9/04/2019, 02:56
La había.
Había una única salida, y Kaido se la estaba sirviendo en bandeja de plata. En un toma o déjalo. En un vive para triunfar una vez más, o en un muere para ser olvidado. Y Uchiha Akame no era un ninja destinado a que su nombre se extinguiera en el tiempo sin antes dejar su huella en éste mundo. El destino tenía planeada nada más que grandeza para ellos dos.
Por ello, eligió vivir. Eligió respirar un día más. Eligió abandonar los oscuros rincones de su maltrecha existencia y sacar a relucir su espíritu guerrero, ese que estaba escondido en lo más profundo de su ser. Fue la voz de fuego de Kaido, un cabeza de Dragón; que revivió al orgulloso Uchiha Akame de entre las cenizas. Como un Suzaku...
... como un ave fénix.
El grito de euforia de un guerrero que llevaba dormido eones se adueñó de los confines de aquél tugurio. El gyojin apretujó la mano y le ayudó a levantarse, vislumbrando con introspección el reencuentro con su verdadero ser. Le mantuvo el brazo apretado con la mano sosteniéndole desde el antebrazo, mientras sus ojos cerúleos escudriñaban la sangre regodearse por primera vez en mucho tiempo en los orbes de Akame. Quizás antes le había apartado la mirada, temeroso y desconfiado de lo que aquél par de ojos de demonio podían causar. Pero esa vez no. Esa vez no le temía a nada ni a nadie. Esa vez afrontó sin miedo al sharingan como el samurai que coge sin pudor el mango de una katana con la que realizará el ritual seppuku, demostrándole a Akame qué clase de hombre era él. De los enormes huevos que tenía. Y de que tal vez, sólo tal vez, era el hombre correcto para confiar en aquél preciso momento.
—Si me estás engañando, me cago en todos los dioses habidos y por haber, si esto es un puto truco para cazarme como a un perro y llevarme a Amegakure como un trofeo, Kaido, juro que te voy a matar. ¿Lo entiendes, no? ¿Quieres mi ayuda? ¿Quieres hacerte con el Dedo Amarillo? Entonces prueba que no eres un puto ninja de mierda.
La respiración de el Tiburón se agitaba al ritmo de un marcapaso. Su sonrisa se ensanchaba más y más con cada palabra, con cada demanda, con cada inquerencia. Oh, Akame había vuelto. Era él el que hablaba. Era él el que profesaba. Era él el que exigía.
Demandaba sangre. Demandaba muerte. Demandaba lealtad.
»Mata a esa zorra. Quema este puto agujero. Quiero que lo destroces todo, quiero una puta hoguera.
Kaido se arrimó hasta su nuevo aliado y le rodeó con su brazo de yunque. Acercó el perfil de su rostro muy cerca de aquél extremo quemado y arrugado del suyo y vislumbró lo que tenía delante.
—Akame-kun. Akame-kun —le dijo, tan elocuente—. si volviera con tu cabeza a Amegakure, se me consideraría un peor traidor del que soy ahora. ¿Es que no lo sabes? ¿de la Alianza de las tres Grandes? —contó con acento ponzoñoso—. veo que no. De todas formas, sería muy extraño que un muerto volviera de patitas con la cabeza de un antiguo enemigo, ¿no crees? porque para ellos estoy muerto, mi buen amigo, como imagino que lo estás tú para tu amada Uzushiogakure. Si quisiera matarte lo habría hecho para mi propia satisfacción y eso pudo haber pasado hace un minuto. Mírate el cuello.
»Pero tienes razón. Estos pactos requieren de sangre y te la voy a dar como muestra de buena fe. Pero el fuego, Uchiha —imaginó las llamas saliendo de sus fauces—. lo pones tú. ¿Qué dices?
Fue aquél el inicio de una alianza de titanes que sería capaz de rivalizar incluso con la entente de las tres grandes...
... una vez que Dragón Rojo pusiera sus manos en el país del agua.