11/04/2019, 18:33
—Te voy a matar, poni —rezongó Daruu, una vez subió de nuevo al bote, empapado de los pies a la cabeza.
Ayame soltó una pedorreta, a consecuencia de reprimir una carcajada que no quería que se produjera, pero Datsue no estaba tan contento.
—Está bien, suficiente me he callado ya —les espetó, harto, y Ayame volvió a dejar a Kokuō sobre su regazo—. Primero: no, Kokuo, no. El conflicto no se inició conmigo, se inició en el momento en que tú me lanzaste una bijuudama a la cara. ¿Y, sabes que es culpa mía? Quizá que Daruu y Ayame sigan con vida. Porque a no ser que Daruu me diga que sabe de algún fuuinjutsu para detenerte, lo único que hubiese conseguido sería dejarte libre en medio del Valle del Fin. Quizá matando a cualquier pobre diablo que estuviese por allí. Al propio Daruu. ¡O a la propia Ayame! Bien sé lo perjudicial que es para el cuerpo vuestro chakra descontrolado. ¡Yo lo sufrí, y a punto estuve de morir por ello!
»Segundo: A mí no me engañas. Podías haber matado a Juro, sí. O destruido Ame. Pero ya lo dije. De hacerlo, el resto de Villas se te hubiese echado encima y todas estas libertades que ahora tienes se te hubiesen cortado de raíz.
»¡Y tercero![/b] Daruu, Ayame, ¿soy el único que la ha oído? —preguntó, incrédulo—. Dice que la destrucción de una jodida piedra es más sádico y sangriento de lo que ella jamás ha hecho. Pero, ¡no veis que nos está mintiendo en nuestra puta cara! Ha destruido una ciudad entera, con gente inocente, ancianos, niños… ¡Niños, joder! ¡Bebés recién nacidos! ¡Tiene un jodido cementerio a su nombre con más de diez mil tumbas! ¡Y dice que ella nunca ha hecho nada tan sanguinario como reventar una estatua!
»¡EN SERIO NO VEIS QUE ESTÁ COMO UNA PUTA CABRA!
—Dats... —fue a decir Ayame, pero Kokuō la silenció tapándole la boca con una de sus colas.
—He dicho que si van a hablar de mí tengo el derecho de defenderme —espetó—. Uchiha Datsue —habló, mirándole directamente—. En lo primero tiene razón. En el examen de Chūnin aproveché la oportunidad que se me presentó, igual que intenté aprovecharla en todas y cada una de las veces que la señorita perdió el control. Y sí, en el Valle del Fin, en las Planicies del Silencio o en la misma Uzushiogakure habría matado a quienquiera que se metiera en mi camino. Es lo que hacemos los Bijū; porque, ¿alguna vez se ha parado a pensar por qué? ¿Por qué tomamos posesión de vuestro cuerpo en esos momentos de debilidad? Para ser libres, como nos merecemos ser por el sólo hecho de existir. Pero ahora que tengo esa libertad, o al menos lo máximo que se me puede dar sin arrancarle la vida a la señorita, ¿por qué habría de hacer nada? Ambas nos hicimos un juramento: ella me ayudaba a mí a ser libre sin aspirar a tomar mi poder, y yo no volvería a perjudicarla más.
»Segundo: —añadió, de la misma manera que había estado haciendo el Uchiha—. Y en esto se equivoca. A usted le ataqué, a Juro ni siquiera le amenacé. Podría haberlo matado allí mismo, y el resultado habría sido el mismo porque, de todas maneras, las noticias de que yo estaba libre se difundieron igual. Y si de verdad hubiese querido ganar, ya se lo dije, me habría unido a mi hermano Kurama y sus Generales y ni la señorita ni yo estaríamos aquí hoy. A Daruu ya se lo dije una vez: han tenido suerte de que el sello revertido no fuera el de mi hermano Shukaku. Sé que él no se habría unido a Kurama, pero el resulto, oh, se lo puedo garantizar, el resultado habría sido muy diferente.
»Tercero: ¿Está usted seguro de que fue solo una piedra, Uchiha? ¿No había alguien allí a quien deseara asesinar con todas sus fuerzas? ¿No sentía de verdad esa sed de sangre incontrolable?
Ayame miró a Datsue como si fuera la primera vez que lo veía. ¿A qué demonios se estaba refiriendo?
»Y cuarto: Harían bien en hacerse una nueva pregunta: ¿Fui yo la responsable de todas aquellas muertes? ¿O fueron las Cinco Grandes Aldeas, encerrándonos una y otra vez, torturándonos y usándonos una y otra vez a lo largo de los años para su propio beneficio en enfrentamientos que ni siquiera eran de nuestra incumbencia? ¿O quizás fueron los tres Primeros Kage, aniquilándonos a todos nosotros cuando temieron que nuestro poder fuera demasiado grande para ellos de manejar? ¿Soy yo la culpable de resurgir en una ciudad llena de humanos y temer por mi libertad de nuevo? Quizás debería darle la vuelta a sus puntos de vista: la verdad es una joya con múltiples facetas.
