31/03/2019, 18:09
Datsue se había quedado, literalmente, colgado. Su manos se quedó un momento en el aire, estática y huérfana, antes de caer lentamente junto a su costado. En ese momento, Daruu se interpuso entre los dos.
—Sí, sí que podemos con los Generales, Ayame —protestó, mirándola, y Ayame le devolvió una mirada incrédula. ¿Es que Datsue también le había pegado su impulsividad? Pero el muchacho miró al Uchiha y añadió—: Pero la solución no es que vayáis los tres objetivos de los Generales a por los propios Generales, es estúpido. Además... —Sonrió—. ¿Qué os estáis, olvidando de mi?
»Hagamos a nuestras aldeas fuertes. No tiene sentido hacer cosas a sus espaldas, sólo trae consecuencias nefastas —dijo, tras un suspiro—. Además, para proteger a Oonindo ya existe un grupo de élite... Al que estoy considerando... unirme.
Aquella revelación le pilló completamente desprevenida. No sabía mucho sobre ese grupo de élite pero, por lo que conocía, sabía que era un grupo de shinobi ajenos a las tres aldeas que luchaban por proteger la Alianza. Una punzada de dolor atravesó su pecho al comprender que eso significaría que Daruu pasaría largos tiempos fuera de la aldea...
—Hoy ha llovido nueve, Datsue. Pero nuestra colaboración, nuestra amistad... no tiene por qué acabar en este reencuentro tan curioso.
«¿"Ha llovido nueve"?» Se preguntó Ayame, extrañada. ¿A qué se estaba refiriendo? Desde luego Datsue debía de haberle entendido. ¿Era algún tipo de código entre ambos? ¿Qué le estaban ocultando?
No pudo evitarlo. Se sintió traicionada, apartada.
—Bueno, quizá me emocioné demasiado con lo de hacer equipo —respondió Datsue—. Lo que quería decir con la Alianza de Jinchuurikis no era juntarnos e ir a por los Generales poniéndoles en bandeja a los tres bijuus de una sentada. Es más, yo tengo órdenes de no buscarles, y las pienso cumplir. Sino más bien que nos ayudásemos en caso de necesidad. Que mantuviésemos un contacto directo. Que… cooperásemos más allá de un encuentro casual. Por ejemplo, pasando información de los Generales con los que nos crucemos. Aspecto, habilidades… hasta el más mínimo detalle. —Ayame sintió un cosquilleo en su mano derecha. Durante un instante hizo como un amago de doblar el codo, pero en el último momento se lo pensó—. O si nos encontramos con un General, chivarnos en el momento para estar alerta. Avisarnos de que… Llueve nueve.
El rostro de Ayame volvió a ensombrecerse.
—Con eso sí estoy de acuerdo. No tengo ningún problema en compartir cualquier tipo de información sobre los Generales y como prueba... —habló, y de un solo gesto introdujo la mano en el portaobjetos que tenía tras su espalda, sacó aquella pequeña libreta que siempre la acompañaba y la abrió por una determinada página. Arrancó la hoja y se la tendió doblada a Datsue. Sin embargo, antes de que llegara a tomarla dobló súbitamente el codo, apartándola de su alcance—. Pero antes: ¿qué narices es eso de "llueve nueve"? —interrogó, con el ceño fruncido.
—Sí, sí que podemos con los Generales, Ayame —protestó, mirándola, y Ayame le devolvió una mirada incrédula. ¿Es que Datsue también le había pegado su impulsividad? Pero el muchacho miró al Uchiha y añadió—: Pero la solución no es que vayáis los tres objetivos de los Generales a por los propios Generales, es estúpido. Además... —Sonrió—. ¿Qué os estáis, olvidando de mi?
»Hagamos a nuestras aldeas fuertes. No tiene sentido hacer cosas a sus espaldas, sólo trae consecuencias nefastas —dijo, tras un suspiro—. Además, para proteger a Oonindo ya existe un grupo de élite... Al que estoy considerando... unirme.
Aquella revelación le pilló completamente desprevenida. No sabía mucho sobre ese grupo de élite pero, por lo que conocía, sabía que era un grupo de shinobi ajenos a las tres aldeas que luchaban por proteger la Alianza. Una punzada de dolor atravesó su pecho al comprender que eso significaría que Daruu pasaría largos tiempos fuera de la aldea...
—Hoy ha llovido nueve, Datsue. Pero nuestra colaboración, nuestra amistad... no tiene por qué acabar en este reencuentro tan curioso.
«¿"Ha llovido nueve"?» Se preguntó Ayame, extrañada. ¿A qué se estaba refiriendo? Desde luego Datsue debía de haberle entendido. ¿Era algún tipo de código entre ambos? ¿Qué le estaban ocultando?
No pudo evitarlo. Se sintió traicionada, apartada.
—Bueno, quizá me emocioné demasiado con lo de hacer equipo —respondió Datsue—. Lo que quería decir con la Alianza de Jinchuurikis no era juntarnos e ir a por los Generales poniéndoles en bandeja a los tres bijuus de una sentada. Es más, yo tengo órdenes de no buscarles, y las pienso cumplir. Sino más bien que nos ayudásemos en caso de necesidad. Que mantuviésemos un contacto directo. Que… cooperásemos más allá de un encuentro casual. Por ejemplo, pasando información de los Generales con los que nos crucemos. Aspecto, habilidades… hasta el más mínimo detalle. —Ayame sintió un cosquilleo en su mano derecha. Durante un instante hizo como un amago de doblar el codo, pero en el último momento se lo pensó—. O si nos encontramos con un General, chivarnos en el momento para estar alerta. Avisarnos de que… Llueve nueve.
El rostro de Ayame volvió a ensombrecerse.
—Con eso sí estoy de acuerdo. No tengo ningún problema en compartir cualquier tipo de información sobre los Generales y como prueba... —habló, y de un solo gesto introdujo la mano en el portaobjetos que tenía tras su espalda, sacó aquella pequeña libreta que siempre la acompañaba y la abrió por una determinada página. Arrancó la hoja y se la tendió doblada a Datsue. Sin embargo, antes de que llegara a tomarla dobló súbitamente el codo, apartándola de su alcance—. Pero antes: ¿qué narices es eso de "llueve nueve"? —interrogó, con el ceño fruncido.