10/04/2019, 13:30
Un golpe seco al final del callejón fue lo que delató su posición.
—K... ¿Kaido...? —murmuró Ayame, con los ojos abiertos como platos, la respiración entrecortada y el corazón bombeándole con la fuerza de una bomba hidráulica. A sus pies, una bolsa caída había desparramado por el suelo un cuenco con okonomiyaki, varios dangos, y taiyaki. Pero no pareció importarle en aquel momento, porque sus ojos estaban clavados en las dos figuras que se adivinaban al fondo del callejón, una de ellas inconfundible, la otra conocida. O eso había creído hasta que había escuchado las últimas palabras del tiburón—. A... A... ¿Akame...? ¿Uchiha Akame...? —repitió, con un debilitado hilo de voz.
¿Aquel indigente drogadicto con el rostro deformado por aquella terrible cicatriz era Uchiha Akame? ¿El mismo shinobi Profesional que la venció en el Torneo de los Dojos sin pestañear? ¿El mismo jonin de Uzushiogakure que estaba íntimamente relacionado con Uchiha Datsue? ¿El mismo Calabaza al que ella le había arrebatado su droga y después había intentado ayudarle con una hamburguesa? ¿El mismo Calabaza al que estaba buscando aquella noche para ver cómo estaba y darle aquella bolsa, ahora desperdiciada?
Poco tiempo atrás, Daruu le había confesado que Kaido, pese a lo que creían hasta el momento después de que el Tiburón se infiltrara en una banda organizada y lo creyeran muerto, seguía vivo en alguna parte del mundo. Le había jurado y perjurado que así se lo había dicho Uchiha Datsue, que al parecer se había encontrado con él. Pero Ayame no había querido creerlo, y menos viniendo de las palabras de un mentiroso como aquel Uchiha.
Ayame retrocedió un paso, hiperventilando sin poder evitarlo.
—N... no puede... ser... —balbuceó, con ojos húmedos. Paralizada como estaba en el sitio, la muchacha no parecía saber cómo reaccionar ante aquella situación—. C... ¿Cómo...? A... ambos... estáis... m... muertos...
2 AO
—K... ¿Kaido...? —murmuró Ayame, con los ojos abiertos como platos, la respiración entrecortada y el corazón bombeándole con la fuerza de una bomba hidráulica. A sus pies, una bolsa caída había desparramado por el suelo un cuenco con okonomiyaki, varios dangos, y taiyaki. Pero no pareció importarle en aquel momento, porque sus ojos estaban clavados en las dos figuras que se adivinaban al fondo del callejón, una de ellas inconfundible, la otra conocida. O eso había creído hasta que había escuchado las últimas palabras del tiburón—. A... A... ¿Akame...? ¿Uchiha Akame...? —repitió, con un debilitado hilo de voz.
¿Aquel indigente drogadicto con el rostro deformado por aquella terrible cicatriz era Uchiha Akame? ¿El mismo shinobi Profesional que la venció en el Torneo de los Dojos sin pestañear? ¿El mismo jonin de Uzushiogakure que estaba íntimamente relacionado con Uchiha Datsue? ¿El mismo Calabaza al que ella le había arrebatado su droga y después había intentado ayudarle con una hamburguesa? ¿El mismo Calabaza al que estaba buscando aquella noche para ver cómo estaba y darle aquella bolsa, ahora desperdiciada?
Poco tiempo atrás, Daruu le había confesado que Kaido, pese a lo que creían hasta el momento después de que el Tiburón se infiltrara en una banda organizada y lo creyeran muerto, seguía vivo en alguna parte del mundo. Le había jurado y perjurado que así se lo había dicho Uchiha Datsue, que al parecer se había encontrado con él. Pero Ayame no había querido creerlo, y menos viniendo de las palabras de un mentiroso como aquel Uchiha.
Ayame retrocedió un paso, hiperventilando sin poder evitarlo.
—N... no puede... ser... —balbuceó, con ojos húmedos. Paralizada como estaba en el sitio, la muchacha no parecía saber cómo reaccionar ante aquella situación—. C... ¿Cómo...? A... ambos... estáis... m... muertos...
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