20/04/2019, 14:10
Las luces de Tanzaku Gai ya habían quedado muy atrás, apenas perceptibles como un manto iridiscente que se reflejaba en el cielo nocturno sobre las frondosas copas de los árboles en el horizonte, cuando Akame se detuvo por primera vez. A su alrededor la oscuridad de la noche les envolvía y el silencio del bosque sólo era roto por los ruidos de las alimañas y el canto de las aves nocturnas. Pese a ser Primavera, o tal vez por eso mismo, corría una brisa fresca que el Uchiha agradecía; la caminata le había hecho entrar en calor, con gotas de sudor que perlaban su frente, y aquel vientito que agitaba las hojas de los árboles le alivaba. Pese a que conservaba parte de su estado de forma, el omoide, el alcohol y la indigencia habían hecho estragos en él. Akame no era el de antes, al menos todavía no. Y su apresurada salida de incógnito de la ciudad —por buenos motivos— les había llevado a andar durante un par de horas sin descanso.
El renegado apoyó la espalda contra el tronco del árbol más cercano y trató de recuperar el aliento con bocanadas ávidas. Por una parte, su instinto de supervivencia —convertido más bien en paranoia después de que Aotsuki Ayame les viera en el callejón del bar de Ime— le decía que no debía detenerse, pero sus piernas no daban para más sin un pequeño descanso. «¿Hacia dónde vamos, de todos modos? El País del Agua está lejísimos, y si seguimos andando en esta dirección, pronto llegaremos a la frontera con la Espiral... ¿Y si en Uzu ya lo saben? ¿Y si me están buscando?» Atravesar los territorios de su antigua Aldea, que le había apresado y ejecutado por traidor, no parecía la opción más recomendable.
—Así que Mizu no Kuni. ¿Tienes alguna hoja de ruta? Porque si no, yo estaría más que encantado de sugerirte que nos alejemos de Uzushiogakure. No tengo tanta prisa por volver al Corral de los Quietos, a pesar de todo, es difícil decir que no me gusta contarme entre los vivos —apostilló, con una sonrisa socarrona—. Si seguimos hacia el Sur, podríamos llegar a Taikarune al amanecer.
El renegado apoyó la espalda contra el tronco del árbol más cercano y trató de recuperar el aliento con bocanadas ávidas. Por una parte, su instinto de supervivencia —convertido más bien en paranoia después de que Aotsuki Ayame les viera en el callejón del bar de Ime— le decía que no debía detenerse, pero sus piernas no daban para más sin un pequeño descanso. «¿Hacia dónde vamos, de todos modos? El País del Agua está lejísimos, y si seguimos andando en esta dirección, pronto llegaremos a la frontera con la Espiral... ¿Y si en Uzu ya lo saben? ¿Y si me están buscando?» Atravesar los territorios de su antigua Aldea, que le había apresado y ejecutado por traidor, no parecía la opción más recomendable.
—Así que Mizu no Kuni. ¿Tienes alguna hoja de ruta? Porque si no, yo estaría más que encantado de sugerirte que nos alejemos de Uzushiogakure. No tengo tanta prisa por volver al Corral de los Quietos, a pesar de todo, es difícil decir que no me gusta contarme entre los vivos —apostilló, con una sonrisa socarrona—. Si seguimos hacia el Sur, podríamos llegar a Taikarune al amanecer.