2/04/2019, 19:59
—Háblalo con Tokore. Debe ser un objeto que pase desapercibido con su uniforme —le sugirió, antes de continuar su camino hacia las afueras de la ciudad.
El País del Viento era inclemente, a su manera. Desatando sobre aquél grupo de malhechores toda la furia de la naturaleza, como si los mismísimos dioses que profesaban religión en las áridas tierras del oeste estuvieran haciendo uso de su magnanimidad para oponerse a la fructífera realización de los objetivos de esa gente.
De pronto, Kaido se sintió como un mísero extranjero que intenta cruzar las Llanuras de la Tempestad Eterna a pie, sin protección. La tormenta de arena que les abrazó era tan impiadosa como los mismísimos vientos de lluvia que azotaban ese gran tramo del país de la Tormenta, y los granos de arena azotándoles el cuerpo sin piedad se sentían muy similar a las gotas de lluvias que, aupada por grandes ventiscas y aires frío, te impactaban con cada paso que intentabas dar. La visibilidad era casi a cero y aunque la Prisión de Yermo se podía vislumbrar en el horizonte, con aquella tormentilla —como le llamó Tokore—. parecía hacerse más y más lejos cada vez.
Kincho no dijo nada en cuánto Comadreja abandonó el barco tan pronto. Sabía que era un cobarde, un marsupial rastrero que no iba a arriesgar su cuello más de la cuenta. En cuanto al resto de participantes, sabía que Muñeca no iba a soportar a ese paso el ritmo del avance y que, de dejarla sola, iba a llegar hecha mierda cuando lograran alcanzar la misión, así que decidió ayudarla.
—¡¡Tokore, acércate un poco!! —le exigió, mientras tomaba a Muñeca desde el ovillo de sus ropajes y la obligó técnicamente a ponerse entre él y Tokore. Entonces, Kaido armaría una cadena humana que mantendría a Masumi en la seguridad de aquellos dos cuerpos mientras que él sujetaba de la cintura de Tokore y dejar que ella guiara el avance como una mula—. ¡¡Guía el paso, rápido!!
* * *
El País del Viento era inclemente, a su manera. Desatando sobre aquél grupo de malhechores toda la furia de la naturaleza, como si los mismísimos dioses que profesaban religión en las áridas tierras del oeste estuvieran haciendo uso de su magnanimidad para oponerse a la fructífera realización de los objetivos de esa gente.
De pronto, Kaido se sintió como un mísero extranjero que intenta cruzar las Llanuras de la Tempestad Eterna a pie, sin protección. La tormenta de arena que les abrazó era tan impiadosa como los mismísimos vientos de lluvia que azotaban ese gran tramo del país de la Tormenta, y los granos de arena azotándoles el cuerpo sin piedad se sentían muy similar a las gotas de lluvias que, aupada por grandes ventiscas y aires frío, te impactaban con cada paso que intentabas dar. La visibilidad era casi a cero y aunque la Prisión de Yermo se podía vislumbrar en el horizonte, con aquella tormentilla —como le llamó Tokore—. parecía hacerse más y más lejos cada vez.
Kincho no dijo nada en cuánto Comadreja abandonó el barco tan pronto. Sabía que era un cobarde, un marsupial rastrero que no iba a arriesgar su cuello más de la cuenta. En cuanto al resto de participantes, sabía que Muñeca no iba a soportar a ese paso el ritmo del avance y que, de dejarla sola, iba a llegar hecha mierda cuando lograran alcanzar la misión, así que decidió ayudarla.
—¡¡Tokore, acércate un poco!! —le exigió, mientras tomaba a Muñeca desde el ovillo de sus ropajes y la obligó técnicamente a ponerse entre él y Tokore. Entonces, Kaido armaría una cadena humana que mantendría a Masumi en la seguridad de aquellos dos cuerpos mientras que él sujetaba de la cintura de Tokore y dejar que ella guiara el avance como una mula—. ¡¡Guía el paso, rápido!!