25/04/2019, 02:11
—¡Estoy seguro de q... q... que es la única forma! —gritó Akame, mientras Calabaza rasgaba lo más profundo de su interior, debilitando los muros contentivos que mantenían el mono a raya. Susurrándole directo al oído, recordándole el éxtasis de los viajes místicos y mágicos tras una pequeña probada de esa pasta azul—. Si sigo... Sigo así, esta noche voy a acab... bar matando a alguien por un p... p... poco de magia azul.
Kaido miró a un lado, luego al otro. No estaba de más ser precavidos y asegurarse de que estaban realmente solos. Cuando quiso poner el ojo en Akame, ya éste se encontraba tirado en un árbol y sus manos le ofrecían las herramientas necesarias para comenzar aquella purga de demonios internos. El gyojin se acercó y tomó las esposas y el manojo de hilo.
—Como quieras —sentenció, dando comienzo a su labor.
¡Click! las muñecas de Akame se vieron perturbadas por aquél acero que contenía un sello capaz de bloquear cualquier atisbo de movimiento en el sistema circulatorio del chakra. Habiéndose ocupado de lo más importante —después de todo, no quería que Akame comenzara a echar fuego por la boca cuando el delirio tocara a su puerta—. se dedicó a atarle al árbol con el hilo de la forma más sistemática posible, usando unos cuántos metros para apretujar el torso contra la corteza y el resto del carretel para las extremidades, que habrían de quedar con una buena reducción motora tras los nudos de marinero que le aplicó el tiburón. Kaido se apartó un par de pasos, contempló su trabajo y sonrió, satisfecho, tras tirarse de culo al suelo.
—Lo que hago por mis colegas —se halagó a sí mismo—. prueba a moverte un poco. ¿Puedes escapar?
Kaido miró a un lado, luego al otro. No estaba de más ser precavidos y asegurarse de que estaban realmente solos. Cuando quiso poner el ojo en Akame, ya éste se encontraba tirado en un árbol y sus manos le ofrecían las herramientas necesarias para comenzar aquella purga de demonios internos. El gyojin se acercó y tomó las esposas y el manojo de hilo.
—Como quieras —sentenció, dando comienzo a su labor.
¡Click! las muñecas de Akame se vieron perturbadas por aquél acero que contenía un sello capaz de bloquear cualquier atisbo de movimiento en el sistema circulatorio del chakra. Habiéndose ocupado de lo más importante —después de todo, no quería que Akame comenzara a echar fuego por la boca cuando el delirio tocara a su puerta—. se dedicó a atarle al árbol con el hilo de la forma más sistemática posible, usando unos cuántos metros para apretujar el torso contra la corteza y el resto del carretel para las extremidades, que habrían de quedar con una buena reducción motora tras los nudos de marinero que le aplicó el tiburón. Kaido se apartó un par de pasos, contempló su trabajo y sonrió, satisfecho, tras tirarse de culo al suelo.
—Lo que hago por mis colegas —se halagó a sí mismo—. prueba a moverte un poco. ¿Puedes escapar?