2/04/2019, 17:19
«Treinta segundos es todo lo que necesito»
La euforia del público le obligó entonces a pegarse la vuelta y vislumbrar los efectos secundarios de su última arremetida. El vómito ensuciándole los pies.
—Pst —le llamó—. prepárate. Acabaremos con tu desgracia.
De pronto, Kaido dejó de ser un tiburón para convertirse en un toro. Uno que arremetió en cuestión de un par de zancadas contra Calabaza y que dirigió sus cuernos —ambos brazos curvados hacia la mandíbula y el hombro derecho de su oponente—. para embestirle con potencia. Eso esa fue la impresión que dio.
No obstante, para un ninja versado era fácil direccionar movimientos, reducir las fuerzas de un envite aparentemente desmedido y simular, por sobre todo, algunas estrategias. La suya en ese instante fue ser misericordioso con Calabaza, algo a lo que probablemente no estaría acostumbrado, y convertir su victoria triunfal en un último ataque sin secuelas. Lo cierto es que en el instante que su mano acarició el rostro desfigurado del hombre, y su otra logró apoyarse en el hombro, Kaido redujo casi al cien por cien y lo que hizo fue levantarle un poco por los aires y le obligó a fingir una caída que en principio pareció bastante dolorosa. Los ojos cerúleos del tiburón se envolvieron en los de Calabaza y sin mediar una palabra más, trató de decirle: "quédate en el jodido suelo. Ya me lo pagarás luego".
La euforia del público le obligó entonces a pegarse la vuelta y vislumbrar los efectos secundarios de su última arremetida. El vómito ensuciándole los pies.
—Pst —le llamó—. prepárate. Acabaremos con tu desgracia.
De pronto, Kaido dejó de ser un tiburón para convertirse en un toro. Uno que arremetió en cuestión de un par de zancadas contra Calabaza y que dirigió sus cuernos —ambos brazos curvados hacia la mandíbula y el hombro derecho de su oponente—. para embestirle con potencia. Eso esa fue la impresión que dio.
No obstante, para un ninja versado era fácil direccionar movimientos, reducir las fuerzas de un envite aparentemente desmedido y simular, por sobre todo, algunas estrategias. La suya en ese instante fue ser misericordioso con Calabaza, algo a lo que probablemente no estaría acostumbrado, y convertir su victoria triunfal en un último ataque sin secuelas. Lo cierto es que en el instante que su mano acarició el rostro desfigurado del hombre, y su otra logró apoyarse en el hombro, Kaido redujo casi al cien por cien y lo que hizo fue levantarle un poco por los aires y le obligó a fingir una caída que en principio pareció bastante dolorosa. Los ojos cerúleos del tiburón se envolvieron en los de Calabaza y sin mediar una palabra más, trató de decirle: "quédate en el jodido suelo. Ya me lo pagarás luego".