4/04/2019, 17:03
«Yasashi... Nunca había oído ese nombre. Ni había visto a este tipo. ¿Quién demonios es?»
El hecho de que no conociese a su interrogador le había puesto ligeramente nervioso. Akame esperaba una cara conocida, no en vano había tenido al menos una discreta relación con la mayoría de ninjas de alto rango de Uzushio —al ser él mismo un jōnin—. Pero aquel hombre, con su apariencia pulcra, su voz aguda y sus modales, le daba mala espina. «Por supuesto que debe dar mala espina, idiota, es un interrogador. Su especialidad es hacer que la gente diga lo que no quiere decir», se dijo, con bastante acierto.
Mientras Yasashi hacía todo su protocolo, Akame le observaba con la expresión más tranquila que fue capaz de poner. Lo suyo no era ocultar sus sentimientos o engañar a los demás, como hacía muy bien Datsue, pero sí era bueno a la hora de mantener la calma. De aguantar. De resistir. Estoico, Uchiha Akame supo que su interrogatorio acababa de dar comienzo, y desde ese momento trató de dejar la mente en blanco. Decían que era lo más fácil.
Pero entonces cayó en la cuenta de algo. Un detalle que había estado intentando obviar, porque significaba mantener algún tipo de esperanza... Lo peor que podías hacer si estabas en una situación como la de Akame. Se dio cuenta de que, tal vez, aquel no sería su fin. Todavía había una persona allá afuera en la que podía confiar; o eso le decía aquella solitaria vocecita en su interior. Hacerlo implicaba no abandonar ni tirar la toalla, sino ganar la mayor cantidad de tiempo posible. Retrasar la hora fatal. Hacerle perder el tiempo a aquel hombre. También implicaba, no obstante, no dejar que aquella llama se apagase y abandonarse a la oscuridad. ¿Y si Datsue nunca aparecía? Significaría que Akame iba a sufrir mucho, y durante mucho rato. La pregunta del millón de ryos, entonces era...
¿Vendría su Hermano a por él?
—Eso depende, Yasashi-san... ¿Qué me vas a preguntar?
El hecho de que no conociese a su interrogador le había puesto ligeramente nervioso. Akame esperaba una cara conocida, no en vano había tenido al menos una discreta relación con la mayoría de ninjas de alto rango de Uzushio —al ser él mismo un jōnin—. Pero aquel hombre, con su apariencia pulcra, su voz aguda y sus modales, le daba mala espina. «Por supuesto que debe dar mala espina, idiota, es un interrogador. Su especialidad es hacer que la gente diga lo que no quiere decir», se dijo, con bastante acierto.
Mientras Yasashi hacía todo su protocolo, Akame le observaba con la expresión más tranquila que fue capaz de poner. Lo suyo no era ocultar sus sentimientos o engañar a los demás, como hacía muy bien Datsue, pero sí era bueno a la hora de mantener la calma. De aguantar. De resistir. Estoico, Uchiha Akame supo que su interrogatorio acababa de dar comienzo, y desde ese momento trató de dejar la mente en blanco. Decían que era lo más fácil.
Pero entonces cayó en la cuenta de algo. Un detalle que había estado intentando obviar, porque significaba mantener algún tipo de esperanza... Lo peor que podías hacer si estabas en una situación como la de Akame. Se dio cuenta de que, tal vez, aquel no sería su fin. Todavía había una persona allá afuera en la que podía confiar; o eso le decía aquella solitaria vocecita en su interior. Hacerlo implicaba no abandonar ni tirar la toalla, sino ganar la mayor cantidad de tiempo posible. Retrasar la hora fatal. Hacerle perder el tiempo a aquel hombre. También implicaba, no obstante, no dejar que aquella llama se apagase y abandonarse a la oscuridad. ¿Y si Datsue nunca aparecía? Significaría que Akame iba a sufrir mucho, y durante mucho rato. La pregunta del millón de ryos, entonces era...
¿Vendría su Hermano a por él?
—Eso depende, Yasashi-san... ¿Qué me vas a preguntar?