24/04/2019, 03:57
Durante el trayecto, resultó innegable —aunque increíblemente sencillo de obviar para alguien tan desinteresado como Kaido—. que Akame estaba luchando con algo en su interior. Acabó siendo una proeza loable que hubiera mantenido la compostura durante dos días y dos noches sin apenas llamar la atención de su compañero, mientras padecía la inclemencia de su organismo ante la falta de algo que ahora su sistema consideraba como imprescindible para funcionar correctamente. Pero por lo poco que conocía a Akame, sabía que era esa clase de hombre que batallaba sus desdichas él sólo. El consuelo o la ayuda del Tiburón, al menos ofrecida; no hubiera sido la mejor de las opciones.
Dicho lo cual, al escualo le sorprendió cuando el Uchiha le llamó con con premura.
«Con que ha tocado fondo» —meditó introspectivamente, mientras le veía de arriba a abajo. Akame le dio la espalda y abandonó los caminos principales para evitar que otra desafortunada coincidencia como la que les juntó en el lugar exacto donde estaría Ayame volviera a golpearles otra vez.
Luego, unas esposas supresoras de chakra frente a sus ojos, y un manojo de hilo ninja. Kaido alzó una ceja y enlutó el rostro con latente confusión.
—Perdón, Akame-san; pero no me va el sado —soltó, risueño—. ¿qué coño quieres que hag...?
—Ppp... Ponme las... Putas esposas —le interrumpió el ya no tan profesional en súbito—. Y luego á... á... á... Átame a ese árbol y... y... no me desates hasta que s... s... salga el Sol en la mañana. ¿Lo... L... Lo entiendes? Da igg... igual lo que te diga, amord... d... dázame si hace falta. Pero no me desates.
—¿Estás seguro de que es la mejor forma? ¿aquí, en medio de la jodida nada? —soltó, mediador. Quiso haberle dicho de que tenía algo de omoide guardado en su propio bolso de viaje, pero quizás no hubiera sido buena idea fomentar el mono de forma tan directa. Kaido era consciente de que Akame le servía más sano y desintoxicado que puesto en esa mierda azul, aunque por otra parte, sabía lo endemoniadamente difícil que era vencer la adicción que generaba esa droga en particular. Muy claro se lo había dejado Money en una de las reuniones de los Ocho cabezas de Dragón. La magia azul no tenía rival en ese aspecto. Nada te permitía soñar como lo hacía ella. Nada te permitía abandonar tu mísera existencia y viajar por tiempos más grandilocuentes de una forma tan tangible, y a la vez tan real.
Dicho lo cual, al escualo le sorprendió cuando el Uchiha le llamó con con premura.
«Con que ha tocado fondo» —meditó introspectivamente, mientras le veía de arriba a abajo. Akame le dio la espalda y abandonó los caminos principales para evitar que otra desafortunada coincidencia como la que les juntó en el lugar exacto donde estaría Ayame volviera a golpearles otra vez.
Luego, unas esposas supresoras de chakra frente a sus ojos, y un manojo de hilo ninja. Kaido alzó una ceja y enlutó el rostro con latente confusión.
—Perdón, Akame-san; pero no me va el sado —soltó, risueño—. ¿qué coño quieres que hag...?
—Ppp... Ponme las... Putas esposas —le interrumpió el ya no tan profesional en súbito—. Y luego á... á... á... Átame a ese árbol y... y... no me desates hasta que s... s... salga el Sol en la mañana. ¿Lo... L... Lo entiendes? Da igg... igual lo que te diga, amord... d... dázame si hace falta. Pero no me desates.
—¿Estás seguro de que es la mejor forma? ¿aquí, en medio de la jodida nada? —soltó, mediador. Quiso haberle dicho de que tenía algo de omoide guardado en su propio bolso de viaje, pero quizás no hubiera sido buena idea fomentar el mono de forma tan directa. Kaido era consciente de que Akame le servía más sano y desintoxicado que puesto en esa mierda azul, aunque por otra parte, sabía lo endemoniadamente difícil que era vencer la adicción que generaba esa droga en particular. Muy claro se lo había dejado Money en una de las reuniones de los Ocho cabezas de Dragón. La magia azul no tenía rival en ese aspecto. Nada te permitía soñar como lo hacía ella. Nada te permitía abandonar tu mísera existencia y viajar por tiempos más grandilocuentes de una forma tan tangible, y a la vez tan real.