30/03/2019, 12:19
(Última modificación: 30/03/2019, 13:24 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Ni con toda la imaginación que tenía, podría haber llegado a imaginar la respuesta que estaba a punto de recibir. De hecho, ni siquiera la recibió de Uchiha Datsue. Un súbito estallido de humo hizo que Ayame levantara todas sus alarmas.
«¡Lo sabía! ¡Sabía que no tenía que haberme fi...» Se maldijo internamente, pero tuvo que interrumpirse a media frase cuando entre los jirones de humo le pareció distinguir una silueta de cabellos negros como la noche, de mechones desordenados que se alzaban rebeldes en contra de los designios de la gravedad. «N... no puede ser...» Ayame había abierto los ojos como platos, lívida y rígida como una tabla.
—Porque crees en la bondad de la gente. Crees en la bondad de todos. Aunque los hayas conocido toda tu vida como unos monstruos. ¿Verdad, Ayame? Y esa... es tu mayor virtud.
«Kokuō...» La imagen del bijuu apareció en su mente; sin embargo, fue de forma tan efímera como el destello de una estrella fugaz en el cielo nocturno. Y es que Amedama Daruu había aparecido junto a Datsue.
—¡Uou! ¡Vaya! Qué… grata... ¡sorpresa! —formuló el Uchiha.
La pobre muchacha alternaba la mirada entre uno y otro, absolutamente atónita y sin ser capaz de dar crédito a lo que estaban viendo sus ojos.
—Q... ¿Qué...? N... no... —balbuceó Ayame, pero de un momento a otro sacudió la cabeza con una determinación que estaba muy, pero que muy lejos de sentir—. ¡Ah, no! ¡No me vas a engañar con un clon transformado, Uchiha Datsue! —bramó.
Aunque dentro de ella sabía bien, muy bien, que esa realidad que quería creer no era la real.
«¡Lo sabía! ¡Sabía que no tenía que haberme fi...» Se maldijo internamente, pero tuvo que interrumpirse a media frase cuando entre los jirones de humo le pareció distinguir una silueta de cabellos negros como la noche, de mechones desordenados que se alzaban rebeldes en contra de los designios de la gravedad. «N... no puede ser...» Ayame había abierto los ojos como platos, lívida y rígida como una tabla.
—Porque crees en la bondad de la gente. Crees en la bondad de todos. Aunque los hayas conocido toda tu vida como unos monstruos. ¿Verdad, Ayame? Y esa... es tu mayor virtud.
«Kokuō...» La imagen del bijuu apareció en su mente; sin embargo, fue de forma tan efímera como el destello de una estrella fugaz en el cielo nocturno. Y es que Amedama Daruu había aparecido junto a Datsue.
—¡Uou! ¡Vaya! Qué… grata... ¡sorpresa! —formuló el Uchiha.
La pobre muchacha alternaba la mirada entre uno y otro, absolutamente atónita y sin ser capaz de dar crédito a lo que estaban viendo sus ojos.
—Q... ¿Qué...? N... no... —balbuceó Ayame, pero de un momento a otro sacudió la cabeza con una determinación que estaba muy, pero que muy lejos de sentir—. ¡Ah, no! ¡No me vas a engañar con un clon transformado, Uchiha Datsue! —bramó.
Aunque dentro de ella sabía bien, muy bien, que esa realidad que quería creer no era la real.