Palomas blancas

[Uchiha Datsue]

«Uff… No sé yo si ese secreto se mantendrá por mucho tiempo», pensó Datsue, con la idea de Ayame de mantener su reversión de sello en conocimiento, tan solo, de la Alianza. En su experiencia, esas cosas salían a la luz más temprano que tarde. El propio Kaido era prueba de ello. Al parecer, Daruu y el resto de amejines le habían dado por muerto. ¿Por cuánto tiempo? ¿Dos, tres meses? Su farsa no había durado mucho, desde luego.

No obstante, prefirió no comentar nada y escuchar, atento, la explicación de Ayame sobre las habilidades de Kuroyuki. Al parecer, su hielo era fuerte incluso contra el fuego. Pero, lo que le pareció todavía más importante, tenía la habilidad —ella y el resto de Generales— de reconocerles de inmediato, sin necesidad de verles el rostro.

—Una mirada, y se acabó.

Datsue sonrió inconscientemente. La sangre Uchiha de la que tan orgulloso había estado siempre su Hermano hirviendo en sus venas.

—Pues que tengan cuidado de dónde miren. Que tengan mucho cuidado. —Porque si por algo eran conocidos los Uchihas, era precisamente porque con una simple mirada… terminaban el combate.

—Datsue, sé que esto es un tema muy delicado... —continuó, ladeando la cabeza ligeramente—. Pero el General que se coló en Uzushiogakure... ¿sabéis algo de él? ¿Era Kuroyuki?

Datsue inspiró y dejó escapar el aire muy lentamente. Tan solo el hecho de recordarlo… le ponía triste. Triste y furioso al mismo tiempo, confluyendo en una impotencia que le dejaba con muy mal cuerpo. Por suerte, Daruu respondió por él, informando de los pocos datos que se sabían del asesino.

—Lo del comunicador, sí… —dijo, apartando los tenebrosos pensamientos que le llenaban con una pequeña sacudida de cabeza—. Ehm… Pues mira, es esto —continuó, mostrando el sello de la Hermandad Intrépida que tenía en la muñeca izquierda—. El sello de la Hermandad Intrépida. A simple vista, un tatuaje. Pero te permite comunicarte con cualquiera que tenga este mismo sello, con el mismo número. Este, el siete, es el que tengo con Juro. El nueve es el que tengo con Daruu. Si te añado en el grupo nueve, podríamos hablar los tres. En cualquier momento, lugar o circunstancia. Solo necesitas concentrar algo de chakra en él para activarlo, sin necesidad de ejecutar sellos ni mantener una concentración mayor a la que usarías para caminar sobre el agua.

»Sí, sí. Sí. Lo sé —se adelantó—. Una obra maestra. La verdad es que sí —tuvo que reconocer, modesto como él solo podía serlo—. Es de las creaciones que más orgulloso estoy, sin duda.