4/04/2019, 19:39
(Última modificación: 4/04/2019, 21:00 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
«Eso, anota, anota viejo cabrón.»
La resignada ira del impotente que sabe que su destino no está en sus manos era todo lo que le quedaba a Akame en ese momento. Yasashi siguió con su modus operandi de parecer lo más amablemente creepy posible, dorando la píldora al preso con más palabrería vacua que al joven Uchiha le daba exactamente igual; sabía que nadie le soltaría de allí, que no habría ninguna bolsa llena de dinero con la que escapar y empezar una nueva vida. Ese tipo de estupideces sólo ocurrían en las novelas de fantasía.
Sin embargo, Akame volvió a alzar la guardia cuando vió a aquel tipo hacer sellos. Instintivamente quiso activar su Sharingan para leerlos con la claridad de un libro, pero aquellas molestas cadenas supresoras de chakra le impidieron hacerlo. El jōnin se dispuso a protestar, pero antes de poder hacerlo, su consciencia voló muy lejos de allí, hacia un introspectivo destino que...
Porque si el bueno de Yasashi pensaba que Asahina Kunie dejaba cabos sueltos, estaba increíblemente equivocado. Leer la mente de Akame era como abrir un cofre dentro del cual esperabas encontrar un gran tesoro; pero en cuanto tus dedos se posaban en la madera, al baúl le crecían unos dientes de sierra y una lengua babosa, e intentaba tirársete encima para arrancarte la cabeza.
¿Sería eso lo que Yasashi el interrogador vería bajo los efectos del jutsu sellado de Kunie? Solo él lo sabía...
La resignada ira del impotente que sabe que su destino no está en sus manos era todo lo que le quedaba a Akame en ese momento. Yasashi siguió con su modus operandi de parecer lo más amablemente creepy posible, dorando la píldora al preso con más palabrería vacua que al joven Uchiha le daba exactamente igual; sabía que nadie le soltaría de allí, que no habría ninguna bolsa llena de dinero con la que escapar y empezar una nueva vida. Ese tipo de estupideces sólo ocurrían en las novelas de fantasía.
Sin embargo, Akame volvió a alzar la guardia cuando vió a aquel tipo hacer sellos. Instintivamente quiso activar su Sharingan para leerlos con la claridad de un libro, pero aquellas molestas cadenas supresoras de chakra le impidieron hacerlo. El jōnin se dispuso a protestar, pero antes de poder hacerlo, su consciencia voló muy lejos de allí, hacia un introspectivo destino que...
Había un pasillo muy estrecho, largo y oscuro. Se parecía al de la propia mazmorra donde Akame estaba preso si no fuera porque este tenía una multitud de puertas a cada lado, todas idénticas, todas esculpidas en la propia piedra. La tenue luz anaranjada del ambiente provenía de antorchas que se consumían lentamente, colgadas en una secuencia perfecta entre las puertas. Yasashi y Akame avanzaron juntos, como una pareja que paseara de la mano, por el corredor; hasta llegar a una puerta que les invitó a detenerse. Sobre ella, un cartel de madera perfectamente claveteado en la piedra y con una frase pulcramente rotulada con tinta negra y excelente caligrafía. Y esta rezaba una consigna directa y clara...
«Tonto el que lo lea.»
Porque si el bueno de Yasashi pensaba que Asahina Kunie dejaba cabos sueltos, estaba increíblemente equivocado. Leer la mente de Akame era como abrir un cofre dentro del cual esperabas encontrar un gran tesoro; pero en cuanto tus dedos se posaban en la madera, al baúl le crecían unos dientes de sierra y una lengua babosa, e intentaba tirársete encima para arrancarte la cabeza.
¿Sería eso lo que Yasashi el interrogador vería bajo los efectos del jutsu sellado de Kunie? Solo él lo sabía...