5/04/2019, 02:50
Dentro de tan árida tempestad, Kaido se permitió durante un instante sonreír ante las insinuaciones de Tokore respecto al Dios que regía los reinos celestiales de aquél país de tierra y viento. Era algo que habría dicho él de tener extranjeros padeciendo las lluvias de sus llanuras en una noche llorona. Su goce no duró demasiado, sin embargo, pues el estruendo de un relámpago les sacudió aún y cuando éste pudiera haber caído a kilómetros de distancia de ellos.
Un fogonazo cercano que iluminó la prisión, no obstante, les advirtió que la naturaleza no estaba tan lejana a acertarles una mortífera descarga, a ciegas.
El gyojin decidió detenerse cuando las puertas de aquél infierno subterráneo les dieron la bienvenida, e instó a Tokore a ayudarle con Muñeca. El Tiburón cubrió aún más su rostro con la enorme gabardina para no tragar arena y habló lo más fuerte que pudo para que ambas le escucharan.
—¡Muñeca, Muñeca! ¡¿puedes transformarte?!
Un fogonazo cercano que iluminó la prisión, no obstante, les advirtió que la naturaleza no estaba tan lejana a acertarles una mortífera descarga, a ciegas.
El gyojin decidió detenerse cuando las puertas de aquél infierno subterráneo les dieron la bienvenida, e instó a Tokore a ayudarle con Muñeca. El Tiburón cubrió aún más su rostro con la enorme gabardina para no tragar arena y habló lo más fuerte que pudo para que ambas le escucharan.
—¡Muñeca, Muñeca! ¡¿puedes transformarte?!