31/03/2019, 16:54
—Te compraste el algodón de azúcar de color azul a propósito durante nuestro viaje a Notsuba —esgrimió Daruu, con una precisión letal—. ¿Es suficiente detalle para que me creas o necesito darte más?
—P... Pero... —balbuceó Ayame, absolutamente confundida.
Daruu, que hasta hacía relativamente poco había sido absolutamente radical con el tema de Uzushiogakure, no sólo había hecho las paces con Eri... sino con Uchiha Datsue. ¿Cómo era eso posible?
—Ayame, Datsue ha entendido que el verdadero mal de Oonindo son los Generales de Kurama. A ellos les viene de puta madre que estemos divididos y peleándonos —dijo—. Y luego, mientras estamos pensando en guerras y en mierdas, te capturan a ti, se infiltran en Uzu y se cargan a Akame... Creo que todos estamos pensando en los nuestros, pero nadie está pensando en el conjunto. Ahora que nuestros líderes han firmado una Alianza, creo que está en nuestra mano protegerla de la mejor forma. —En ese momento señaló al Uchiha—. Este tipo ha cometido muchos errores, pero una vez luché a su lado, y sé que en el fondo es buena persona. Quizás, demasiado pasional. ¡Un liante! Un bromista. Pero mejor que sea también... un amigo.
Ayame le miró, ceñuda. ¿Un amigo? ¿Un bromista? ¿A eso se veía reducido todo lo que les había hecho ese zorro astuto? Pero, como si Daruu le estuviera leyendo la mente, clavó la mirada en ella y añadió.
—Conocemos a alguien que mató miles de inocentes porque tenía... sus propios problemas.
—Tú y yo sabemos bien que las circunstancias entre ellos dos son muy diferentes —replicó Ayame, con fiereza. Prácticamente reproduciendo en voz alta los sentimientos de Kokuō.
—Datsue estaba muy, muy confuso por muchas cosas. Quizás no al principio, cuando lo de las cebollas. Pero él ya le tenía tirria a Amegakure porque sabía que Aiko estaba sellada bajo el lago. Y luego te transformaste en ella sin saber muy bien tú lo que le había pasado. Y Datsue perdió del todo la cabeza y ya fue algo personal.
Ayame frunció los labios. Pero entonces llegó el turno de Datsue.
—Ehm… Sí, exacto. Tu transformación en Aiko… Sí, me sacó totalmente de mis casillas —reconoció y Ayame apartó momentáneamente la mirada, culpable—. Pero ahora, con los Generales, y lo que sucedió con mi Hermano… me di cuenta de lo que verdad importa. ¿De verdad vamos a seguir malgastando energía en estas viejas rencillas? ¿Cuándo hay un puñado de Generales ahí afuera, comandados por Kurama, que quieren acabar con nosotros? Llegaron a ti, Ayame. Llegaron a mi Hermano. Llegarán a Juro, llegarán a mí, y, un día, volverán a llegar a ti. Por mucha seguridad que tengamos en la Villa, fuera, seguimos siendo blanco fácil. Y no os lo negaré, en parte, quiero que den conmigo —añadió, con rabia contenida—. [sub=mediumturquoise]Somos como somos, y hay cosas que no cambian. Lie la que lie por un polvo interrumpido, creedme cuando os digo que la muerte de Uchiha Akame no quedará impune. Pero, independientemente de eso, los Generales buscan mucho más que nuestros bijūs. Buscan acabar con todos nosotros. Con la paz. Con lo que hoy en día conocemos como Oonindo.
»Estoy de acuerdo en que la Alianza de las Tres Grandes es un buen paso y que está muy bien. Pero yo digo: la Alianza de los Tres Jinchūrikis estaría mejor —afirmó, con un tinte de emoción en su voz que fue alzándose poco a poco, como las ascuas que terminan convertidas en auténticos infiernos. Avanzó un paso hacia Ayame, y en aquella ocasión ella no retrocedió, porque le estaba escuchando con una atención que jamás habría deseado dedicarle—. Yo digo que si la punta de lanza de cada Villa apunta en la misma dirección, Ayame, ni los ocho Generales juntos podrán detenernos. ¡Yo digo que forjemos el Tridente más famoso y exitoso que ha conocido la historia! ¡Un equipo imbatible, formado enteramente por Guardianes! ¡Un equipo que haga cagarse pata abajo al mismísimo Kurama! ¡Yo digo que hoy empecemos a hacer la diferencia! ¡Yo digo que hoy demos el primer paso para la Alianza de los Tres Jinchūrikis! ¡Yo digo que el día de hoy se enseñe en un futuro en todas las Academias ninja como el principio del fin de Kurama y sus Generales! ¿Qué dices tú, Ayame? —añadió, tendiéndole una mano—. ¿Estás conmigo?
