7/04/2019, 21:41
—¡Aaarghhhh, cof, cof!
Kaido había conseguido su objetivo con relativa facilidad, zarandeando al muchacho varias veces hasta hacerle despertar de su trance. Pese a ser un alucinógeno potente, el omoide inducía en su usuario un estado de sueño lúcido muy delicado del que, contrariamente a la creencia popular, era bastante fácil despertar. Algunos usuarios muy experimentados y especialmente tolerantes a aquella sustancia eran incluso capaces de vivir sus alucinaciones en vigilia, no llegando a perder la noción de la realidad. No era el caso de Calabaza, que siempre caía redondo como un saco de papas.
—¿Eh... Qué... Kaido...? Glups... Bleeeergh —Calabaza se dobló por la cintura apenas volvió en sí, descargando una buena pota en el suelo entre sus piernas—. ¿Qué cojones...?
Todavía parecía aturdido por los efectos de la magia azul, y sus ojos recorrían de forma confusa los alrededores, terminando por la cara de aquel Gyojin feo y azul que le miraba, desafiante. Calabaza era desconocedor del misericordioso monólogo interno que Kaido acababa de tener consigo mismo —tal vez esa era la razón por la que no había intentado huir todavía—, así que se limitó a limpiarse la boca manchada de vómito con el dorso de la mano y tratar de incorporarse.
—Blerg, uf, glups... Perd... Perdona, Kaido, me... Me dejé llevar... —se excusó—. ¿Tienes... Algo para beber? La boca me sabe a m... m... mierda.
Kaido había conseguido su objetivo con relativa facilidad, zarandeando al muchacho varias veces hasta hacerle despertar de su trance. Pese a ser un alucinógeno potente, el omoide inducía en su usuario un estado de sueño lúcido muy delicado del que, contrariamente a la creencia popular, era bastante fácil despertar. Algunos usuarios muy experimentados y especialmente tolerantes a aquella sustancia eran incluso capaces de vivir sus alucinaciones en vigilia, no llegando a perder la noción de la realidad. No era el caso de Calabaza, que siempre caía redondo como un saco de papas.
—¿Eh... Qué... Kaido...? Glups... Bleeeergh —Calabaza se dobló por la cintura apenas volvió en sí, descargando una buena pota en el suelo entre sus piernas—. ¿Qué cojones...?
Todavía parecía aturdido por los efectos de la magia azul, y sus ojos recorrían de forma confusa los alrededores, terminando por la cara de aquel Gyojin feo y azul que le miraba, desafiante. Calabaza era desconocedor del misericordioso monólogo interno que Kaido acababa de tener consigo mismo —tal vez esa era la razón por la que no había intentado huir todavía—, así que se limitó a limpiarse la boca manchada de vómito con el dorso de la mano y tratar de incorporarse.
—Blerg, uf, glups... Perd... Perdona, Kaido, me... Me dejé llevar... —se excusó—. ¿Tienes... Algo para beber? La boca me sabe a m... m... mierda.