30/03/2019, 20:37
Akame no se resistió cuando un repentino agarrón, desde su espalda, le obligó a abandonar su postura y viajar trastabillando hasta la pared más cercana. Cuando su mentor le estampó contra la misma y ambos rostros quedaron cara a cara, el joven Uchiha sintió cómo toda la ira que había soltado se iba convirtiendo en un poso de vergüenza y culpabilidad. A medida que Raito le gritaba todas aquellas cosas de forma similar a como él lo había hecho momentos antes, Akame sentía tantas ganas de echarse a llorar como de matarlos a todos. Se veía arrinconado, como encerrado en una maldita caja de zapatos de la que no podía escapar y que contenía todos sus miedos, frustraciones y cabreos. Entre aquel torbellino que el sacudía, de vez en cuando alguna frase emergía clara como la brisa de Primavera...
«Raito-sensei me ha traído hasta aquí, él lo sabía, él me ha traído a esta trampa...»
El jōnin no hacía amago de resistirse siquiera ante las embestidas físicas y verbales del que antaño fuese su maestro y tutor. Del hombre que le había enseñado no sólo a comportarse mejor como ninja, sino como una persona decente; al menos, todo lo que podían permitirse tipos como ellos. Y descubrió que el saber que Raito le había engañado para llevarle allí, donde estaba encerrado como una rata, le provocaba más tristeza que rabia.
«¿Habría hecho yo otra cosa de estar en su lugar?»
Recordó el Examen que Raito les había hecho a los dos Hermanos del Desierto. Recordó la pregunta. Recordó su respuesta. Y se odió, siendo incapaz de odiar a su mentor por aquello. Se odió por entender que todo cuanto había entendido acerca del Camino del Ninja no era sino un error, que sus ideas nunca habían sido tan sólidas como él creía ni su actuar tan justo.
Bajó la mirada, y una solitaria lágrima se derramó por su rostro.
—Lo siento, Raito-sensei. Incluso después de todo este tiempo...
Akame alzó la cabeza con una sonrisa triste, mientras en sus ojos destellaba el rojo sangre del Sharingan y las aspas del izquierdo se fundían en una espiral. Chispas de chakra carmesí empezaron a repicar a su alrededor.
—... no he aprendido nada.
«Raito-sensei me ha traído hasta aquí, él lo sabía, él me ha traído a esta trampa...»
El jōnin no hacía amago de resistirse siquiera ante las embestidas físicas y verbales del que antaño fuese su maestro y tutor. Del hombre que le había enseñado no sólo a comportarse mejor como ninja, sino como una persona decente; al menos, todo lo que podían permitirse tipos como ellos. Y descubrió que el saber que Raito le había engañado para llevarle allí, donde estaba encerrado como una rata, le provocaba más tristeza que rabia.
«¿Habría hecho yo otra cosa de estar en su lugar?»
Recordó el Examen que Raito les había hecho a los dos Hermanos del Desierto. Recordó la pregunta. Recordó su respuesta. Y se odió, siendo incapaz de odiar a su mentor por aquello. Se odió por entender que todo cuanto había entendido acerca del Camino del Ninja no era sino un error, que sus ideas nunca habían sido tan sólidas como él creía ni su actuar tan justo.
Bajó la mirada, y una solitaria lágrima se derramó por su rostro.
—Lo siento, Raito-sensei. Incluso después de todo este tiempo...
Akame alzó la cabeza con una sonrisa triste, mientras en sus ojos destellaba el rojo sangre del Sharingan y las aspas del izquierdo se fundían en una espiral. Chispas de chakra carmesí empezaron a repicar a su alrededor.
—... no he aprendido nada.
Zzz...