6/04/2019, 17:05
La reacción en Datsue fue instantánea: el horror transformó sus facciones y sus ojos se iluminaron instantáneamente con el color rojo del Sharingan. Kokuō bajó la mirada hacia su barbilla inmediatamente, pero cualquier rastro de burla se transformó en una oscura sombra cuando vio que los dedos del Uzujin se recubrían por cinco llamas púrpuras.
—¡Se ha hecho con su control! ¡Rápido, Daruu! —Alentó al Amejin—. ¡Sujétala!
Ella soltó una risa seca, mordaz.
—¡JA! Oh, me encantará ver cómo lo intentan... —canturreó, pero ni siquiera hizo el amago de moverse del sitio.
Afortunadamente, Daruu no tardó en interponerse entre los dos.
—¡No! ¡Espera! ¡No te precipites! —le gritó a Datsue, alzando los brazos a modo de barrera de contención entre los dos—. ¡Todo tiene una explicación! Kokuō, basta, no queremos más peleas —añadió, dirigiéndose esta vez al Bijū—. Por favor. Deja que esté Ayame. Además, no esperábamos tu ayuda. Ya lo sabes.
—Que no cunda el pánico, sólo quería dejarles clara mi posición. Por si en algún momento se les llegaba a olvidar —respondió, seria. Aunque en su rostro apareció una sonrisa divertida cuando añadió—: Además, habría sido indecoroso no salir a saludar a un... viejo amigo. Ahora, si me disculpan —Kokuō inclinó el cuerpo en una elegante reverencia, extendiendo un brazo con una floritura.
Un último espasmo recorrió su cuerpo, y la muchacha se incorporó de golpe con las mejillas encendidas y los ojos chispeantes.
—¡Mira, de verdad te lo digo, a veces me dan ganas de poder cogerte del cuello y estrangularte! —se le escapó en voz alta.
Ayame había vuelto.
Y cuando reparó de nuevo en la presencia de Daruu y Datsue soltó un gemido lastimero y se masajeó el puente de la nariz. ¿Y ahora cómo demonios iba a explicar aquello? ¡Y encima había tenido que ser frente a Uchiha Datsue!
——Creo que sí que vamos a tener que tomarnos algo, ¿eh? —intervino Daruu—. Creo que tenemos algo de qué hablar.
Ayame, dándose por rendida, hundió los hombros y soltó un suspiro al cielo.
—Si vamos a hablar no puede haber nadie alrededor. Nunca sabemos quién puede estar escuchando.
—¡Se ha hecho con su control! ¡Rápido, Daruu! —Alentó al Amejin—. ¡Sujétala!
Ella soltó una risa seca, mordaz.
—¡JA! Oh, me encantará ver cómo lo intentan... —canturreó, pero ni siquiera hizo el amago de moverse del sitio.
Afortunadamente, Daruu no tardó en interponerse entre los dos.
—¡No! ¡Espera! ¡No te precipites! —le gritó a Datsue, alzando los brazos a modo de barrera de contención entre los dos—. ¡Todo tiene una explicación! Kokuō, basta, no queremos más peleas —añadió, dirigiéndose esta vez al Bijū—. Por favor. Deja que esté Ayame. Además, no esperábamos tu ayuda. Ya lo sabes.
—Que no cunda el pánico, sólo quería dejarles clara mi posición. Por si en algún momento se les llegaba a olvidar —respondió, seria. Aunque en su rostro apareció una sonrisa divertida cuando añadió—: Además, habría sido indecoroso no salir a saludar a un... viejo amigo. Ahora, si me disculpan —Kokuō inclinó el cuerpo en una elegante reverencia, extendiendo un brazo con una floritura.
Un último espasmo recorrió su cuerpo, y la muchacha se incorporó de golpe con las mejillas encendidas y los ojos chispeantes.
—¡Mira, de verdad te lo digo, a veces me dan ganas de poder cogerte del cuello y estrangularte! —se le escapó en voz alta.
Ayame había vuelto.
Y cuando reparó de nuevo en la presencia de Daruu y Datsue soltó un gemido lastimero y se masajeó el puente de la nariz. ¿Y ahora cómo demonios iba a explicar aquello? ¡Y encima había tenido que ser frente a Uchiha Datsue!
——Creo que sí que vamos a tener que tomarnos algo, ¿eh? —intervino Daruu—. Creo que tenemos algo de qué hablar.
Ayame, dándose por rendida, hundió los hombros y soltó un suspiro al cielo.
—Si vamos a hablar no puede haber nadie alrededor. Nunca sabemos quién puede estar escuchando.