho más para él que un simple alumno, o que un Hermano del Desierto. No, había sido su orgullo. Había sido el reflejo de sí mismo de pequeño pero haciendo las cosas bien, y mejor. Había sido…
... el hijo que nunca tuvo.
—¡¡¡Solo dilo, pedazo de bastardo!!! ¡¡¡DILO!!!