9/04/2019, 18:33
—¿Mi niño... En una celda? ¿Esposado como un criminal? —repitió Hiroshi, visiblemente afectado por aquellas terribles revelaciones—. ¿Los suyos? ¿Cómo que los suyos? ¿Dónde estaba mi pobre hijo?
El labriego dirigió una mirada triste a Kunie, pero aun así, cargada de agradecimiento. En su buen corazón, Hiroshi no era capaz de intuir siquiera la verdad detrás de aquellas palabras; o más bien, la complejidad de la misma. Con los ojos anegados de lágrimas, el padre se inclinó suavemente sobre el cadáver de su hijo.
—Jinbei, mi hijo, mi vida... —empezó a sollozar de nuevo, y cuando la Dama Violeta le lanzó aquella pregunta cargada de enigmas, Hiroshi levantó la vista hacia ella. Pese a que en sus ojos sólo había bondad, ahora brillaba también la determinación—. ¿Qué queréis decir? ¿Acaso... Acaso existe la posibilidad de devolver la vida a los muertos? No, no puedo creerlo... Tal potestad es sólo de los dioses.
A pesar de sus palabras, muy dentro de él, el agricultor deseó que aquello fuese verdad. Poder volver a caminar de la mano de su pequeño por los campos de Minori, y hablarle de los árboles, de las plantas, de las hortalizas y frutas que allí se cultivaban. Volver a cenar juntos en las frías noches de Invierno al lado de la candela, que Jinbei le contara alguna de esas historias tan disparatadas que siempre leía en sus libros. Abrazarle una última vez...
El labriego dirigió una mirada triste a Kunie, pero aun así, cargada de agradecimiento. En su buen corazón, Hiroshi no era capaz de intuir siquiera la verdad detrás de aquellas palabras; o más bien, la complejidad de la misma. Con los ojos anegados de lágrimas, el padre se inclinó suavemente sobre el cadáver de su hijo.
—Jinbei, mi hijo, mi vida... —empezó a sollozar de nuevo, y cuando la Dama Violeta le lanzó aquella pregunta cargada de enigmas, Hiroshi levantó la vista hacia ella. Pese a que en sus ojos sólo había bondad, ahora brillaba también la determinación—. ¿Qué queréis decir? ¿Acaso... Acaso existe la posibilidad de devolver la vida a los muertos? No, no puedo creerlo... Tal potestad es sólo de los dioses.
A pesar de sus palabras, muy dentro de él, el agricultor deseó que aquello fuese verdad. Poder volver a caminar de la mano de su pequeño por los campos de Minori, y hablarle de los árboles, de las plantas, de las hortalizas y frutas que allí se cultivaban. Volver a cenar juntos en las frías noches de Invierno al lado de la candela, que Jinbei le contara alguna de esas historias tan disparatadas que siempre leía en sus libros. Abrazarle una última vez...