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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#26
Una solitaria lágrima brotó de un ojo de Akame. Unos ojos negros, tan oscuros como el presente y futuro que tenía por delante. Negros, sí, porque en ningún momento se tiñeron del color rojo sangre. No es que no lo intentase, porque lo intentó, vaya que si lo intentó. Pero su chakra, simplemente, no reaccionaba a sus deseos. Era como uno de esos sellos de Datsue que le desconectaban de su cuerpo, solo que, en aquel caso, era de su chakra.

Alguien llamó a la puerta. Una vez.

De nuevo, nadie hizo amago por responder.

Raito suspiró con profunda decepción dibujada en el rostro, justo antes de que volviese a componer una expresión fría e impasible como el mármol. La expresión que había caracterizado, hasta entonces, a Akame el Profesional.

Se ve que no has aprendido nada, no…

Todavía agarrándole por el cuello del chaleco, alzó su pierna diestra e hincó su rodilla en las partes de Akame con la fuerza de una coz de caballo. Continuando el movimiento sin siquiera detenerse, como en un paso de baile perfectamente coreografiado, tiró de él mientras dejaba un pie en el suelo para hacer que se trastabillase y perdiese el equilibrio. Luego solo tuvo que acompañar su caída para estamparle con fuerza contra la mesa del Uzukage.

No, se veía que no había aprendido nada. ¿Acaso pensaba Akame que Sarutobi Hanabi no iba a estar preparado para tal eventualidad? ¿Qué no recordaría los secretos de su técnica de teletransporte, que tan diligentemente el Uchiha le había revelado? De hecho, esa era una de las razones por las que se había dejado convencer tan fácilmente por Raito. Si levantaban la liebre antes de tiempo, esta se perdería entre la maleza. En cambio, si la hacían sentir segura y la atraían con un cebo hasta su propia jaula, entonces…

Entonces sucedía lo que estaba pasando en aquellos momentos. Que Akame no podía usar su Mangekyō Sharingan ni ninguna otra técnica. Porque, pese a que sus ojos no habían sido capaces de verlo, Akame había entrado en una celda.

No, no era que había sido engañado por un Genjutsu y estuviese, literalmente, en el calabozo —estrategia que Hozuki Chokichi había aconsejado con su mejor intención—, sino que al entrar al despacho, alguien había colocado un sello supresor de chakra como el que se coloca a las celdas de ninjas. Con una ligera modificación —gracias a un Sabio del Consejo— que permitía saber cuándo alguien trataba de hacer uso de chakra en el interior.

Raito apresó la muñeca de Akame con fuerza y se la dobló contra la espalda, con tanto ímpetu que a punto estuvo de dislocarle el hombro.

Esta será mi última lección, Akame…

Sacó unas esposas del portaobjetos y se la aprisionó primero a una muñeca, luego a la otra.

Cuando esposes a alguien, siempre con las manos tras la espalda. Así, si coge algún objeto punzante o cometes el desliz de no revisarle los brazos por si guarda dagas ocultas, apenas supondrá un peligro para nadie. —Era difícil blandir ningún arma con las manos pegadas tras la cadera.

Y, como ninguna lección era buena sin su demostración práctica, Raito le realizó un cacheo a conciencia. Tiró su espada a un lado. Arrancó su portaobjetos —ambos—, y destrozó el mecanismo oculto de kunai que llevaba en la muñeca derecha. El kunai, por supuesto, también lo tiró al suelo.

Así, Akame. Así se hace.
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RE: Crónica de una Muerte Anunciada - por Sarutobi Hanabi - 2/04/2019, 02:14


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