10/04/2019, 00:13
Kaido vislumbraba los pequeños destellos de cordura y raciocinio provenientes de una mente aletargada y apabullada de locura. Akame llevaba demasiado tiempo hundido en una incipiente oscuridad, en un agujero que le hace perder la cabeza a cualquiera; y aquella repentina proyección tras su renacimiento —una vociferación de su verdadero ser que no duraría demasiado tiempo antes de que Calabaza volviera—. estaba apuntando a anaqueles absurdamente peligrosos y sin lógica y razón.
Pero el Tiburón era un hombre curioso. Una criatura que le gustaba fomentar los pecados ajenos, y asesinar a Ime sería uno de ellos. Sería una baza para que Akame fuera cada vez más suyo. Más un igual.
Sin embargo, cuando los rincones de su mente le hicieron cambiar súbitamente de objetivo, Kaido se plantó en las afueras del callejón como una efigie azul. Se acercó, paso a paso. Y habló, siendo la voz de la cordura.
—Akame, mírame —le inquirió—. ¿quién eres?
Pero el Tiburón era un hombre curioso. Una criatura que le gustaba fomentar los pecados ajenos, y asesinar a Ime sería uno de ellos. Sería una baza para que Akame fuera cada vez más suyo. Más un igual.
Sin embargo, cuando los rincones de su mente le hicieron cambiar súbitamente de objetivo, Kaido se plantó en las afueras del callejón como una efigie azul. Se acercó, paso a paso. Y habló, siendo la voz de la cordura.
—Akame, mírame —le inquirió—. ¿quién eres?