Ayame soltó una pedorreta, a consecuencia de reprimir una carcajada que no quería que se produjera, pero Datsue no estaba tan contento.
—Está bien, suficiente me he callado ya —les espetó, harto, y Ayame volvió a dejar a Kokuō sobre su regazo—. Primero: no, Kokuo, no. El conflicto no se inició conmigo, se inició en el momento en que tú me lanzaste una bijuudama a la cara. ¿Y, sabes que es culpa mía? Quizá que Daruu y Ayame sigan con vida. Porque a no ser que Daruu me diga que sabe de algún fuuinjutsu para detenerte, lo único que hubiese conseguido sería dejarte libre en medio del Valle del Fin. Quizá matando a cualquier pobre diablo que estuviese por allí. Al propio Daruu. ¡O a la propia Ayame! Bien sé lo perjudicial que es para el cuerpo vuestro chakra descontrolado. ¡Yo lo sufrí, y a punto estuve de morir por ello!
»Segundo: A mí no me engañas. Podías haber matado a Juro, sí. O destruido Ame. Pero ya lo dije. De hacerlo, el resto de Villas se te hubiese echado encima y todas estas libertades que ahora tienes se te hubiesen cortado de raíz.
»¡Y tercero![/b] Daruu, Ayame, ¿soy el único que la ha oído? —preguntó, incrédulo—. Dice que la destrucción de una jodida piedra es más sádico y sangriento de lo que ella jamás ha hecho. Pero, ¡no veis que nos está mintiendo en nuestra puta cara! Ha destruido una ciudad entera, con gente inocente, ancianos, niños… ¡Niños, joder! ¡Bebés recién nacidos! ¡Tiene un jodido cementerio a su nombre con más de diez mil tumbas! ¡Y dice que ella nunca ha hecho nada tan sanguinario como reventar una estatua!
»¡EN SERIO NO VEIS QUE ESTÁ COMO UNA PUTA CABRA!
—Dats... —fue a decir Ayame, pero Kokuō la silenció tapándole la boca con una de sus colas.
—He dicho que si van a hablar de mí tengo el derecho de defenderme —espetó—. Uchiha Datsue —habló, mirándole directamente—. En lo primero tiene razón. En el examen de Chūnin aproveché la oportunidad que se me presentó, igual que intenté aprovecharla en todas y cada una de las veces que la señorita perdió el control. Y sí, en el Valle del Fin, en las Planicies del Silencio o en la misma Uzushiogakure habría matado a quienquiera que se metiera en mi camino. Es lo que hacemos los Bijū; porque, ¿alguna vez se ha parado a pensar por qué? ¿Por qué tomamos posesión de vuestro cuerpo en esos momentos de debilidad? Para ser libres, como nos merecemos ser por el sólo hecho de existir. Pero ahora que tengo esa libertad, o al menos lo máximo que se me puede dar sin arrancarle la vida a la señorita, ¿por qué habría de hacer nada? Ambas nos hicimos un juramento: ella me ayudaba a mí a ser libre sin aspirar a tomar mi poder, y yo no volvería a perjudicarla más.
»Segundo: —añadió, de la misma manera que había estado haciendo el Uchiha—. Y en esto se equivoca. A usted le ataqué, a Juro ni siquiera le amenacé. Podría haberlo matado allí mismo, y el resultado habría sido el mismo porque, de todas maneras, las noticias de que yo estaba libre se difundieron igual. Y si de verdad hubiese querido ganar, ya se lo dije, me habría unido a mi hermano Kurama y sus Generales y ni la señorita ni yo estaríamos aquí hoy. A Daruu ya se lo dije una vez: han tenido suerte de que el sello revertido no fuera el de mi hermano Shukaku. Sé que él no se habría unido a Kurama, pero el resulto, oh, se lo puedo garantizar, el resultado habría sido muy diferente.
»Tercero: ¿Está usted seguro de que fue solo una piedra, Uchiha? ¿No había alguien allí a quien deseara asesinar con todas sus fuerzas? ¿No sentía de verdad esa sed de sangre incontrolable?
Ayame miró a Datsue como si fuera la primera vez que lo veía. ¿A qué demonios se estaba refiriendo?
»Y cuarto: Harían bien en hacerse una nueva pregunta: ¿Fui yo la responsable de todas aquellas muertes? ¿O fueron las Cinco Grandes Aldeas, encerrándonos una y otra vez, torturándonos y usándonos una y otra vez a lo largo de los años para su propio beneficio en enfrentamientos que ni siquiera eran de nuestra incumbencia? ¿O quizás fueron los tres Primeros Kage, aniquilándonos a todos nosotros cuando temieron que nuestro poder fuera demasiado grande para ellos de manejar? ¿Soy yo la culpable de resurgir en una ciudad llena de humanos y temer por mi libertad de nuevo? Quizás debería darle la vuelta a sus puntos de vista: la verdad es una joya con múltiples facetas.