18/04/2019, 03:04
En algo se equivocaba Akame. Dragón Rojo era, en efecto, un grupo de criminales. Asesinos. Desalmados traficantes. Era un nido para ladrones y gente de mala calaña. ¿Pero que no tenían ni oficio ni beneficio? el gyojin tenía que discrepar. En Sekiryū se mataba por un propósito. Se traficaba por un propósito. Se realizaba un bautizo de lealtad por un propósito. Uno grande. Uno que estaba por poner en jaque a la geopolítica de Oonindo si llegaba a buen puerto y que tarde o temprano vería luz. Pronto. Muy pronto.
Akame se tenía, sin embargo, guardado un secreto que parecía estar comiéndole por dentro. Una revelación que hacía del mundo un ninja un pequeño islote de acontecimientos donde todo estaba conexo. Un tablero de ajedrez con cientos y cientos de piezas que acababan encontrándose las unas a las otras, comiéndose entre sí y sólo coronando unos pocos peones en las cúspides de poder. Y es que alguien de Dragón Rojo tenía cuentas pendientes con Uchiha Akame. Ésta persona le había arrebatado algo importante.
Su nombre era Katame.
Katame, el hombre al que Kaido asesinó durante su misión en Taikarune. El hombre cuyo cadáver derritiéndose en fuego le reveló la existencia de la organización. El hombre que cuya muerte contribuiría, aún desde el mismísimo infierno, a la traición de Umikiba Kaido y a su deserción de Amegakure.
—Oh, sé de quién hablas. Lo conozco. Demasiado bien —soltó lacónico—. pero me temo, Akame-san, que tendrás que esperar a veros las caras en el infierno si quieres cobrártela. Porque está muerto.
»Yo mismo lo asesiné —reveló, sin pudor. Aún podía oler el aroma de su carne calcinándose tras la activación del sello. ¡Ah! y cómo lo disfrutaba.
Akame se tenía, sin embargo, guardado un secreto que parecía estar comiéndole por dentro. Una revelación que hacía del mundo un ninja un pequeño islote de acontecimientos donde todo estaba conexo. Un tablero de ajedrez con cientos y cientos de piezas que acababan encontrándose las unas a las otras, comiéndose entre sí y sólo coronando unos pocos peones en las cúspides de poder. Y es que alguien de Dragón Rojo tenía cuentas pendientes con Uchiha Akame. Ésta persona le había arrebatado algo importante.
Su nombre era Katame.
Katame, el hombre al que Kaido asesinó durante su misión en Taikarune. El hombre cuyo cadáver derritiéndose en fuego le reveló la existencia de la organización. El hombre que cuya muerte contribuiría, aún desde el mismísimo infierno, a la traición de Umikiba Kaido y a su deserción de Amegakure.
—Oh, sé de quién hablas. Lo conozco. Demasiado bien —soltó lacónico—. pero me temo, Akame-san, que tendrás que esperar a veros las caras en el infierno si quieres cobrártela. Porque está muerto.
»Yo mismo lo asesiné —reveló, sin pudor. Aún podía oler el aroma de su carne calcinándose tras la activación del sello. ¡Ah! y cómo lo disfrutaba.