2/04/2019, 21:55
Uchiha Akame se estremeció a la par que lo hacía la sala cuando el Uzukage liberó todo el poder arrollador de su chakra. Por un momento el jōnin quedó paralizado del miedo instintivo que aquella ingente cantidad de chakra contenida en un mismo cuerpo le había generado; fue consciente entonces de que aquel tipo de cabellos rubios al que acababa de poner de cabrón para arriba, probablemente sería capaz de partirle en dos utilizando un Ninjutsu de rango C. Y eso le provocó más ira, más frustración, más vergüenza y más rencor. Se vio minúsculo, insignificante al lado de una bestia como Sarutobi Hanabi, un ninja curtido en años de experiencia y mil batallas. Miró a un lado, como si acabase de ser consciente de que Raito estaba allí. Un jōnin de confianza del Kage, un Uchiha experto en múltiples técnicas de combate. Y luego estaba Katsudon, que en varias ocasiones le había demostrado gozar de una fuerza colosal.
Se sintió como una mierda. Como la mayor mierda de todo Oonindo. Un desgarro en su espíritu tan profundo como nunca había experimentado, un sentimiento que él no estaba preparado para manejar. Y, como un tiburón a la sangre, el depredador acudió...
«Déjame en paz, demonio. Yo voy a morir, pero has de saber que ni una sola vez más satisfaré tus crueles inclinaciones. Eres una bestia irracional y sedienta de sangre.»
Casi pudo sentir al Ichibi agitándose de pura rabia dentro suya, su sed de destrucción y venganza. Se preguntó si ambos no eran en verdad tan distintos en ese preciso momento... La respuesta llegó poco después. Hanabi se despachaba a gusto con él, castigando su arrebato de soberbia y su ansia por siempre colgarse una medalla más. Por tener el mejor expediente de la Aldea. Por ser Uchiha Akame. El joven jōnin notó un cosquilleo en la nuca que se le fue extendiendo hasta la mandíbula inferior. Él ya había escuchado aquellas palabras antes, en boca de...
—Ninjas, Akame, ninjas como Hōzuki Chokichi.
El Uchiha cayó de rodillas al suelo.
«Le tendí la mano después de encontrar sus fotos...»
«Le perdoné después de pillarle espiando a varias chicas...»
«Le entrené durante meses, le mostré mis técnicas...»
El cuerpo flacucho del jōnin empezó a convulsionar ligeramente, producto del veneno que le iba subiendo por la garganta.
«He sido un completo idiota.»
La risa victoriosa de Shukaku reverberó en sus oídos como el grito de una bestia triunfal. De la derrota de Akame. De su humillación más absoluta. Había sido vencido y traicionado por todos aquellos en los que había depositado su confianza, todos a los que había jurado proteger, todos a los que había jurado servir...
—¡JiajiajiajiajiajiajiajiaJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIA!
Las carcajadas de bijuu y jinchuuriki se fusionaron en una orquesta de demencia, retumbando por todo el despacho del Uzukage. Akame alzó la vista, y la mitad de su rostro se había visto cubierto por una capa de arena; su ojo derecho era ahora negro, con una estrella dorada en donde debía estar la pupila, y ese mismo lado de su boca manifestaba una hilera de colmillos.
—¡SOIS PUTA BASURA! ¡JIAJIAJIA! ¡HANABI-SAMA! ¿¡ERES CONSCIENTE DE QUE PODRÍA MATAROS A TODOS AHORA MISMO!? ¡JIAJIAJIA!
De repente el jōnin sacudió la cabeza con tanta violencia que parecía a punto de desencajársele, y luego otra vez, y una última que terminó por dejarle cabizbajo; como si aquello le hubiera costado un esfuerzo titánico. Realmente, así había sido. Cuando finalmente volvió a mirar a su Kage, su rostro volvía a ser el de Uchiha Akame.
—Yo sé quien soy. Y eso... Eso ni siquiera vosotros vais a poder arrebatármelo. Haced lo que tengáis que hacer.
Y así, el joven jōnin selló sus labios para no abrirlos más en aquel despacho.
Se sintió como una mierda. Como la mayor mierda de todo Oonindo. Un desgarro en su espíritu tan profundo como nunca había experimentado, un sentimiento que él no estaba preparado para manejar. Y, como un tiburón a la sangre, el depredador acudió...
«Déjame en paz, demonio. Yo voy a morir, pero has de saber que ni una sola vez más satisfaré tus crueles inclinaciones. Eres una bestia irracional y sedienta de sangre.»
Casi pudo sentir al Ichibi agitándose de pura rabia dentro suya, su sed de destrucción y venganza. Se preguntó si ambos no eran en verdad tan distintos en ese preciso momento... La respuesta llegó poco después. Hanabi se despachaba a gusto con él, castigando su arrebato de soberbia y su ansia por siempre colgarse una medalla más. Por tener el mejor expediente de la Aldea. Por ser Uchiha Akame. El joven jōnin notó un cosquilleo en la nuca que se le fue extendiendo hasta la mandíbula inferior. Él ya había escuchado aquellas palabras antes, en boca de...
—Ninjas, Akame, ninjas como Hōzuki Chokichi.
El Uchiha cayó de rodillas al suelo.
«Le tendí la mano después de encontrar sus fotos...»
«Le perdoné después de pillarle espiando a varias chicas...»
«Le entrené durante meses, le mostré mis técnicas...»
El cuerpo flacucho del jōnin empezó a convulsionar ligeramente, producto del veneno que le iba subiendo por la garganta.
«He sido un completo idiota.»
La risa victoriosa de Shukaku reverberó en sus oídos como el grito de una bestia triunfal. De la derrota de Akame. De su humillación más absoluta. Había sido vencido y traicionado por todos aquellos en los que había depositado su confianza, todos a los que había jurado proteger, todos a los que había jurado servir...
—¡JiajiajiajiajiajiajiajiaJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIA!
Las carcajadas de bijuu y jinchuuriki se fusionaron en una orquesta de demencia, retumbando por todo el despacho del Uzukage. Akame alzó la vista, y la mitad de su rostro se había visto cubierto por una capa de arena; su ojo derecho era ahora negro, con una estrella dorada en donde debía estar la pupila, y ese mismo lado de su boca manifestaba una hilera de colmillos.
—¡SOIS PUTA BASURA! ¡JIAJIAJIA! ¡HANABI-SAMA! ¿¡ERES CONSCIENTE DE QUE PODRÍA MATAROS A TODOS AHORA MISMO!? ¡JIAJIAJIA!
De repente el jōnin sacudió la cabeza con tanta violencia que parecía a punto de desencajársele, y luego otra vez, y una última que terminó por dejarle cabizbajo; como si aquello le hubiera costado un esfuerzo titánico. Realmente, así había sido. Cuando finalmente volvió a mirar a su Kage, su rostro volvía a ser el de Uchiha Akame.
—Yo sé quien soy. Y eso... Eso ni siquiera vosotros vais a poder arrebatármelo. Haced lo que tengáis que hacer.
Y así, el joven jōnin selló sus labios para no abrirlos más en aquel despacho.