Pero Ayame alternaba la mirada entre aquella mano traicionera y los ojos del muchacho. Su cabeza zumbaba como un enjambre de abejas enardecidas, las dudas y las preguntas y responder se agolpaban como un caótico torbellino. Sin embargo, decidió volcar toda su atención en aquel tema.
—No —sentenció, tras varios largos segundos. Pero aquel rechazo no tenía nada que ver con la enemistad que tenía con aquel Uchiha, nada más lejos de la realidad—. Escúchame bien, Datsue, olvida eso, no tenemos nada que hacer contra esos Generales. Entiendo muy bien que quieras vengar a Akame, pero lo único que vas a conserguir va a ser meterte en las fauces del lobo —o del Zorro, en este caso—. Los Generales quedan muy lejos de nuestro alcance, y ni siquiera como jinchuuriki podemos hacer prácticamente nada contra ellos.
»Yo misma tuve un encontronazo con uno de ellos, ¡y no pude hacer nada! Intenté huir y me abatió de un solo golpe. ¡Uno! Si uno solo de esos Generales es capaz de hacer algo así, ¿cómo serán el resto? ¿Cómo serán todos juntos? Tenemos que mantenernos unidos, sí, y por la Alianza juré que defendería al resto de jinchuriki si llegaba a darse el caso. Incluso a ti, pese a nuestras... diferencias. Pero lanzarnos los tres contra ellos es un suicidio, significaría entregarles los bijuu en bandeja de plata. Y puede que Kokuō no quisiera unirse a él, pero no sé qué opinará el resto al respecto.
—P... Pero... —balbuceó Ayame, absolutamente confundida.
Daruu, que hasta hacía relativamente poco había sido absolutamente radical con el tema de Uzushiogakure, no sólo había hecho las paces con Eri... sino con Uchiha Datsue. ¿Cómo era eso posible?
—Ayame, Datsue ha entendido que el verdadero mal de Oonindo son los Generales de Kurama. A ellos les viene de puta madre que estemos divididos y peleándonos —dijo—. Y luego, mientras estamos pensando en guerras y en mierdas, te capturan a ti, se infiltran en Uzu y se cargan a Akame... Creo que todos estamos pensando en los nuestros, pero nadie está pensando en el conjunto. Ahora que nuestros líderes han firmado una Alianza, creo que está en nuestra mano protegerla de la mejor forma. —En ese momento señaló al Uchiha—. Este tipo ha cometido muchos errores, pero una vez luché a su lado, y sé que en el fondo es buena persona. Quizás, demasiado pasional. ¡Un liante! Un bromista. Pero mejor que sea también... un amigo.
Ayame le miró, ceñuda. ¿Un amigo? ¿Un bromista? ¿A eso se veía reducido todo lo que les había hecho ese zorro astuto? Pero, como si Daruu le estuviera leyendo la mente, clavó la mirada en ella y añadió.
—Conocemos a alguien que mató miles de inocentes porque tenía... sus propios problemas.
«Ni se le ocurra comp...»
—Tú y yo sabemos bien que las circunstancias entre ellos dos son muy diferentes —replicó Ayame, con fiereza. Prácticamente reproduciendo en voz alta los sentimientos de Kokuō.
—Datsue estaba muy, muy confuso por muchas cosas. Quizás no al principio, cuando lo de las cebollas. Pero él ya le tenía tirria a Amegakure porque sabía que Aiko estaba sellada bajo el lago. Y luego te transformaste en ella sin saber muy bien tú lo que le había pasado. Y Datsue perdió del todo la cabeza y ya fue algo personal.
