1/04/2019, 02:39
—Y... Y... Ya estoy... Peleando... De verdad... —verborreó el drogadicto, y por un instante; Kaido dudó de su intuición había sido acertada. ¿Acaso había visto algo ahí que no existía? pues una lástima si era así. Por lo general, tenía buena intención para conseguir gente que hiciera lo que a él le saliera de los cojones. Un tipo acertado cuando se trataba de leer el carácter. Y sólo por esa razón —al creer que aquél yonqui podía servirle como una buena herramienta en cuales fueran sus propósitos ahí en Tanzaku—. se vio decidido a postularse como candidato al ring de combate, bajo la premisa de que a veces los caballeros se entendían mejor tras un par de hostias como antesala. De todas formas su sugestión en forma de promesas de droga y/o puños no estaba funcionando—. D... Deja de hablar m... Mmm... Mierda... Y pelea.
El tiburón se estaba quedando sin ideas. Y cuando un tiburón se queda sin ideas, no tiene más remedio que acudir a su herramienta prehistórica más letal: los dientes.
Cuando el cuello de Calabaza hizo el ademán de impulsar su rostro a tan corta distancia, el gyojin sólo tuvo que interponer su propia frente para que ambas cabezas hicieran ploc. Bastó entonces que diera un paso hacia atrás y aprovechó el débil agarre que tenía su rival a sus muñecas para zarandear ambos brazos hacia abajo y superponiendo luego uno de los antebrazos por encima del cuello del drogadicto y descenderlo sólo un poco, porque su rodilla izquierda haría todo el trabajo al coger vuelo hasta su estómago escondido, castigando una vez más ahí a dónde había estado golpeando antes.
—Jupmh. Qué puta decepción —le espetó, mientras lo tomaba de la camisa y lo empujaba hacia atrás para hacerlo caer de boca al suelo—. supongo que tendré que regalársela a alguien más.
Envalentonado, Marrajo se enfrentó de cara al público el alzó los brazos, pidiéndoles más ánimo. La peleas apenas comenzaba.
El tiburón se estaba quedando sin ideas. Y cuando un tiburón se queda sin ideas, no tiene más remedio que acudir a su herramienta prehistórica más letal: los dientes.
Cuando el cuello de Calabaza hizo el ademán de impulsar su rostro a tan corta distancia, el gyojin sólo tuvo que interponer su propia frente para que ambas cabezas hicieran ploc. Bastó entonces que diera un paso hacia atrás y aprovechó el débil agarre que tenía su rival a sus muñecas para zarandear ambos brazos hacia abajo y superponiendo luego uno de los antebrazos por encima del cuello del drogadicto y descenderlo sólo un poco, porque su rodilla izquierda haría todo el trabajo al coger vuelo hasta su estómago escondido, castigando una vez más ahí a dónde había estado golpeando antes.
—Jupmh. Qué puta decepción —le espetó, mientras lo tomaba de la camisa y lo empujaba hacia atrás para hacerlo caer de boca al suelo—. supongo que tendré que regalársela a alguien más.
Envalentonado, Marrajo se enfrentó de cara al público el alzó los brazos, pidiéndoles más ánimo. La peleas apenas comenzaba.