8/04/2019, 21:28
—Si vamos a hablar no puede haber nadie alrededor. Nunca sabemos quién puede estar escuchando.
—Os estáis quedando conmigo, ¿verdad?
Daruu se encogió de hombros, miró a Ayame un momento y luego a Datsue de nuevo.
—Me gustaría decirte que sí. La vida sería mucho más sencilla. Pero... —Se encogió de hombros.
Daruu se sentó frente a Datsue, la ceja alzada en una mueca de absoluta pero sana desconfianza. Desconfianza porque Datsue les había llevado a la Ribera Norte, y nada más llegar ya había regateado con el barquero de aquél lago. En muchas ocasiones, Datsue le había dicho a Daruu que los de la Ribera Sur eran unos hijos de puta sin escrúpulos, reencarnaciones de los espíritus más perversos del Yomi. Ahora Daruu tenía miedo de dos cosas: a) que esa afirmación fuera cierta para los habitantes de las dos riberas y b) que aunque no fuese cierta, todos los ribereños del norte fuesen igual que Datsue. El barquero hablaba muy parecido a él. Y el cabrón al final había conseguido engatusarle con una bolsa de patatas fritas con aquella labia suya. Peligroso, muy peligroso.
«Oh, no». Imagínate a veinte tíos por la orilla gritando YEEEEEEEHAAAAAAAAAA. Ahora sabes lo que estaba pasando por la distraída mente de Daruu.
—Ah, tendríais que ver esto en verano. Está a tope —dijo Datsue. Daruu miró alrededor. Se encontraban cerca de un pequeño pueblo siguiendo el curso del río. Datsue les había llevado a un lago con unas barcas de madera. Ahora les conducía a un grupo de cisnes blancos, muy bonitos, a decir verdad.
Hubiera sido una estampa idílica, de no ser por ese sospechoso cartel que anunciaba el peligro con letras enormes, rojas.
—¿Y ese... cartel, Datsue? —Daruu abrió la bolsa de patatas fritas y la paseó por delante de Ayame y del Uchiha—. ¿Queréis?
—Os estáis quedando conmigo, ¿verdad?
Daruu se encogió de hombros, miró a Ayame un momento y luego a Datsue de nuevo.
—Me gustaría decirte que sí. La vida sería mucho más sencilla. Pero... —Se encogió de hombros.
· · ·
Daruu se sentó frente a Datsue, la ceja alzada en una mueca de absoluta pero sana desconfianza. Desconfianza porque Datsue les había llevado a la Ribera Norte, y nada más llegar ya había regateado con el barquero de aquél lago. En muchas ocasiones, Datsue le había dicho a Daruu que los de la Ribera Sur eran unos hijos de puta sin escrúpulos, reencarnaciones de los espíritus más perversos del Yomi. Ahora Daruu tenía miedo de dos cosas: a) que esa afirmación fuera cierta para los habitantes de las dos riberas y b) que aunque no fuese cierta, todos los ribereños del norte fuesen igual que Datsue. El barquero hablaba muy parecido a él. Y el cabrón al final había conseguido engatusarle con una bolsa de patatas fritas con aquella labia suya. Peligroso, muy peligroso.
«Oh, no». Imagínate a veinte tíos por la orilla gritando YEEEEEEEHAAAAAAAAAA. Ahora sabes lo que estaba pasando por la distraída mente de Daruu.
—Ah, tendríais que ver esto en verano. Está a tope —dijo Datsue. Daruu miró alrededor. Se encontraban cerca de un pequeño pueblo siguiendo el curso del río. Datsue les había llevado a un lago con unas barcas de madera. Ahora les conducía a un grupo de cisnes blancos, muy bonitos, a decir verdad.
Hubiera sido una estampa idílica, de no ser por ese sospechoso cartel que anunciaba el peligro con letras enormes, rojas.
—¿Y ese... cartel, Datsue? —Daruu abrió la bolsa de patatas fritas y la paseó por delante de Ayame y del Uchiha—. ¿Queréis?
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)