20/04/2019, 01:17
Lo que sus ojos vieron, sin embargo, fue la decadencia enclaustrada en una sola habitación. A un hombre siendo vulnerado por otros tres. A otros nocturnos acechando, tratando de renunciar al hambre. A uno haciendo sus necesidades, frente a todos. Y a los más catatónicos, cubiertos con mantas, tratando de descansar en un lugar imposible.
Kaido arrugó los ojos, y suspiró. Lo hizo por lo que le había dicho Tokore.
El gyojin introdujo la llave —o probaría hasta dar con la correcta—. y llevó su silbato a las cercanías de la boca por si acaso. Dio dos golpes a uno de los barrotes con la linterna y bramó, con voz demandante:
—¡Razaro, muéstrate! —demandó—. Nathifa-sama desea verte.
Kaido arrugó los ojos, y suspiró. Lo hizo por lo que le había dicho Tokore.
El gyojin introdujo la llave —o probaría hasta dar con la correcta—. y llevó su silbato a las cercanías de la boca por si acaso. Dio dos golpes a uno de los barrotes con la linterna y bramó, con voz demandante:
—¡Razaro, muéstrate! —demandó—. Nathifa-sama desea verte.