27/04/2019, 01:06
Plac. Plac. Plac.
Todavía no había salido el sol cuando la canción de la forja empezó a sonar. Los primeros días, el ruido del martillo golpeando el acero era tan solo un ruido molesto e inevitable, pero conforme pasaban los días y las horas, tu cerebro se acostumbraba tanto al sonido, que empezaba a disfrutarlo como si fuera una canción.
O quizás... Solo era demasiado temprano como para que el cerebro funcionase como debería.
Plac. Plac. Plac.
Quizás todo hubiese sido mas sencillo con un clon. Dos tú golpeando el acero de forma ritmica. Si, el trabajo saldría muchísimo más rápido, sin embargo... Para alguien como yo, soñar si quiera en la posibilidad de hacer un clon ya era algo inalcanzable.
Lo dicho. Mi cerebro no funcionaba del todo bien.
Plac, plac, plac.
No sabía cómo mi padre se había acostumbrado a ese sonido hasta el punto de que parecía no escucharlo. Quizás era el esfuerzo para sobrellevarlo lo que le había dejado totalmente calvo. A mi me gustaba mi pelo...
¡Plac, plac, pla...
El sonido del martillo de mi padre cesó de repente. Algo le había hecho levantar la cabeza del trabajo, y al darme cuenta de que algo en la melodía estaba fallando, y que en ese momento yo estaba tocando un sólo de martillo, pare de golpe y levante la cabeza.
—Nos vamos a la playa, soltad esos martillos, y no quiero escuchar ninguna queja
Apoyada en el marco de la puerta que conectaba la casa familiar con el negocio familiar, se encontraba una figura femenina ataviada con ropa de playa, un sombrero de paja con una flor amarilla y unas gafas de sol. Es figura era mi madre, y en aquella casa, mandaba ella y nadie la contradecía.
A su lado, con ma cabeza agachada, una de las criadas vestida con un yukata marrón, sostenía entre sus manos una cesta de mimbre. Ma verdad es que desentonaba totalmente con la apariencia de mi madre, pero la cesta que sostenía, era una señal de que todo estaba preparado.
Como para quejarse... De hecho, mi padre, levanto su otra calva del asiento sin mediar palabra, y fue a cambiarse. Yo también hice lo mismo. De tal palo, tal astilla. Pero esperaba no quedarme sin pelo en la cabeza. Me vestí con un bañador azul con estampado de palmeras blancas y una camisa naranja con florea de color verde.
Antes de darnos cuenta, estábamos vestidos y en frente de la costa. Menuda imagen. Los tres llevábamos los brazos al descubierto, por lo que podía verse el tatuaje que llevábamos. La Mafia en la playa. Sobretodo por que la criada, que seguía con su Yukata marrón, desentonaba totalmente con la temática playera.
Encima y por si fuera poco, la pobre mujer no solo tenia que cargar con la cesta, si no que además, cargaba con las toallas y la sombrilla.
Yo no podía sentir mas vergüenza. O quizás si, pero ni quería.
Fue la pobre mujer del Yukata la que busco el sitio adecuado y coloco las toallas en la arena así como la sombrilla.
Todo un espectáculo que no pasó desapercibido, pero a mis padres, pareció no importarles en absoluto.
Suspiré mientras me sentaba sobre la toalla bajo la sombrilla, y agachaba la cabeza para no ver a nadie.
Por que si no los ves, ellos a ti tampoco.
¿Verdad?