2/04/2019, 15:56
(Última modificación: 2/04/2019, 15:56 por Aotsuki Ayame.)
Daruu carraspeó, pidiendo el turno de palabra en el lugar de Datsue:
—Datsue me contó que sólo saben que tiene una risa estridente y espeluznante —dijo, negando con la cabeza—. Es una lástima, pero no hay más información.
—Vaya... —se lamentó Ayame, hundiendo los hombros. Iba a preguntar algo más, pero tuvo que quedarse con las ganas cuando Daruu le dio un codazo al Uchiha.
—Por cierto, Datsue. No te vayas por las ramas, anda. Explícale lo del comunicador, joder. Que lo use ella también, ¡lo vamos a necesitar!
—Lo del comunicador, sí… —respondió él, aún con el sombrío recuerdo de su Hermano rondando su cabeza—. Ehm… Pues mira, es esto —dijo, mostrándole la muñeca izquierda. En ella Ayame pudo ver una marca tatuada: el símbolo Hermandad seguido del número 7.
«No me digas que es...» Pensó Ayame, alzando la mirada hacia sus ojos.
Y sus peores temores no tardaron en confirmarse:
—El sello de la Hermandad Intrépida. A simple vista, un tatuaje. Pero te permite comunicarte con cualquiera que tenga este mismo sello, con el mismo número. Este, el siete, es el que tengo con Juro. El nueve es el que tengo con Daruu. Si te añado en el grupo nueve, podríamos hablar los tres. En cualquier momento, lugar o circunstancia. Solo necesitas concentrar algo de chakra en él para activarlo, sin necesidad de ejecutar sellos ni mantener una concentración mayor a la que usarías para caminar sobre el agua.
Ayame sintió un cosquilleo que le descendió por la columna hasta la punta de los dedos. Pero Datsue, lejos de percibir sus verdaderos sentimientos, no tardó en vanagloriarse como un pavo real:
—Sí, sí. Sí. Lo sé. Una obra maestra. La verdad es que sí. Es de las creaciones que más orgulloso estoy, sin duda.
Ayame inspiró hondo, contuvo el aire durante varios largos segundos, y después lo dejó escapar con la misma lentitud.
—Un sello... —murmuró, con ojos chispeantes—. Quieres... ponerme... un sello. ¡Porque se ve que no he tenido ya suficientes! —exclamó, abriendo los brazos de par en par.
Probablemente acababa de sacar las cosas de quicio, pero con las experiencias que había tenido con las técnicas de sellado...
—Datsue me contó que sólo saben que tiene una risa estridente y espeluznante —dijo, negando con la cabeza—. Es una lástima, pero no hay más información.
—Vaya... —se lamentó Ayame, hundiendo los hombros. Iba a preguntar algo más, pero tuvo que quedarse con las ganas cuando Daruu le dio un codazo al Uchiha.
—Por cierto, Datsue. No te vayas por las ramas, anda. Explícale lo del comunicador, joder. Que lo use ella también, ¡lo vamos a necesitar!
—Lo del comunicador, sí… —respondió él, aún con el sombrío recuerdo de su Hermano rondando su cabeza—. Ehm… Pues mira, es esto —dijo, mostrándole la muñeca izquierda. En ella Ayame pudo ver una marca tatuada: el símbolo Hermandad seguido del número 7.
«No me digas que es...» Pensó Ayame, alzando la mirada hacia sus ojos.
Y sus peores temores no tardaron en confirmarse:
—El sello de la Hermandad Intrépida. A simple vista, un tatuaje. Pero te permite comunicarte con cualquiera que tenga este mismo sello, con el mismo número. Este, el siete, es el que tengo con Juro. El nueve es el que tengo con Daruu. Si te añado en el grupo nueve, podríamos hablar los tres. En cualquier momento, lugar o circunstancia. Solo necesitas concentrar algo de chakra en él para activarlo, sin necesidad de ejecutar sellos ni mantener una concentración mayor a la que usarías para caminar sobre el agua.
Ayame sintió un cosquilleo que le descendió por la columna hasta la punta de los dedos. Pero Datsue, lejos de percibir sus verdaderos sentimientos, no tardó en vanagloriarse como un pavo real:
—Sí, sí. Sí. Lo sé. Una obra maestra. La verdad es que sí. Es de las creaciones que más orgulloso estoy, sin duda.
Ayame inspiró hondo, contuvo el aire durante varios largos segundos, y después lo dejó escapar con la misma lentitud.
—Un sello... —murmuró, con ojos chispeantes—. Quieres... ponerme... un sello. ¡Porque se ve que no he tenido ya suficientes! —exclamó, abriendo los brazos de par en par.
Probablemente acababa de sacar las cosas de quicio, pero con las experiencias que había tenido con las técnicas de sellado...