5/04/2019, 15:58
—¡A-a mí no me asustas, Uchiha Akame! ¡Estás encadenado, no puedes hacer nada! —Y, pese a sus palabras, sus ojos se mantenían fijos en el torso de Akame, sin atreverse a subir más allá de su cuello.
Con su lanza todavía sujetada con una mano, tomó a Yasashi por el hombro, arrastrándolo al exterior de la celda. Fue entonces cuando el hombre salió de la ilusión.
—Qué... ¿Qué…? —farfulló, confuso.
—¡Yasashi-san! ¿Está usted bien? —preguntó, mientras le ayudaba a incorporarse. Yasashi estaba blanco como la cera y un sudor frío perlaba su frente—. Vamos, le prepararé una buena taza de té. Le vendrá bien.
—La puerta… La puerta —le recordó él, todavía temblando. Pero cuando el Chunin la cerró tras de sí y Yasashi se llevó una mano al bolsillo, no halló las llaves que buscaba—. Las tiene él —comprendió.
—¿¡Qué!? Maldita sea. ¿Esta no era la celda especial? —Algo había en su tono de voz que indicaba que no tenía muchas ganas de volver a meterse ahí adentro.
—Sí… Sí… —Yasashi formó el sello de Serpiente, y el sello que había en la entrada de la celda se iluminó como un relámpago. De pronto, la descarga de un rayo viajó por las cadenas que retenían a Akame, impactándole como un latigazo y dejándole inconsciente en el acto.
El Chuunin se acercó a él y, tras unos breves momentos, encontró las llaves bajo su pie.
Operación Escape fracasada.
Los siguientes días no fueron mucho mejores para Uchiha Akame. Dos veces al día, alguien le colocaba unas esposas supresoras de chakra y, tras quitarle los grilletes, le conducía hasta un baño donde podía asearse y cumplir con sus necesidades básicas, sin intimidad alguna. Así de estrictos eran con él.
Por el resto del día, una mujer de cabellos castaños procedía a hurgar en su mente, esta vez acompañada de otro guardia por seguridad —de Yasashi no había vuelto a tener noticia—.
Buscaron por todos los sitios imaginables. En su infancia. En su ingreso a Uzu. Trataron de evocar el recuerdo de su encuentro con Kunie gracias a las fotografías facilitadas por Chokichi. Muchos de estos recuerdos eran claramente falsos.
Un día, llegó un anciano de pelo largo y blanco y barba de chivo. Se anunció como un Sabio del Consejo. Akame notó que fue el que le trató con más inquina de todos. Frases como: sabía que tarde o temprano ibais a causar problemas, en clara alusión a los Hermanos del Desierto, fue tan solo una de sus tantas perlas.
Su trabajo fue el de bucear bajo los falsos recuerdos que Kunie había plantado en Akame, hasta llegar a los verdaderos. Sobra decir que no tuvo mucho éxito.
Siete días. Habían pasado siete días desde que le habían tirado a aquel calabozo de mala muerte. Akame, como profesional que era, lo sabía por las veces que le llevaban al baño. No había mucho más a lo que agarrarse. Allí, donde el fuego era el único componente lumínico, era muy difícil saber cuando era de día o de noche.
No obstante, le habían llevado al baño hacía tres horas, y el Uchiha intuía que, al menos, estaba anocheciendo. Tenía las muñecas y tobillos doloridos y con heridas por culpa de los grilletes, y los músculos agarrotados. Podía decirse que aquello era lo peor. La espera. El no saber qué iba a ocurrir.
Sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad y sus oídos se habían afinado como los de un felino. Por eso, lo que para alguien habría sido el sonido de una gota cayendo sobre una ventana lejana, para él eran pasos. Pasos silenciosos pero muy claros para sus oídos. Cada vez más claros. Cada vez más cerca…
Con su lanza todavía sujetada con una mano, tomó a Yasashi por el hombro, arrastrándolo al exterior de la celda. Fue entonces cuando el hombre salió de la ilusión.
—Qué... ¿Qué…? —farfulló, confuso.
—¡Yasashi-san! ¿Está usted bien? —preguntó, mientras le ayudaba a incorporarse. Yasashi estaba blanco como la cera y un sudor frío perlaba su frente—. Vamos, le prepararé una buena taza de té. Le vendrá bien.
—La puerta… La puerta —le recordó él, todavía temblando. Pero cuando el Chunin la cerró tras de sí y Yasashi se llevó una mano al bolsillo, no halló las llaves que buscaba—. Las tiene él —comprendió.
—¿¡Qué!? Maldita sea. ¿Esta no era la celda especial? —Algo había en su tono de voz que indicaba que no tenía muchas ganas de volver a meterse ahí adentro.
—Sí… Sí… —Yasashi formó el sello de Serpiente, y el sello que había en la entrada de la celda se iluminó como un relámpago. De pronto, la descarga de un rayo viajó por las cadenas que retenían a Akame, impactándole como un latigazo y dejándole inconsciente en el acto.
El Chuunin se acercó a él y, tras unos breves momentos, encontró las llaves bajo su pie.
Operación Escape fracasada.
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Los siguientes días no fueron mucho mejores para Uchiha Akame. Dos veces al día, alguien le colocaba unas esposas supresoras de chakra y, tras quitarle los grilletes, le conducía hasta un baño donde podía asearse y cumplir con sus necesidades básicas, sin intimidad alguna. Así de estrictos eran con él.
Por el resto del día, una mujer de cabellos castaños procedía a hurgar en su mente, esta vez acompañada de otro guardia por seguridad —de Yasashi no había vuelto a tener noticia—.
Buscaron por todos los sitios imaginables. En su infancia. En su ingreso a Uzu. Trataron de evocar el recuerdo de su encuentro con Kunie gracias a las fotografías facilitadas por Chokichi. Muchos de estos recuerdos eran claramente falsos.
Un día, llegó un anciano de pelo largo y blanco y barba de chivo. Se anunció como un Sabio del Consejo. Akame notó que fue el que le trató con más inquina de todos. Frases como: sabía que tarde o temprano ibais a causar problemas, en clara alusión a los Hermanos del Desierto, fue tan solo una de sus tantas perlas.
Su trabajo fue el de bucear bajo los falsos recuerdos que Kunie había plantado en Akame, hasta llegar a los verdaderos. Sobra decir que no tuvo mucho éxito.
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Siete días. Habían pasado siete días desde que le habían tirado a aquel calabozo de mala muerte. Akame, como profesional que era, lo sabía por las veces que le llevaban al baño. No había mucho más a lo que agarrarse. Allí, donde el fuego era el único componente lumínico, era muy difícil saber cuando era de día o de noche.
No obstante, le habían llevado al baño hacía tres horas, y el Uchiha intuía que, al menos, estaba anocheciendo. Tenía las muñecas y tobillos doloridos y con heridas por culpa de los grilletes, y los músculos agarrotados. Podía decirse que aquello era lo peor. La espera. El no saber qué iba a ocurrir.
Sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad y sus oídos se habían afinado como los de un felino. Por eso, lo que para alguien habría sido el sonido de una gota cayendo sobre una ventana lejana, para él eran pasos. Pasos silenciosos pero muy claros para sus oídos. Cada vez más claros. Cada vez más cerca…
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado