3/04/2019, 17:01
(Última modificación: 3/04/2019, 17:01 por Aotsuki Ayame.)
—¿Eh? Sí, sí... Ya sabes cómo es esto… —respondió Datsue, aún algo aturdido, y Ayame intercambió el peso de una pierna a otra, sin saber muy bien qué decirle al respecto—. En fin, tras la oreja izquierda. De acuerdo —asintió él, dando varios saltitos en el sitio como si estuviera calentando para un ejercicio físico—. Vale, vale. Dame un par de segundos. Esto consume una gran cantidad de chakra —dijo, respirando hondo varias veces. Y al cabo de varios segundos—: Vale, vale. Estoy —asintió, aunque seguía dando saltos como un canguro—. Aparta los mechones para que pueda colocártelo bien —le pidió y Ayame, tras dirigir una última mirada dubitativa a Daruu, pasó su melena por encima de su hombro derecho y apartó los mechones restantes de su oreja—. Vale, venga, ¡ahí voy!
Datsue entrelazó las manos en una larga secuencia de sellos y alargó el brazo hacia ella con los dedos índice y corazón extendidos. Ayame contenía la respiración, con los hombros tan tensos como varas de hierro y no pudo evitar cerrar los ojos con fuerza cuando sintió los dedos del Uchiha tras su oído. Un escalofrío la recorrió de arriba a abajo.
—Fiuuu… Llueve nueve, compañeros.
—Ya... ¿Ya está...? —preguntó Ayame, abriendo apenas una rendija de uno de sus ojos. No había sentido absolutamente nada: ni un cosquilleo, ni un calambre, ni el tan temido pinchado que se estaba esperando de forma inconsciente.
—Compañeros. Suena tan raro viniendo de nosotros tres después de todo lo que ha pasado... —dijo Daruu, y Ayame no pudo menos que darle la razón para sus adentros. Toda aquella situación seguía siendo absolutamente surrealista—. Ayame, venga, prueba el sello. Vete lejos y háblanos, a ver qué tal.
—Eh... sí. Vale. De acuerdo. Bastaba con acumular un poco de chakra en el sello y ya está, ¿no? —preguntó. Para alguien tan negada como ella para las artes del sellado, aquello parecía obra de magia.
Pero, tal y como le habían indicado, se alejó unos veinte pasos y se llevó una mano a la oreja como si pretendiera asegurarse de que verdad estaba allí.
«Bueno... vamos allá...» Pensó para sí, respirando hondo varias veces.
Acumuló chakra en aquella zona, inspiró profundamente y...
—¡¡¡HOLAAAAAAAAAAAAAAAA!!!
¿¿¿¡¡¡SE ME OYEEEEEEEEEEEEEEE!!!???
Había ciertas cosas que nunca cambiaban.
Datsue entrelazó las manos en una larga secuencia de sellos y alargó el brazo hacia ella con los dedos índice y corazón extendidos. Ayame contenía la respiración, con los hombros tan tensos como varas de hierro y no pudo evitar cerrar los ojos con fuerza cuando sintió los dedos del Uchiha tras su oído. Un escalofrío la recorrió de arriba a abajo.
—Fiuuu… Llueve nueve, compañeros.
—Ya... ¿Ya está...? —preguntó Ayame, abriendo apenas una rendija de uno de sus ojos. No había sentido absolutamente nada: ni un cosquilleo, ni un calambre, ni el tan temido pinchado que se estaba esperando de forma inconsciente.
—Compañeros. Suena tan raro viniendo de nosotros tres después de todo lo que ha pasado... —dijo Daruu, y Ayame no pudo menos que darle la razón para sus adentros. Toda aquella situación seguía siendo absolutamente surrealista—. Ayame, venga, prueba el sello. Vete lejos y háblanos, a ver qué tal.
—Eh... sí. Vale. De acuerdo. Bastaba con acumular un poco de chakra en el sello y ya está, ¿no? —preguntó. Para alguien tan negada como ella para las artes del sellado, aquello parecía obra de magia.
Pero, tal y como le habían indicado, se alejó unos veinte pasos y se llevó una mano a la oreja como si pretendiera asegurarse de que verdad estaba allí.
«Bueno... vamos allá...» Pensó para sí, respirando hondo varias veces.
Acumuló chakra en aquella zona, inspiró profundamente y...
—¡¡¡HOLAAAAAAAAAAAAAAAA!!!
¿¿¿¡¡¡SE ME OYEEEEEEEEEEEEEEE!!!???
Había ciertas cosas que nunca cambiaban.