Ayame frunció los labios. Pero entonces llegó el turno de Datsue.
—Ehm… Sí, exacto. Tu transformación en Aiko… Sí, me sacó totalmente de mis casillas —reconoció y Ayame apartó momentáneamente la mirada, culpable—. Pero ahora, con los Generales, y lo que sucedió con mi Hermano… me di cuenta de lo que verdad importa. ¿De verdad vamos a seguir malgastando energía en estas viejas rencillas? ¿Cuándo hay un puñado de Generales ahí afuera, comandados por Kurama, que quieren acabar con nosotros? Llegaron a ti, Ayame. Llegaron a mi Hermano. Llegarán a Juro, llegarán a mí, y, un día, volverán a llegar a ti. Por mucha seguridad que tengamos en la Villa, fuera, seguimos siendo blanco fácil. Y no os lo negaré, en parte, quiero que den conmigo —añadió, con rabia contenida—. [sub=mediumturquoise]Somos como somos, y hay cosas que no cambian. Lie la que lie por un polvo interrumpido, creedme cuando os digo que la muerte de Uchiha Akame no quedará impune. Pero, independientemente de eso, los Generales buscan mucho más que nuestros bijūs. Buscan acabar con todos nosotros. Con la paz. Con lo que hoy en día conocemos como Oonindo.
»Estoy de acuerdo en que la Alianza de las Tres Grandes es un buen paso y que está muy bien. Pero yo digo: la Alianza de los Tres Jinchūrikis estaría mejor —afirmó, con un tinte de emoción en su voz que fue alzándose poco a poco, como las ascuas que terminan convertidas en auténticos infiernos. Avanzó un paso hacia Ayame, y en aquella ocasión ella no retrocedió, porque le estaba escuchando con una atención que jamás habría deseado dedicarle—. Yo digo que si la punta de lanza de cada Villa apunta en la misma dirección, Ayame, ni los ocho Generales juntos podrán detenernos. ¡Yo digo que forjemos el Tridente más famoso y exitoso que ha conocido la historia! ¡Un equipo imbatible, formado enteramente por Guardianes! ¡Un equipo que haga cagarse pata abajo al mismísimo Kurama! ¡Yo digo que hoy empecemos a hacer la diferencia! ¡Yo digo que hoy demos el primer paso para la Alianza de los Tres Jinchūrikis! ¡Yo digo que el día de hoy se enseñe en un futuro en todas las Academias ninja como el principio del fin de Kurama y sus Generales! ¿Qué dices tú, Ayame? —añadió, tendiéndole una mano—. ¿Estás conmigo?
Pero Ayame alternaba la mirada entre aquella mano traicionera y los ojos del muchacho. Su cabeza zumbaba como un enjambre de abejas enardecidas, las dudas y las preguntas y responder se agolpaban como un caótico torbellino. Sin embargo, decidió volcar toda su atención en aquel tema.
—No —sentenció, tras varios largos segundos. Pero aquel rechazo no tenía nada que ver con la enemistad que tenía con aquel Uchiha, nada más lejos de la realidad—. Escúchame bien, Datsue, olvida eso, no tenemos nada que hacer contra esos Generales. Entiendo muy bien que quieras vengar a Akame, pero lo único que vas a conserguir va a ser meterte en las fauces del lobo —o del Zorro, en este caso—. Los Generales quedan muy lejos de nuestro alcance, y ni siquiera como jinchuuriki podemos hacer prácticamente nada contra ellos.
»Yo misma tuve un encontronazo con uno de ellos, ¡y no pude hacer nada! Intenté huir y me abatió de un solo golpe. ¡Uno! Si uno solo de esos Generales es capaz de hacer algo así, ¿cómo serán el resto? ¿Cómo serán todos juntos? Tenemos que mantenernos unidos, sí, y por la Alianza juré que defendería al resto de jinchuriki si llegaba a darse el caso. Incluso a ti, pese a nuestras... diferencias. Pero lanzarnos los tres contra ellos es un suicidio, significaría entregarles los bijuu en bandeja de plata. Y puede que Kokuō no quisiera unirse a él, pero no sé qué opinará el resto al respecto.