8/04/2019, 17:58
(Última modificación: 19/04/2019, 16:59 por Uchiha Akame. Editado 1 vez en total.)
Y de repente, todas aquellas imágenes colapsaron en su mente como un torbellino de sonidos, colores, olores, sabores y recuerdos que le sacudió hasta los cimientos e hizo mierda completamente su cordura. ¿O no? ¿O era acaso la lucidez abriéndose finalmente paso entre una riada de pasta azul? ¿Quién debía vivir? ¿Calabaza, o Uchiha Akame? ¿Y, en todo caso, por qué? ¿Con qué fin, a qué costo? ¿Era simplemente ansia de perdurar, de sobrevivir por el mero hecho de no morirse lo que le impulsaba, lo que hacía que su corazón siguiese latiendo? ¿O era algo más?
¿El plan de Kaido el Exiliado? ¿Las maquinaciones de Dragón Rojo?
¿Al fin y al cabo, no era eso cambiar un señor por otro? Dragón Rojo o Uzushiogakure. ¿Cuánta diferencia real había entre ellos? ¿Y quién tenía la oportunidad de decidir si aquello era justo?
¿Volver a empezar, al ruedo, a la batalla? Sí. Pelear le gustaba. Todavía era bueno en ello, ¿no? Uchiha Akame todavía no había muerto, oculto bajo la piel de Calabaza. ¿Y sería posible volver a calzarse esas botas? La magia azul le consumía, sus toxinas corrían por su boca. ¿Era capaz de dejarla? ¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida????????????????????
—¡RAAAAAAAAARGH!
Akame se incorporó rugiendo como una bestia herida, agarrado a la mano de Kaido. En sus ojos brillaba el carmesí del Sharingan mientras la sangre de sus ancestros volvía a correr por sus venas. El Uchiha se encorvó como si fuese una mariposa a punto de romper el capullo, y acabó por levantarse hasta quedar frente a Kaido. Respiraba agitadamente y sus ojos escudriñaban el azul del Tiburón. Cuando habló, su voz sonaba distinta; no era en el timbre, ni en el tono, pues su garganta seguía estando tan destrozada por el alcohol y el tabaco como antes, conservando aquella voz rasposa. No, era lo que podía sentirse en ella. Algo realmente puro que venía de lo más hondo, una convicción sin igual o una demencia cargada de genialidad.
—Si me estás engañando, me cago en todos los dioses habidos y por haber, si esto es un puto truco para cazarme como a un perro y llevarme a Amegakure como un trofeo, Kaido, juro que te voy a matar. ¿Lo entiendes, no? —inquirió, todavía sin soltarle la mano al amejin—. ¿Quieres mi ayuda? ¿Quieres hacerte con el Dedo Amarillo? Entonces prueba que no eres un puto ninja de mierda.
El Uchiha se volteó, dando tumbos, hacia la puerta del cuarto de baño. Luego alzó un dedo y señaló hacia donde debía estar la barra del bar.
—Mata a esa zorra. Quema este puto agujero. Quiero que lo destroces todo, quiero una puta hoguera.
«Purga la debilidad con fuego.»
¿El plan de Kaido el Exiliado? ¿Las maquinaciones de Dragón Rojo?
¿Al fin y al cabo, no era eso cambiar un señor por otro? Dragón Rojo o Uzushiogakure. ¿Cuánta diferencia real había entre ellos? ¿Y quién tenía la oportunidad de decidir si aquello era justo?
¿Volver a empezar, al ruedo, a la batalla? Sí. Pelear le gustaba. Todavía era bueno en ello, ¿no? Uchiha Akame todavía no había muerto, oculto bajo la piel de Calabaza. ¿Y sería posible volver a calzarse esas botas? La magia azul le consumía, sus toxinas corrían por su boca. ¿Era capaz de dejarla? ¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?
¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida?¿Había salida????????????????????
—¡RAAAAAAAAARGH!
Akame se incorporó rugiendo como una bestia herida, agarrado a la mano de Kaido. En sus ojos brillaba el carmesí del Sharingan mientras la sangre de sus ancestros volvía a correr por sus venas. El Uchiha se encorvó como si fuese una mariposa a punto de romper el capullo, y acabó por levantarse hasta quedar frente a Kaido. Respiraba agitadamente y sus ojos escudriñaban el azul del Tiburón. Cuando habló, su voz sonaba distinta; no era en el timbre, ni en el tono, pues su garganta seguía estando tan destrozada por el alcohol y el tabaco como antes, conservando aquella voz rasposa. No, era lo que podía sentirse en ella. Algo realmente puro que venía de lo más hondo, una convicción sin igual o una demencia cargada de genialidad.
—Si me estás engañando, me cago en todos los dioses habidos y por haber, si esto es un puto truco para cazarme como a un perro y llevarme a Amegakure como un trofeo, Kaido, juro que te voy a matar. ¿Lo entiendes, no? —inquirió, todavía sin soltarle la mano al amejin—. ¿Quieres mi ayuda? ¿Quieres hacerte con el Dedo Amarillo? Entonces prueba que no eres un puto ninja de mierda.
El Uchiha se volteó, dando tumbos, hacia la puerta del cuarto de baño. Luego alzó un dedo y señaló hacia donde debía estar la barra del bar.
—Mata a esa zorra. Quema este puto agujero. Quiero que lo destroces todo, quiero una puta hoguera.
«Purga la debilidad con fuego.»