19/04/2019, 16:16
Muñeca sonrió. O, más bien, Mushaki, al ver el número dos inscrito en las dos llaves. Al fin. Al fin iba a poder cumplir con el deseo de Padre y hacer que estuviese orgulloso de ella. Al fin iba a tener la oportunidad de resarcirse.
—Vamos —dijo ella, motivada y decidida.
Cuando salieron, ambos se encontraron con Tokore a la salida, que no paraba de cambiar el peso del cuerpo de una pierna a otra y morderse las uñas.
—Ehm… ¿Mushaki? —preguntó con sorpresa, al verle surgir tras Kaido—. Que… ¿Qué tal todo? Pensé que tenías turno de tarde hoy.
—Soy Muñeca.
—Ah. Oh… —dejó escapar, con la boca abierta en una gran “o”, al comprender las implicaciones de sus palabras. ¿Es que aquellos tipos no se cansaban de matar?—. B-bueno… Seguidme.
Salieron de los vestuarios para dirigirse, de inmediato, a la siguiente puerta que había a la izquierda. Una que daba a la Sala de Armas.
Era una gran estancia, bien iluminada y con gruesos barrotes que impedía a nadie entrar sin la llave de la puerta. Ninguno de los tres la tenían, pues por seguridad, solo los encargados de aquella sala podían disponer de ella.
Una mujer de ojos castaños, tez morena y cara redondeada se encontraba tras los barrotes. La encargada. Desde su posición, Kaido pudo ver un montón de armas de filo, ballestas, virotes y utensilios que, más que para el combate, tenían toda la pinta de ser usados para la tortura.
—Oh, ¡Mushaki-kun! Pero si acabas de devolverme las armas… —habló ella, al reconocerle. Al menos la transformación había dado el pego—. ¿No tenías a la parienta de parto? ¿Qué haces aquí?
—Ehm…
—Vamos —dijo ella, motivada y decidida.
Cuando salieron, ambos se encontraron con Tokore a la salida, que no paraba de cambiar el peso del cuerpo de una pierna a otra y morderse las uñas.
—Ehm… ¿Mushaki? —preguntó con sorpresa, al verle surgir tras Kaido—. Que… ¿Qué tal todo? Pensé que tenías turno de tarde hoy.
—Soy Muñeca.
—Ah. Oh… —dejó escapar, con la boca abierta en una gran “o”, al comprender las implicaciones de sus palabras. ¿Es que aquellos tipos no se cansaban de matar?—. B-bueno… Seguidme.
Salieron de los vestuarios para dirigirse, de inmediato, a la siguiente puerta que había a la izquierda. Una que daba a la Sala de Armas.
Era una gran estancia, bien iluminada y con gruesos barrotes que impedía a nadie entrar sin la llave de la puerta. Ninguno de los tres la tenían, pues por seguridad, solo los encargados de aquella sala podían disponer de ella.
Una mujer de ojos castaños, tez morena y cara redondeada se encontraba tras los barrotes. La encargada. Desde su posición, Kaido pudo ver un montón de armas de filo, ballestas, virotes y utensilios que, más que para el combate, tenían toda la pinta de ser usados para la tortura.
—Oh, ¡Mushaki-kun! Pero si acabas de devolverme las armas… —habló ella, al reconocerle. Al menos la transformación había dado el pego—. ¿No tenías a la parienta de parto? ¿Qué haces aquí?
—Ehm…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado