19/04/2019, 16:33
Aquél dúo dinámico abandonó entonces los vestuarios para encontrarse con Tokore. La mujer lucía nerviosa, atizando la duda y el miedo en un inconfundible gesto de incomodidad que trataba de balancear entre pierna y pierna, de lado a lado. Kincho le echó una mirada furtiva que no pedía otra cosa sino que se calmara y continuara guardando las apariencias. Mientras más rápido hicieran todo, menor sería la probabilidad de que les descubrieran.
Y es que a Tokore le interesaba mucho de que aquél plan saliera viento en popa. Después de todo, si les pillaban; ella sería identificada como una cómplice de la intromisión y por tanto, habría de ocupar su propia celda común en la jodida Prisión del Yermo. ¿Qué iba a ser de su hija, entonces? madre soltera... no tenía a nadie. A nadie.
—Vamos —fue lo último que dijo antes de sellar una vez más sus labios. La única debilidad. La única imperfección de una técnica de infiltración perfecta.
Según el croquis que Kaido había memorizado, Tokore les dirigió, efectivamente, hasta la Sala de Armas. Resultaría muy evidente que se saltaran el procedimiento, así que era totalmente necesario que fueran a retirar los utensilios necesarios para su protección dentro de la cárcel. Una vez frente a la ventana sellada con barrotes de acero que servía para evitar la intromisión de carceleros inhabilitados para tener acceso al depósito, una mujer les habló.
O, mejor dicho; a Mushaki.
«Joder. Joder. Joder. ¡Joder!»
Los orbes de Kincho se movieron entre Tokore y Muñeca. El pequeño "ehm" que salió de su boca no le dejó para nada tranquilo.
«Piensa algo, Masumi»
Tantas cosas que podía contar. ¿Le había mentido a Padre acerca de la muerte de Katame y no podría hacerlo con un jodido donadie?
Que había sido una falsa alarma. Que no había roto fuente realmente. Que la Tormenta, además, estaba demasiado peligrosa como para exponerse a no llegar a Inaka en una sola pieza. Ahora tenía un hijo en el que pensar. Algo. ¡Tenía que decir algo!
«No me falles. O ya podemos ir dándonos por muertos.»
Y es que a Tokore le interesaba mucho de que aquél plan saliera viento en popa. Después de todo, si les pillaban; ella sería identificada como una cómplice de la intromisión y por tanto, habría de ocupar su propia celda común en la jodida Prisión del Yermo. ¿Qué iba a ser de su hija, entonces? madre soltera... no tenía a nadie. A nadie.
—Vamos —fue lo último que dijo antes de sellar una vez más sus labios. La única debilidad. La única imperfección de una técnica de infiltración perfecta.
Según el croquis que Kaido había memorizado, Tokore les dirigió, efectivamente, hasta la Sala de Armas. Resultaría muy evidente que se saltaran el procedimiento, así que era totalmente necesario que fueran a retirar los utensilios necesarios para su protección dentro de la cárcel. Una vez frente a la ventana sellada con barrotes de acero que servía para evitar la intromisión de carceleros inhabilitados para tener acceso al depósito, una mujer les habló.
O, mejor dicho; a Mushaki.
«Joder. Joder. Joder. ¡Joder!»
Los orbes de Kincho se movieron entre Tokore y Muñeca. El pequeño "ehm" que salió de su boca no le dejó para nada tranquilo.
«Piensa algo, Masumi»
Tantas cosas que podía contar. ¿Le había mentido a Padre acerca de la muerte de Katame y no podría hacerlo con un jodido donadie?
Que había sido una falsa alarma. Que no había roto fuente realmente. Que la Tormenta, además, estaba demasiado peligrosa como para exponerse a no llegar a Inaka en una sola pieza. Ahora tenía un hijo en el que pensar. Algo. ¡Tenía que decir algo!
«No me falles. O ya podemos ir dándonos por muertos.»